Historia Oral

Cecilio El Pirata, pescador antes que pescadero

De pesca con el ‘Rompe Cadenas’ contra viento y marea en la playa de San Cristóbal

No fue difícil encontrar a Cecilio El Pirata en los alrededores del muelle de Castillo del Romeral. En esta pequeña localidad de pescadores todos se conocen. El objetivo del encuentro era preguntarle por recetas de pescadores para el libro ‘Cocinando a bordo del pesquero’, pero la conversación dio para mucho más. [En PELLAGOFIO nº 122 (2ª época, octubre 2023)].

Por YURI MILLARES

«Voy a cumplir 83 y todavía voy a pescar de vez en cuando. A mí me dicen El Pirata, pero no por nada, sino por marinero. Nos decían así en San Cristóbal», puntualiza Cecilio Artiles al inicio de la entrevista, mientras sonríe. Veterano pescador natural de dicho barrio marinero de Las Palmas, vive hace muchos años en Castillo del Romeral.

A los siete años empezó a pescar, con su padre, «en un barquito de cinco metros, a remo y a vela».

Barquillos de pescadores de San Cristóbal varados en la playa (Las Palmas de Gran Canarias, 1965). | FOTO JULIÁN HDEZ GIL (ARCHIVO DE FOTOGRAFÍA HISTÓRICA DE CANARIAS-FEDAC/CABILDO DE GRAN CANARIA)
El barco se llamaba Magdalena, pero en el barrio era conocido como el Rompe Cadenas. «¿Sabe por qué? Porque antes no había muelle ni nada. Si había mal tiempo nadie iba a pescar y el único que iba era mi padre y decía la gente “ahí va a romper mar por ahí para allá, a romper cadenas”. Rompía los mares por ahí para fuera a vela y remo. Aun con mal tiempo, teníamos que ir a pescar para comer».

La vida de Cecilio «siempre ha sido trabajar y pescar —dice con orgullo—. Desesperado de salir de trabajar para ir a pescar. Me encanta», pronuncia con voz débil pero firme. Y separa los dos conceptos (trabajar y pescar) por una curiosa sucesión de hechos que lo llevaron de la venta ambulante de su pescado por las calles del casco histórico de Las Palmas, siendo un muchacho, a ser jefe de la pescadería del entonces mayor supermercado de la ciudad, con varios empleados bajo su mando: Cruz Mayor.

«Me llama una señora, “¿qué pescado llevas!”. Me acuerdo siempre. Chopas, digo, a cinco pesetas»

¡Morenito, venga para acá!
Ocurrió un día que iba por la calle General Bravo «con dos barquetas a cuestas. Había una tienda grandísima de comida y yo cuando veo aquello, muerto de hambre, ¡ay, María Santísima…! Me llama una señora, “¡morenito, venga para acá! ¿qué pescado llevas!”. Me acuerdo siempre. Chopas, digo, a cinco pesetas. “¿Usted me lo arregla?”. Sí.  “¿Usted sabe?”. ¡Hombre!, otra cosa no, pero sí. Le arreglé tres kilos y díceme: “¿Usted quiere trabajar aquí?”. Señora, yo no sé… “¿Entiende de pescado?”. De pescado entiendo todo. “Pues venga mañana”, me dijo».

«Antes tengo que hablar con mi padre», le contestó por último. Cogió la guagua junto a la catedral de Santa Ana y volvió a San Cristóbal, donde le relató al padre lo ocurrido. Al día siguiente volvieron los dos a ver a aquella señora.

—¿Usted es el padre?
—Sí.
—Quiero que trabaje conmigo aquí.
—Ahí lo tiene.

Así resume Cecilio la conversación y fue como entró a trabajar en Cruz Mayor. «Estuve ahí veintipico años trabajando. Y no sabía ni leer ni escribir. Después fui al cuartel y me dijeron “¿usted nunca fue al colegio?”. No señor. Tenía que trabajar para poder comer y cuidar de mis hermanos. “Pues venga para acá”. Y allí aprendí a leer, a escribir y a sumar. Restar también sé».

■ HABLAR CANARIO
Sopa de agua con una piedra dentro

CECILIO ARTILES:
«¿Recuerda esas latas de sardinas redondas? Ese era el plato. Una cuchara para cada uno, gofio por arriba y a correr»

Tal era el hambre que pasaban, que sobrecoge escucharle decir que «en casa, cuando había mal tiempo —tanto, que ni botaban al agua el Rompe Cadenas—, no había nada que comer. Oiga, ¡nada!».

Y entonces relata que «una vez mi padre nos ve a todos, ocho machos, en San Cristóbal y desnudos, ahí botados. Coge una piedra en la playa con el limo* verde y le dice a mi madre: “Julia, ponme agua al fuego y un pisco de sal”. Con una cocinilla que había de petróleo, que había que darle fuelle y estaba todo ahumado. Dormíamos todos en una habitación. Y trajo mi padre aquella piedra y la puso en el fuego. Pues a las dos y media, “¡vengan a comer!”. Mis hermanos todos flacos, “¡chacho*, mamá hizo de comer, vamos!”. ¿Recuerda esas latas de sardinas redondas? Ese era el plato. Una cuchara para cada uno, gofio por arriba y a correr».

*VOCABULARIO
chacho. «Aféresis de muchacho, de uso cotidiano en las Islas. Es tratamiento afectivo y desenfadado» (O. García Ramos, Voces y frases de las Islas Canarias).

limo. «Musgo [= planta briofita verde que brota en las piedras y árboles que están junto al agua]», cita el Diccionario histórico del español de Canarias. «Los diccionarios desconocen la acepción que aquí se documenta, de ‘musgo’, todavía vigente, recogida en Gran Canaria» por Manuel Alvar en su Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias, añade ●

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