El acervo cultural pesquero que se pierde en Canarias

Prohibido el chinchorro en 1986 (una red de cerco-arrastre de la que se jala desde una playa arenosa), otra de las técnicas tradicionales de los pescadores canarios está siendo ahora perseguida: mantener rebaños vivos para sacar sólo el pescado que se demanda. [En PELLAGOFIO nº 54 (2ª época, junio 2017)].
Por YURI MILLARES
Proyecto MACAROFOOD / Atlas de ciencia, pesca y cocina
Yeyo (Aurelio Saavedra, recientemente jubilado) y Cuco (Juan Carlos Cruz, todavía en activo) son dos veteranos pescadores y armadores de San Cristóbal, barrio de tradición marinera y pesquera de la ciudad Las Palmas de Gran Canaria. Hijos a su vez de pescadores, conocieron el oficio viendo y acompañando a sus padres cuando todavía los barcos eran fabricados de madera por carpinteros de ribera locales y se movían a remo.

«Toda la vida he sido chinchorrero hasta que se prohibió en 1986. Aquello era un espectáculo, se paraba el tráfico y todo para verlo»CUCO, pescador
“Nosotros también pescábamos en La Laja al chinchorro*. Toda la vida he sido chinchorrero hasta que se prohibió en 1986. Aquello era un espectáculo, se paraba el tráfico y todo para verlo. Cuando el tiempo de la sardina, en junio, eso era un escándalo, muy bonito”, recuerda Cuco. “En marzo y abril ya estaba la sardina pareja y estaban los manteríos*, y todo el mundo calando. Y hacíamos muchos pejines”, añade.
En opinión del doctor José Antonio González, miembro del Grupo de Investigación en Ecología Marina Aplicada y Pesquerías de la ULPGC (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), la prohibición de este arte de pesca en Canarias es una medida excesiva. “Más que prohibirla, sería mejor regularla adecuadamente porque forma parte del acervo cultural, incluso es un recurso turístico”.
“Como es operado sobre playas de arena –dice este biólogo marino, experto en evaluación de recursos pesqueros–, el daño es mínimo o bastante moderado, ya que no es un hábitat rico, todo lo contario. Por eso digo una regulación adecuada de las diferentes modalidades de chinchorro, que incluso concrete las zonas donde se puede practicar, así como época y horarios”.
«Más que prohibirlo, sería mejor regular la pesca con chinchorro adecuadamente porque forma parte del acervo cultural, incluso es un recurso turístico»JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ, biólogo marino
De pesca al chinchorro
“Había que salir con el barco y se echaba un cabo para la orilla con una cala, entonces íbamos largando y se echaba el chinchorro abierto y después echábamos otra cala, que eran las dos bandas que había –explica Cuco–. En los barcos íbamos cinco hombres, dos a cada remo y uno para largar el chinchorro. Y diez más en tierra. Después el barco llegaba a tierra, se varaba con los parales que había y empezábamos a jalar el chinchorro con los estrobos. Y allí se iba ajuntando de todo: jureles, sardinas, chicharros, caballas… Y había un chinchorro de fondo que cogía salmonetes, brecas… Viejas no, porque el chinchorro no puede caminar por el marisco, es un arte de arrastre que camina por la arena”.

“Nosotros estuvimos en Taurito cinco años al chinchorro. Había una caseta de palma que hicieron allí. Íbamos a comprar pan a Mogán con el barco. Se cogía mucho pescado y más salvaje. Echábamos un lance de noche y otro de madrugada. No calábamos de día casi nunca, sino de noche. En el sur se calaba más de noche, porque el pescado tiene más valor”, toma Cuco el relevo en el relato.
«En los barcos íbamos cinco hombres, dos a cada remo y uno para largar el chinchorro. Y diez más en tierra»CUCO, pescador
“El lance de la noche era para coger pescado de escama, como chopa, breca, salmones, lenguados. Y de día procurabas calar pescado visto: sardinas, caballas, bogas, para los arrieros… A este último le llamábamos arruaje –lo que en la Península llaman morralla– que es el pescado más barato, más humilde. Pero se vendía todo”.

Cuidando el rebaño
Prohibido el chinchorro como arte de pesca, los pescadores están teniendo problemas más recientemente con otro sistema tradicional que se seguía usando hasta hace muy poco. “La Guardia Civil nos hizo levantar las artes, porque el pescado lo íbamos sacando según lo íbamos vendiendo”, explica Cuco de una práctica, mantener rebaños vivos de algunas especies como sardinas o boquerones, que José Antonio González define como “conocimiento ecológico local o tradicional”.
«Mi padre iba al Burrero y se pasaban allí los tiempos malos de aquí, durmiendo debajo del barco, a lo mejor una semana, quince días o un mes»YEYO, pescador
“Es una injusticia”, opina Yeyo. “Nuestros viejos –explica–, que no estaban mejor formados culturalmente, pero sabían más que nosotros y eran muy inteligentes, no desperdiciaban el pescado, no mataban el pescado por matarlo. ¿Qué hacían con la sardina o el longorón? Cogían un rebaño de diez mil kilos con un arte y lo cerraban. Y sacaban el pescado bajo demanda: una parte para vender y otra parte para secar. El que no se vendía y el que no se podía secar, cuando llegaba el momento, si se va a meter mal tiempo y va a matar el pescado, abrían el arte y el pescado se iba para seguir criando”.
Todas esas enseñanzas, insiste, “las fuimos recibiendo de nuestros antepasados y las hemos seguido aplicando. ¿Qué hacía Cuco hasta hace unos meses? Lo mismo, cerraba los rebaños de longorón o sardina que venían a San Cristóbal con sus artes y unas boyas. Si había un pedido de mil kilos se iba y se cogían. Pero desde el año pasado la Guardia Civil dice que es ilegal, que es dominio público y estamos cometiendo un delito ecológico y contra la salud pública”.
“Eso se ha hecho de toda la vida, lo hacemos desde nuestros antepasados, no perjudica a nadie, es una forma de tener el pescado natural, porque aunque esté cerrado se sigue alimentando y apareando”, argumenta, y se pregunta, en contraposición a este sistema tradicional de pesca: “¿No es delito ecológico las 70 toneladas de lubinas [de acuicultura] que se escaparon hace dos meses y han arrasado con los alevines que había en la costa?”
Unos por la soldada, otros a “jalar por el conduto”
“Había gente que venía a jalar el chichorro y no por una soldada –el sueldo del marinero–, sino por el caldero”, explica Yeyo cómo se organizaba el trabajo cuando había que tirar, desde la playa, de la red que habían calado. En la orilla se reunían marineros, pero también otros vecinos que no formaban parte de las tripulaciones. En cada caso, unos cobraban soldada y otros “caldero”.
“Se pagaba por soldadas pero había gente que iba a jalar por el conduto, por el caldero”, confirma Cuco, recordando que cogían “montones [de pescado] y los íbamos repartiendo según lo que le tocaba para comer”. Y como se puede suponer, “le decíamos el caldero porque era la medida, se llenaba de pescado [una olla de aluminio]”. Pero no de cualquier pescado, “era más bien para pescado visto, que era cuando se habían mantenido sardinas y se calaba; no era como [en la playa de] Cardosa, que a lo mejor estábamos dos horas jalando el lance. ¡Dos horas, tirando!”, precisa Cuco.
“Yo me acuerdo de niño levantarme de madrugada, a las 4 de la mañana, para calar un lance de calamento en el Castillo –como llaman en San Cristóbal al torreón de San Pedro Mártir–, que se largaba a las cinco de la mañana y cuando amanecía se sacaba el chinchorro: cogías salmones, brecas, chopas, jureles, de todo. Un lance de calamento era el lance más largo que había, tres horas”.
A tirar del chinchorro iban los hombres. “Mi madre iba a la hora que salía el copo –la bolsa donde terminan varias artes de pesca, en este caso el chinchorro–, como la madre de él… Se ponían la cesta en la cabeza y lo pregonaban por las calles. También tenían un puesto en la Pescadería de Las Palmas”, dice Yeyo.
VOCABULARIO chinchorro. “Red de unos 3 m. de altura que utilizan dejando en tierra los dos extremos, de los que se hala para arrastrar el arte. (…) En esta arte se distinguen: la cala ‘cuerda’, los cabos ‘extremos’ y el copo ‘bolsa’ (cita el Tesoro lexicográfico del español de Canarias). manterío. “Conjunto de peces palpitando a flor de agua. Los más corrientes son los manteríos de sardinas” (Pancho Guerra, Obras Completas, t. III, “Léxico de Gran Canaria”) ● |