Historia Oral

El ordeño de puño; la leche, en guagua

El pastor Dámaso de Ganzo tenía 83 años cuando, varios inviernos atrás, hablaba para esta entrevista de sus caminatas de pastoreo. Salía de su casa en Mácher, de un lugar llamado El Cercado, y andaba “hasta la marea, sin nada de casas”, señala al horizonte de una costa de cemento en Lanzarote. [En PELLAGOFIO nº 30 (1ª época, marzo 2012).]

Por YURI MILLARES

Dámaso de Ganzo Quintero, a esos 83 años, ya no era pastor, pero no había perdido las mañas ni las ganas de tener animales: tres cabras, dos baifos y un macho componían su reducido ganado. “Y dentro de unos días traigo una cabra que me regalan”, añade para completar su censo. Por las mañanas les echa “tillaje* seco: rama de tomatero y cosas de esas; después, por la tarde, les echo un poco de alfalfa; y al final del día la ración [de millo]. Si quiere ver dónde le echo la comida. Esto sí está preparado”, invita a que lo acompañen a un corral donde, aquella tarde y aún con la luz del día se acerca con un poco de millo.

«No habían máquinas y para mí no había nunca cabra ruin para ordeñar, las ordeñaba a todas»DÁMASO DE GANZO, pastor

Nació en Tinajo y allí lo bautizaron (“Yo soy de la pila de Tinajo”, dice en el estilo de hablar de su época), como a otros cuatro de sus siete hermanos, los tres más viejos nacieron en Yaiza. Se crió, sin embargo, en Femés “hasta que me llevaron para la guerra”. Y se ríe cuando recuerda que en una ocasión dieron 40 días de permiso “y salimos una partida de ellos y resulta que cuando eso había que echar una instancia para casarse, fíjate las cosas del ejército, y después resulta que todos los que salimos con los 40 días, llegamos casados. No nos arrestaron porque llegamos casados”. Su dirección era “Cuerpo de Ejército Marroquí, estafeta número 39”. “¡Todavía se acuerda!”, exclama su mujer, Leonor, que lo escucha mientras hace punto, sentada junto a un gato que ronronea.

Muchos trabajos
A finales de 1949 (después de casi ¡ocho años! de servicio militar) volvió al ganado (primero como pastor, durante años, de las cabras de otros) y a la agricultura (en tomateros, entre otras cosas: “Por ahí para abajo, que ve de casas, se sembraba de tomates, arbejas, trigo, cebada”, señala siempre a su alrededor sin ver ya campo. “Y lo decía César Manrique: cuando Lanzarote se quede bajo el cemento se va a acabar todo, y es verdad. Porque no se ven sino obras y más obras”.

El macho, separado de las cabras, también recibe su ración.
El macho, separado de las cabras, también recibe su ración.
Después de recorrer media España con su batallón, la rutina de Dámaso volvió a ser el ordeño. “Desde las tres de la mañana pegaba a ordeñar para poner la leche en la carretera que llevaban para el puerto las guaguas y los camiones. La leche la vendía una señora [en Arrecife] que, de la semana, un día era para ella la que vendía. Y cuando eso no habían máquinas, todo a mano. Ordeñaba de puño y para mí no había nunca cabra ruin para ordeñar, las ordeñaba a todas”.

«En Janubio fue donde me esconché yo de la columna; pero la ‘azotea’ sí está bien»DÁMASO DE GANZO

Dámaso de Ganzo lleva el millo a los animales.
Dámaso de Ganzo lleva el millo a los animales.

Como una retahíla que repiten los de su generación, explica que ha pasado “muchos trabajos en este mundo”. Y no hay duda de que ha sido así. “Lanzarote me la pasé yo caminando toda, para alcanzarle la torta a mis hijos. La carretera que sale de Tinajo a La Santa, cuando se hizo de tierra, allí estaba yo trabajando cuando me citaron para la guerra: en el canto de abajo mismo de La Santa, me acuerdo que salimos de ahí un sábado, para que usted vea como está la azotea si está bien, y llegamos a Femés pardeando*, a las cuatro de la tarde. Cuando llego a Femés me encuentro a mi madre en paz descanse, la pobre de lágrima y moco, como llamamos nosotros. ‘¿Qué le pasa?’. ‘¿Pues qué me pasa? Que tienes ya la citación para la guerra”.

Escarranchado
Su currículo, que incluye trabajos como pastor, agricultor y peón caminero, también se extiende a los trabajos en las salinas (“en Janubio fue donde me esconché yo de la columna; pero la azotea sí está bien”). “Estuve trabajando cargando unos barcos de sal en Playa Blanca. La hora allí era al salir el sol y ponerse el sol. Ganábamos cinco duros. Estábamos todo el día con los pies en el agua y con un saco de esos grandísimos, de pelo de camello, que tenían una lista azul. El saco mojado pesaba más que la media fanega de sal. Y después de estar todo el día en el agua salía uno todo rosado. Venía uno caminando por ahí para arriba [a casa] todo escarranchado*”.

■ HABLAR CANARIO
Medio barril y el burro sediento

Si venía un año muy malo de lluvia la isla de Lanzarote ofrecía muy poco a sus habitantes, que ya sin sequía criaban sus animales con mucha dificultad. Eran períodos muy duros. “Había que pasar trabajos para poderlas criar”, dice Dámaso de sus cabras.

DÁMASO DE GANZO:
«Tenía que ir a Yaiza a picar tunera, para que se secara y echarle de comer a un burro»

“A los pocos años de casado tenía que ir de Mácher a Yaiza, a casa de un cuñado mío, a picar tunera, para que se secara y echarle de comer a un burro, para escapar el burro. Y cuando escaseaba el agua nos daba don Jaime cuatro barricas de agua por semana para mí y dos hermanos más. Estábamos trabajando ahí en Femés en un cortijo y cuando estábamos arenando* nos traía un barril de agua a cada uno y resulta que para el burro le echaba medio barril, de esos que hacían 16 litros. Medio barril para el burro y el otro [medio] para la casa y el burro se quedaba a media traviesa*. Y para dar de beber a sus cabras conocía a alguien que le traía el agua en camello hasta donde las tenía.

Pero no siempre era así y Dámaso recuerda también los buenos momentos. “Cuando eran años malos se pasaban trabajos, pero cuando eran años buenos los labradores mataban en el mes de septiembre o octubre. Todo labrador mataba su cochino, hacía su fritura con tocino y con gofio hacía los chicharros; comía la fruta pasada, que la cogía uno casi del suelo y no había bicho, se comía el higo porreto que es el de la tunera, potajes, pescado. ¡Tengo una brevera* que se cuenta y no se cree: de coger siete y ocho cestos de 12 kilos de cada cogida, del 15 de agosto al 15 de septiembre!”.

*VOCABULARIO
a media traviesa. Quedarse así es “que se quedaba con sed”, explica el pastor Dámaso de Ganzo (no se han encontrado citas).

arenar. Extender ceniza volcánica sobre un terreno de cultivo. “Este procedimiento de cultivo lleva una técnica precisa (…): hay que desviar las aguas para que no arrastren luego la ‘arena’; (…) estercolar la tierra, y cubrirla luego con una capa de ‘arena’ de 15 a 20 centímetros de espesor” (F. Navarro y F. Calero, citados en Tesoro lexicográfico del español de Canarias).

brevera. Higuera. La breval “produce las brevas negras de este color en el exterior y colorado oscuro por el interior” (Juan Álvarez Delgado, “Canarismos geográfico-lingüísticos. La higuera”, en Revista de Historia Canaria).

escarranchado. Abierto de piernas (varias citas en Tesoro…).

pardear. Empezar a oscurecer o amanecer (ídem en Tesoro…).

tillaje. Ramas secas. Es más común referirse a tilla como “conjunto de tiras o astillas de tea que se colocan en los techos cumbreros, sobre la cual va la ‘torta’ y sobre ésta las tejas” (Orlando García Ramos, citado en el Voces y frases de las islas Canarias) ●

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