Historias de piratas de Guía y fotingos modificados

Las serpenteantes y estrechas carreteras de antaño tuvieron unos medios de transporte que el isleño adaptó a sus necesidades y hasta a su humor. Desde los campos, muchos taxis pasaron a convertirse en “piratas” que le ‘robaban’ los pasajeros a unas desvencijadas guaguas sin cristales en sus ventanas. Éstas son algunas historias situadas en Guía de Gran Canaria. [En PELLAGOFIO nº 15> (2ª época, diciembre 2013)]
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Por YURI MILLARES
Ante la puerta del viejo taller de chapa de Lalo, junto a la ermita de San Roque, en la pequeña ciudad de Guía de Gran Canaria, suele haber algunas sillas en la calle. Aquello es lugar de tertulia de vecinos y cuando PELLAGOFIO les preguntó por los “piratas”, pronto se arremolinaron en torno a un bloc de notas sobre el que el bolígrafo casi echaba humo. “Mi padre tenía un fotingo”, dice Antonio Mendoza refiriéndose a un Ford 4 del que aún recuerda la matrícula (TF 4728), al que después sustituyó por un Austin y más tarde por un Volkswagen. “Antes no se vendían coches nuevos, del trinque*”, añade. Se traían de fuera de segunda mano y se enviaban a pasar la inspección de Industria al Paseo de Chil en Las Palmas, cerca del castillo de Mata.
Tendría Antonio 15 años de edad cuando su padre tenía aquel fotingo, que de taxi pasó a convertirse en pirata, “con dos asientos atrás, más dos banquetas plegables y un sillón corrido delante” donde iba el chófer, “y si había mucha gente que iba a Gáldar, se subían en los estribos”. En aquellos años de posguerra había en Guía “muy buenos coches”, coinciden todos los tertulianos, mejores que en Arucas (“allí eran Peugeot”) y que en la propia capital. Los de Guía eran coches americanos con marcas como Plymouth, Lincoln, Ford y otras muchas que no recuerdan. Pero sí recuerdan que eran “grandes, bonitos, duros, con tapizado de cuero”.
Aquellos taxis acabaron convirtiéndose en lo que popularmente se denomina “piratas” cuando empezaron a hacer viajes a Las Palmas cargados de pasajeros y “robándoles” viajeros a los “coches de hora”, las guaguas de la compañía Melián. Pasaba el taxista, recogía a todos los que podía (y más) y con el coche lleno los llevaba hasta el lugar que le decían el Camino Nuevo, en la capital, allí cargaba otra vez y volvía a Guía.
Camino Verde, Sardina o Barrabás
Algunos de esos coches (que sólo tenían cinco plazas) fueron reformados en el propio taller de Lalo, para que cupieran más pasajeros. “El de Camino Verde lo hice yo de siete plazas”, asegura el propio Lalo Candelaria, refiriéndose al taxista Francisco Aguiar por su apodo, así conocido porque su coche era verde en unos años que estuvo de moda una canción con ese título. “Todos tenían mote”, cuentan los tertulianos frente al taller, como Sardina o Barrabás.
No sólo era la Guardia Civil la que los perseguía (¡a pie porque aún no usaban moto!), también los peones camineros tenían orden de detenerlos si los veían en la carretera
El padre de Lalo, que tenía dos coches antes del golpe de los militares fascistas del 36, acabó en aquellos convulsos años en el campo de concentración de Gando, donde pasó ocho meses por sus ideas políticas de izquierdas. Lalo Candelaria recuerda, con ocho años, que su tía Teresa con la que se crió lo llevaba a ver a su padre preso, viajando en un Citröen de cuatro plazas en el que viajaban siete. “La cosa se puso un poco agria cuando volvió al pueblo”, recuerda, y vendió uno de los coches y el otro lo guardó en un garaje, “donde le robaron las gomas*”. Entró a trabajar entonces en la Comunidad de Regantes y después puso una latonería.
En años posteriores, ya durante la posguerra, eran muchos los taxistas que se hicieron “piratas” y tuvieron sus encuentros con la autoridad, en este caso a lo que se enfrentaban era a una denuncia y posible multa. Pero no sólo era la Guardia Civil la que los perseguía (¡a pie porque aún no usaban moto!), también los peones camineros tenían orden de detenerlos si los veían en la carretera. “Recuerdo a uno que le llamaba El Barato. Después ya llegaron los guardias con las motos y los gabardinos”.

Furgones Volkswagen sustituyen a los coches americanos
Los coches americanos que llegaron como taxis, según se fueron sustituyendo por vehículos más modernos, dieron paso a pequeños furgones que llegaban por partidas: por ejemplo hubo una época en que vinieron los populares Volkswagen (famosos después como emblema hippy de los años 60 en Estados Unidos) pintados de rojo y blanco o de verde y blanco (uno de ellos el renovado Camino Verde). Antonio Mendoza recuerda hasta sus matrículas (GC 16691 el de su propio padre; GC 16629 el de Antonio Jiménez Ñoño; GC 16347 el de Ignacio Álamo…). Otros eligieron otras marcas que fueron muy abundantes: “Amaranto trajo un Austin que vino sin pintar y se pintó a brocha”.
La actividad de estos piratas se fue normalizando en los años 60 y acabaron fusionándose con la compañía Melián, para crear en los 70 la compañía Utinsa, de la que unos compraron acciones y otros volvieron a ser taxistas.
Todo el viaje agarrando la palanca de cambios, porque se saltaba
Las anécdotas de aquellos viajes en pirata no tienen fin. Juan Guerra nos contó algunas. A uno de esos coches pirata lo paró en una ocasión un guardia civil a pie por la carretera. “¿Cuántos van?”. Y el chófer le dijo que ocho, pese a que el máximo que podía llevar era siete. Pero el guardia se puso a contar y dice “sólo cuento siete”. “Es que hay uno en el portabultos”, contestó el chófer y el guardia se lo tomó a broma y lo dejó seguir. ¡Y realmente llevaba un pasajero en el portabultos! A otro pirata sí lo pillaron y multaron por llevar uno de más de regreso a Guía, cuando había ido a Las Palmas medio vacío. “¿Ahora me paran y no cuando bajé, que sólo llevaba a tres pasajeros?”, se quejaba.
Lo multaron por llevar un pasajero de más de regreso, cuando había ido a Las Palmas medio vacío: “¿Ahora me paran y no cuando bajé, que sólo llevaba a tres pasajeros?”, se quejaba
Más curiosa es la anécdota del carpintero Pedro Mendoza, autor del camarín de la Virgen en la iglesia de Guía. Había ido a Las Palmas a buscar los trajes suyo y de Lule, otro carpintero, para ir guapos a la Fiesta de la Virgen. Pero era mucha la gente que viajó aquel día de Las Palmas a Guía y se quedó sin plaza. Al final consiguió que otro de los piratas lo llevara… si iba todo el viaje sujetando la palanca de cambios en tercera, porque se le saltaba, mientras el chófer se encargaba de manejar el volante.
* VOCABULARIO goma. En castellano, caucho. “En Canarias, “cubierta de la rueda de los vehículos”. (Marcial Morera, citado en Tesoro lexicográfico del español de Canarias). trinque. Palabra portuguesa para indicar que algo es totalmente nuevo. “Se usa en los giros preposicionales al trinque, del trinque, etc.” (varias citas en Tesoro…) ● |