Del pino canario, el cospe para lanzas y la tea para puertas
Oficios del mundo rural / Carpinteros para la principal herramienta del pastor

Los hermanos León, carpinteros de Argual (La Palma), especializados en la fabricación de lanzas de pastor, explican cómo antiguamente se hacían de pino canario. Lo serraban entre cuatro hombres y, con cuñas, separaban la madera blanca de la tea. En 1997 le hicieron a Yuri Millares una lanza de bastonear con madera de riga, encuentro que tuvo su entrevista y se publicó en septiembre de aquel año. [En PELLAGOFIO nº 107 (2ª época, mayo 2022)].
Por YURI MILLARES
La calle es amplia y en cada acera se suceden las casas uniendo dos cascos que antes estaban separados: el del núcleo de Los Llanos en torno a su iglesia y el del barrio de Argual. En este último se encontraba aún la vieja carpintería que visité en 1997. Todavía salían de ahí lanzas. Muy demandadas pese a que ya no abundaban los pastores que se servían de ellas, para salvar los grandes desniveles de las montañas de la Caldera de Taburiente cuando iban con sus rebaños en busca de pastos. Una herramienta necesaria para desempeñar el duro trabajo del cabrero, se ha convertido en objeto de uso para quienes saltan y caminan por deporte.
Por eso los hermanos León Hernández, Tino y Antonio, a veces están entretenidos. Cepillando un palo de riga hasta convertirlo en una lanza en esa vieja carpintería que tenían desde 1955, donde hacían puertas y ventanas y arreglaban viejos muebles de tea.
«La lanza se hace con madera de pino canario –decía Tino–. Se saca de la cáscara de la tea, una madera blanca que llamamos cospe* aquí». Sin embargo, ya entonces no era exactamente así. «Hoy no hay cospe, no dejan cortar el pino y se hace de riga. Pero siempre tiene que ser una madera limpia. La riga también tienes que buscarla que no se cambe y esté limpia de nudos, buscando la hebra derecha».
Con la cuña
Antonio completa la explicación señalando que «cuanto más vuelo tuviera el pino más cospe daba, madera blanca que se sacaba a cuña, y dentro estaba la tea. Salía la hebra larga, una hebra bastante buena, que antiguamente se empleaba para las lanzas, mientras que la tea era para puertas, muebles y eso». Las cuñas eran de hierro, grandes. Se metían con mazos en el tronco cortado del pino. Tras cuadrar un poco el árbol con el hacha, las cuñas sacaban limpiamente el cospe y lo separaban de la tea que aparecía en su interior. Los mazos eran de madera «para que no se echaran a perder las cuñas».

Sus lanzas tienen un máximo de tres metros y treinta centímetros. «Mayor de ahí ya es incómodo», me advierte Antonio. Son para lancear. Pero las hay más cortas para caminar y «bastonear con ellas».
Éstas no pueden tener menos de dos metros, para evitar accidentes y que el caminante no se golpee la barbilla o la cara con la lanza. Antonio y Tino las lijan con insistencia hasta dejar su madera muy lisa antes de echarle «grasa dura, que se frota bien para que penetre y la conserve», según Tino.
Del regatón, la punta de esa lanza, se encarga un herrero, naturalmente. Pero son estos dos carpinteros los encargados colocarlo en el extremo de la lanza. «Va bastante apretado, pero después lleva un tornillo para que quede bien sujeto», explica. Su hermano Antonio insiste en que aún hay demanda de lanzas. «La gente va mucho de excursión y quiere lanzas; hay muchos que las quieren largas porque les gusta lancear y caminar»
«El trabajo lo hace hoy la máquina. Uno pone el palo y ella se encarga», comenta Tino, que, sin embargo, no se libra de tener que lijar y lijar
Mucho ha cambiado la forma de trabajar. «El trabajo lo hace hoy la máquina. Uno pone el palo y ella se encarga», comenta Tino, que, sin embargo, no se libra de tener que lijar y lijar. Pero son muchas más las labores que pide la madera. Y, efectivamente, las máquinas ayudan. «Los de hoy ya no se acuerdan de lo que son codales», se ríe su hermano, que lo explica: «Se ponía uno en un lado cuando estabas cepillando una pieza de madera y otro en el otro y después mirabas a ver si estaban paralelos los dos codales, entonces estaba la pieza desempenada. Hoy le dices a uno de codales y no sabe lo que es».
Cuatro en la sierra
«Y se serraba a mano», dice Tino señalando al techo de la carpintería, de donde cuelga una enorme sierra, con su agarradera de madera en un extremo, para que pudieran tirar de ella tres hombres al mismo tiempo, y su punta por el otro extremo, para que un cuarto hombre guiara el recorrido de los dientes y que las tablas salieran derechas. «Tenían que trabajar cuatro –explica Antonio–, el que estaba arriba no llevaba sino la dirección y los otros, debajo, hacían la fuerza».
No bastaba con poner un hombre sobre el tronco siguiendo con la vista el recorrido de la sierra, por muy buen ojo que tuviera. «Se hacía una marca en el tronco con añil», explica Antonio
De todas maneras, para que el corte fuera rectilíneo no bastaba con poner un hombre sobre el tronco siguiendo con la vista el recorrido de la sierra, por muy buen ojo que tuviera. «Se hacía una marca en el tronco con añil, un añil que venía antiguamente y en esa época costaba cinco o diez céntimos. Había fulanos que estaban dedicados a eso. Especialmente, me acuerdo de un tal José Camacho que siempre se ponía encima de la guía». Para marcar la línea de corte con el añil mojaban un hilo, lo tensaban, lo levantaban un poco y al soltarlo dejaba marcado el tronco con una línea recta.
La sierra que señalan en la carpintería dejó de usarse en 1957. «Una vez que se cogió un palo allí en la Caldera –relata Antonio–, fuimos unos cuantos a cortarlo y fue cortado así, con tres debajo y uno encima. ¡Pero eso es amargo! –dice del esfuerzo físico que suponía–. ¿Y sabe cómo trabajaban el palo? Hacían una cruceta con madera algo fuerte, por ejemplo, de níspero, y le ponían dos espichos. Entonces atravesaban un palo y lo ponían allí y quedaba empinado para que hubiera altura y los tres hombres pudieran estar debajo y serrar».
La habilidad con el salto de Agustina ‘La Petilera’
Pese a la fama de la tea como madera dura y durable, «nueva es blanda» aseguran estos carpinteros, lo que permite trabajarla bien. Pero con el tiempo se va formando una costra. «Hay que sacarle la costra esa, porque parece hueso, duro. Otra madera se cepilla facilísimo, pero la tea es mala por la costra que forma una arenilla y es malísimo de quitar».
La tea, además, desprende mucha resina. «Hay que ponerle petróleo porque se empelota mucho, la resina se mete en la plana de cepillar, se pega y se tranca». Un viejo mueble de tea todavía sigue soltando resina y si se va a restaurar es conveniente echarle gasolina que limpie. «Antes le echábamos vinagre macho, vinagre que se hace del vino».
ANTONIO LEÓN:
«La veía bajando con la lanza y era una cosa tremenda. ¿Por dónde diablo baja esa mujer?, pensaba yo»
Con todos sus conocimientos de carpintería y las muchas lanzas que han hecho en el pasado, Tino y Antonio no son saltadores. Su padre, recuerda, sí saltaba algo con la lanza. «Yo me acuerdo de una que la llamaban Agustina La Petilera. Tenía cabras y nosotros íbamos a coger higos a una parte que le dicen La Viña, ahí encima. Y ya casi al oscurecer veía a aquella mujer por ahí para abajo. Y la veía bajando con la lanza y era una cosa tremenda. ¿Por dónde diablo baja esa mujer?, pensaba yo», recuerda Antonio, impresionado al verla dar aquellos saltos desafiando la altura.
*VOCABULARIO cospe. “Madera blanca que se encuentra en el interior del tronco del pino canario, entre la tea y la corteza”, detalla el Diccionario histórico del español de Canarias ● |