Historia Oral

En el guachinche, lo que durara el vino con chicharros

Oficios del mundo rural / Felipe García, viticultor y bodeguero en La Perdoma

Carpintero de profesión, Felipe García ha estado toda su vida entre viña y vino en cuanto salía de la carpintería. La cosecha la despachaba sobre unos tablones en un guachinche que duraba abierto poco más de un mes o en el estanco de su mujer, «Ca Juanita la de Ipón». Ipón es él. [En PELLAGOFIO nº 111 (2ª época, octubre 2022)].

Por YURI MILLARES

«La casa de mi padre era una casa de esas de campo grandísima, con cuadras de vacas, un patio grandísimo —dice Felipe García González, toda una vida dedicada a la viña en diversas fincas de La Perdoma, en el valle de la Orotava—. Mi madre tenía su cocina y mi tío y mi abuela tenían. Cocinábamos aparte, pero vivíamos en la misma casa. Mi madre se llamaba Felipa, a mí me pusieron Felipe y mi abuela no sabía ni cómo mimarme…», relata quien entonces era Felipillo, aunque su abuela le decía Pillo, de ahí pasó a Felipón hasta el definitivo Ipón como es conocido en su barrio.

«Se vendimiaba para la fiesta de La Perdoma, porque las vendimias eran más tardías. Y mi padre decía “a cavar viña” y nosotros cavando viña» FELIPE GARCÍA

Recuerda que «lo pasamos mal: teníamos tierras y vacas y pasamos algo de fatiga. Imagínate la gente pobre que no tenía nada. Cuando eso se vendimiaba para la fiesta de La Perdoma, que eso era el mes octubre, porque las vendimias eran más tardías. Todo el mundo para la fiesta y mi padre decía “a cavar viña” y nosotros cavando viña. Y ya por la tardecita ¡qué coño fiesta, cansado! Fue dura la vida aquí, dura de verdad», mira al pasado. Suspira y le viene a la memoria la frase de Alejandro Dumas que ha escuchado decir más de una vez, «aquel tiempo feliz cuando éramos tan desgraciados».

El duro trabajo en la viña y la bodega tenía su recompensa (por poco tiempo) en el guachinche. Cuando le pregunto por el nombre por el que se conocía su vino, responde «el vino de Ipón o el vino de Ca Juanita —por su mujer, Juana Rodríguez Santos—, como teníamos un pequeño estanco allí mismo iba la gente a comprar el vino; decían “vete a comprar vino a Ca Juanita la de Ipón”. Pusimos un cartelito: “Se vende vino para llevar”».

Su guachinche, anterior al estanco, empezó siendo un solar por detrás de la iglesia de La Perdoma que abría un mes y algo, lo que le duraba el vino. En un solo día podía vender 400 litros. «Aquello no tenía ni techo, era un solar y poníamos un toldo. Más tarde [construimos] un salón con un piso de zahorra. Cuatro mesas y el mostrador con cuatro tablas. Y allí llegaba uno, “una cuarta de vino”, “una media”, llegaba el amigo y empezaban alegando. Cosas bonitas. Y venga despachar vino, chicharros y chochos. Lo típico de los guachinches de antes. Eso pasó a la historia».

«Tengo un amigo que tiene abierto el guachinche todo el año, que tiene cosecha, y 4.000 litros de vino le duran para el año. “Vendo más refrescos que vino”, me dice»

Lo compara con los guachinches de hoy. «Antes iban cuatro amigos y pedían un litro de vino. “¿Y qué más tienes?” Chochos y manises, “pues ponga chochos y manises”. Y se pasaba uno un rato allí. Pero hoy van y lo primero que preguntan es “¿qué tienes de comer?”. Yo tengo un amigo que lo tiene abierto todo el año, que tiene cosecha y 4.000 litros de vino le duran para el año. “Yo vendo más refrescos que vino y lo que quiero es vender mi vino”, me dice».

■ HABLAR CANARIO
18 cascos de 400 y 600 litros ‘en caballeras’

Al vino que vendía en su guachinche, Ipón no le añadía nada. «Se encerraba en los envases, hervía, cuando terminaba de hervir se le ponía un poco de alcohol y se tapaban bien tapados hasta noviembre, cuando se trasegaban». Antes de encerrar el mosto, la uva la tenía en curtimiento uno o dos días, aunque hubo una época anterior en que «no se dejaba tanto tiempo porque no había prensas —se refiere al lagar, él llama lagar sólo al de viga y husillo— y había que pedirlas prestadas. En La Perdoma tenían cuatro o cinco. Había que decirles si la prestaban una semana antes, “sí, pero tienes que vendimiar y el mismo día hacer el mosto” y salían los vinos claretitos», explica.

Hasta que se hizo su propio lagar con una prensa de gato «y por eso salen tintos. Vendimiábamos un sábado; le dábamos curtimiento domingo y lunes; el mosto lo hacíamos el martes, con el pie, y se pasaba a los envases». En su bodega, «tenía cascos de 400 y de 600, incluso en caballeras*. Y los tenía todos pintaditos de verde y los arcos rojos. Cuando eso tendría unos 18 cascos, estaba todo eso lleno».

*VOCABULARIO
caballera. El propio Felipe García explica su expresión: «uno encima de otro». El Diccionario Histórico del Español de Canarias define a las caballeras como “a horcajadas sobre los hombros” ●

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