Túnel del tiempo al barrio ‘fantasma’ de San Rafael

Sebastián Ceballo, carpintero de ribera, marino y cambullonero, nació en fecha tan lejana como un 22 de mayo de 1922 al borde mismo de la playa de las Canteras, en casa. En unas de las únicas 12 que aquel año existía sobre el istmo de La Isleta. La ciudad con sus calles ocupa ahora todo ese territorio… ¿Todo? No, aquellas casas existen escondidas tras un portón. [En PELLAGOFIO nº 41 (1ª época, mayo 2008).]
Por YURI MILLARES y JUAN ADOLFO ÁLVAREZ
SSebastián Ceballo Suárez, Chano, tiene suficiente edad (dentro de pocas semanas cumple 86) como para que los más veteranos de La Puntilla, en la playa de las Canteras, lo conozcan. La playa que baña el litoral de poniente de la ciudad de Las Palmas conserva, en este rincón, las barquillas de pescadores que varias generaciones de isleños han visto siempre ahí, varadas sobre la arena cuando no están en el agua. Y, precisamente, reparando una de esas viejas barquillas, encontramos a este hombre enjuto, de rostro marcado por los años y el salitre. Sabe muy bien lo que se hace: es carpintero de ribera desde niño y con 14 años ya se había construido su primer “yatillo”, dice, de dos metros y medio eslora.

Allí mismo, señala hacia donde se levanta el lujoso hotel Meliá Las Palmas, “nací yo, el barrio se llamaba de San Rafael y la playa de las Canteras se llamaba playa de Arrecife”. Entre todos aquellos arenales y mariscos se levantaron, en el siglo XIX, una docena de casitas de una única planta, seis frente a seis, en una estrecha calle que Chano llama “travesía”, orientada de orilla a orilla del istmo: a un lado, la playa de Arrecife, al otro, la playa de San Rafael.
Regreso al pasado
Tratamos de imaginarnos aquello un siglo atrás, pero no hizo falta. Chano nos llevó hasta un portón de la calle Sagasta y, al traspasarlo, no entramos en el edificio de viviendas y apartamentos de varias plantas que se veía desde la calle. Simplemente habíamos regresado al pasado y estábamos en la calle que llama “travesía” con las primeras casitas de que hablaba. ¿Habíamos atravesado un portón que era túnel del tiempo? Al mirar al cielo vimos a aquellas casitas rodeadas por el presente: se habían quedado incrustadas en el interior de una manzana de cuatro calles cuyas fachadas tenían aquí sus paredes traseras.
Al mirar al cielo vimos a aquellas casitas rodeadas por el presente: se habían quedado incrustadas en el interior de una manzana de cuatro calles cuyas fachadas tenían aquí sus paredes traseras

«Mi padre se dedicaba a vender pájaros y perrillos chicos a bordo de los [barcos] franceses. Aquí teníamos una raza que se llamaba ‘nolulú’, eran unos perros blancos muy preciosos»CHANO CEBALLO
Al cambullón
En aquellas casas “vivían los patrones de los prácticos y de los remolcadores” del puerto de La Luz, con sus familias, explica. Y cambulloneros, como su padre. “Yo también soy cambullonero*, desde niño. Mi padre se dedicaba a vender pájaros y perrillos chicos a bordo de los [barcos] franceses. Aquí teníamos una raza que se llamaba nolulú [lulú de pomerania], eran muy bonitos, unos perros blancos muy preciosos”.

“Trabajábamos de lunes a sábado por la tarde, hasta las cuatro. Me pagaban un real a la semana. Y me lo pagaban –recuerda– porque yo me levantaba temprano para ir a comprar el café con leche y el bocadillo al maestro”. Hacían “barquillos canarios de cuatro metros, cinco metros, con vela latina; como esos que hay ahí”, señala a los que hay en La Puntilla.
Cuatro remando y uno al timón del ‘Paca’
“Se ganaba para comer bastante bien. Y para ahorrar el que sabía aprovechar”, dice Chano Ceballo de la vida de los cambulloneros. “Yo aprendí con mi padre, que iba a bordo a vender perritos pequeños. Después, ya de mayor, me dediqué por mi cuenta a vender relojes a bordo de los barcos. Iba a Tenerife, compraba relojes baratos y vendía”.
Después, cuando la escasez de posguerra civil, agravada por la propia guerra mundial, “me dediqué a los barcos españoles que venían de Buenos Aires y traían cosas: café, azúcar, mantequilla, margarina, harina, de todo, y gracias a eso las islas Canarias comieron, gracias a nosotros [los cambulloneros], traíamos incluso la penicilina”.
CHANO CEBALLO:
«La guardia del puerto nos toleraba. Les dábamos un par de kilos de café, un par de kilos de azúcar, y escapábamos así»
El tráfico de buques que hacía escala en La Luz, el principal puerto entonces de la ciudad de Las Palmas (hoy el único), fondeaba en su mayoría. “Se quedaban fondeados. Venían a coger carbón aquí”, dice Chano, quien llegaba hasta ellos con un bote a remos. “Nosotros teníamos un bote muy bueno llamado el Paca, que después lo hice de vela latina*. Mi bote tenía cuatro remos, éramos cuatro remando. El que negociaba era mi hermano, y yo, que me dedicaba también a remar (y mi hermano en el timón). Teníamos otro hermano, el más chico, Cristóbal, y dos muchachos más para los remos”.
Cada bote de cambulloneros tenía su “clientela [o buque y nacionalidad] y ya sabíamos a quién teníamos que ir. Los compradores respetábamos uno al otro”. Para desembarcar las mercancías, la guardia del puerto les “toleraba”, dice, y añade: “Les dábamos un par de kilos de café, un par de kilos de azúcar y escapábamos así”.
*VOCABULARIO cambullonero. Vendedor a bordo de los buques que hacían escala en Canarias, o que adquiría su mercancía para vender en tierra por el trueque o compra a tripulantes de los barcos fondeados en los puertos isleños (en especial los de Santa Cruz de Tenerife y de La Luz en Las Palmas de Gran Canaria). “En el cambullón, toma y daca de especies, se intercambian las más singularmente heterogéneas cosas, desde loros por whisky a calados por medicamentos”, describe Pancho Guerra (Contribución al léxico popular de Gran Canaria). vela latina. Vela triangular que era la más usada por los barquillos canarios, antes del uso de motores y hélices, y derivó en un “deporte náutico vernáculo, exclusivamente de las islas de Graciosa, Lanzarote y Gran Canaria, siendo en esta última donde tiene más auge por la numerosa participación de embarcaciones y la gran afición por este tipo de regatas. (…) Las regatas en Gran Canaria son desde la “Mar fea”, junto a la playa de La Laja, hasta el Puerto de La Luz, resultando un espectáculo marítimo de gran belleza” (Orlando García Ramos, Voces y frases de las Islas Canarias) ● |