Huyendo del volcán con una caseta que les dio el ayuntamiento

En 2019 se conmemoraron diversos aniversarios como el bicentenario del Museo del Prado o los 50 años de la llegada del hombre a la Luna (que contó con la colaboración del Centro de Seguimiento Espacial de Maspalomas, en Gran Canaria). En La Palma, lo que recordaron fue que 70 años atrás nacía un nuevo volcán: el San Juan. [En PELLAGOFIO nº 81 (2ª época, diciembre 2019)].
Por YURI MILLARES
“Desde octubre de 1712, en que se produjo la erupción del volcán de El Charco y hasta junio de 1949, transcurrieron 237 años de tranquilidad en la historia volcánica de La Palma”, leo a Juan Carlos Díaz Lorenzo en su blog Puente de Mando. En efecto, aquel verano de 1949 hacía erupción un volcán que recibió el nombre del día que lo escuchó tronar: San Juan.
Fue un año que Rosalía González recordaba sin ponerle número –cuando la entrevisté hace más de 21 años en su casa de Jedey y contaba 80 años de edad– por la terrible sequía que entonces padecía La Palma.

“El volcán nos hizo olvidar todo. Nos trastornó”, decía. Las terribles penalidades que pasaba aquel año por la falta de agua, de pronto se vieron superadas por otro hecho natural más terrible si cabía. Un volcán escupiendo lava en Las Manchas, de donde era ella.
Con su padre emigrado en Cuba en un “tiempo que allá no se hacía dinero”, me contaba, su madre tuvo que criar sola a siete hijos. “Teníamos que coger trabajos para ayudar a la casa. Yo empecé de 14 años”, sitúa su infancia trabajando en las obras de construcción de la carretera de Puerto Naos.
“Cargando piedras en las espuertas empecé en Los Llanos a trabajar y llegué hasta abajo, a Puerto Naos. Imagínese la pedrera que había por ahí, que se demoraba mucho. Porque no era con la pala como ahora. Era a mazo, no había palas”. Y suspira: ¡Ay mi madre!”.
Desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde por 1,50 pesetas (algo menos de un 1 euro al día), con una pausa para comer lo que se traía de casa. “Y ese sol encima de uno y después, cuando tiraban los barrenos, que tiraban 20 o 30, nos acogíamos debajo de las higueras con las espuertas encima de la cabeza, que lo que queríamos era librar la cabeza de las piedras”.
Cobraba media peseta por paca de pinillo que bajara de la cumbre, que se convertían en tres pesetas al día después de mucho andar y cargar

También estuvo en el monte cogiendo pinillo* para los empaquetados de plátanos. “Que veníamos hasta descalzas. Con la tierra caliente nos quemaban los pies como…”, deja sin concluir la frase mientras pone gesto de dolor. Cobraba media peseta por paca de pinillo que bajara de la cumbre. Se convertían en tres pesetas al día después de mucho andar y cargar.
Y cogiendo gamonas*. “Una hierba que se cría en el campo, para empacar los plátanos. Una cortaba la rama por encima y la ponía al sol. Y a los dos o tres días ya la recogíamos, se hacían pacas y a cargar para la carretera en la cabeza”. Siempre yendo a pie. “Sí, era caminando todo: por la noche, porque salía una de madrugada por los caminos, que no había carreteras”.
Y de regreso, aún tenía que realizar tareas de la casa (donde no había agua corriente, por cierto). Aquel 1949, en plena y crítica sequía, no había ni fuentes o aljibes en el barrio de donde obtenerla. “Daban cinco litros de agua para cinco personas al día. Entonces íbamos a buscarla más lejos, donde hubiera a vender, porque esa cantidad no alcanzaba, había niños pequeños y se gastaba más. Y cuando no, íbamos a lavar para Tazacorte en la acequia”, dice. “Yo ya tenía las dos chicas”, añade.
«Después empezó ese humo a tirar piedras de fuego y uno lo veía de aquí abajo y decía: ¡ay madre, que se enciende el monte!»ROSALÍA GONZÁLEZ
La erupción del volcán San Juan, aquel mes junio, había estado precedida por unos días de fuertes temblores de tierra en todo el suroeste de la isla. “Temblores había, antes de verlo en la cumbre, pero uno no sabía cómo era porque no se había visto. Y le cogió una tanta grima. Se vio mucho humo, pero mucho, y subiendo y subiendo arriba en la sierra. Y después empezó ese humo a tirar piedras de fuego y uno lo veía de aquí abajo y decía: ¡ay madre, que se enciende el monte!”, describe.

“Duró más de una semana para bajar la lava –continúa–. Pero eso eran temblores horribles, que le parecía a uno que la tierra se iba a hundir de los temblores que había. Entonces hicimos mudadas, íbamos para un sitio y después nos mudamos para otro, porque oíamos más temblores”.
“Y ya íbamos aproximándonos a Los Llanos, con una caseta que nos dio el ayuntamiento, cuando reventó la lava. Fue el día de San Juan cuando se vio eso en el monte. Se llama de San Juan porque reventó el día 24 de junio. Sé que el mayor estruendo que hizo fue el día de la patrona, el 2 de julio. Ese fue el temblor mayor que hubo. Y después, a los dos o tres días tiró la lava. ¡Esa lava era fuego!”.
Caminata y noche fuera de casa para lavar la ropa
Volcán aparte, los palmeros recuerdan el año 1949 por la terrible sequía que padecieron. Rosalía habla con tristeza de las penalidades que pasaron. Había reparto de agua a razón de un litro por persona y día, que en el caso de su familia tenían que recoger “en un tanquito en Las Manchas”.
ROSALÍA GONZÁLEZ:
«Subíamos al siguiente día, esperando que se secara la ropa, pero a veces no hacía sol y la traíamos a la cabeza mojada»
Apenas daba para beber, difícilmente para lavarse un poco, e imposible emplearla en lavar la ropa. Tenían que caminar casi 10 kilómetros hasta Tazacorte para ello, un viaje en el que incluso debían hacer noche fuera de casa.
“Íbamos por la tarde, nos quedábamos abajo y veníamos al otro día”, dice, durmiendo esa noche “en casa de una conocida que tenía” y “subíamos al siguiente día, esperando que se secara la ropa, pero a veces no hacía sol y la traíamos a la cabeza mojada, ¿no le digo que antes no había coche? Y cuando no, íbamos al pozo de Charco Verde”. En Charco Verde, precisamente, vivió “26 años fijo y después lo más que íbamos antes era a veranear. Pero fijos estuvimos 26 años, porque trabajaba mi marido en los plátanos ajenos” ●
*VOCABULARIO gamona. Gamón (Asphodelus ramosus). “Denominación única del «gamón» castellano, que ha sido feminizada en las Islas” (Pancho Guerra, Obras Completas, t. III, “Léxico de Gran Canaria”).pinillo. “Para encender el fuego, se usa el pinillo (La Palma) o pinocho (Gran Canaria), ‘agujas secas del pino”, cita a José Pérez Vidal el Tesoro lexicográfico del español de Canarias ● |