Jable para la batata y ‘jeito’ para trillar

La mejor batata de Lanzarote –la auténtica, según Francisco de León– es la que se cultiva en el jable, la arena que le aporta humedad y sabor en esta isla sedienta donde la poca agua de los aljibes era para beber. [En PELLAGOFIO nº 27 (2ª época, enero 2015)].
Por YURI MILLARES
Francisco de León es lanzaroteño de San Bartolomé y vecino de Mozaga. “Me eché a la novia aquí y aquí seguimos”, sonríe este agricultor a punto de cumplir los 85 años. “Desde chiquitito, nunca me gustó otra cosa”, dice de su trabajo en el campo. Como antes sus padres y sus abuelos, se ha dedicado a cultivar “todos los granos, pero sobre todo batata”, producto que antes se embarcaba casi todo “a Londres”, recuerda. Porque “Lanzarote se plantaba toda de batata, de la mar de abajo a la mar de arriba como, decimos nosotros”.

La singularidad en la isla es que “todo se plantaba en jable: batata, sandía, tomates…”, explica… y aquí empieza la confusión para quien no conozca el paisaje y la agricultura de Lanzarote. No hay que confundir jable (“jable volón que parece para encalar” lo describe Francisco, pero en realidad es arena fina) con la ceniza volcánica o lapilli (que aquí llaman “arena”), en un caso para el cultivo de la batata y en el otro para la viña. Ambos sustratos cubren la tierra para retener la humedad de la noche y filtrarla hacia el terreno que se encuentra debajo. “El jable aguanta más la humedad –asegura–. Un año invernoso dejamos la tierra preparadita y el próximo año, si no llueve nos da”. Pero el jable no sólo le da humedad, sino “sabor a Lanzarote”, insiste.
No hay que confundir jable (arena fina) con la ceniza volcánica (que aquí llaman «arena»), en un caso para el cultivo de la batata y en el otro para la viña
La batata de Lanzarote en realidad son varias, “teníamos la colorada de la punta menúa, la yema huevo, la amarilla, la blanca, un montón de clases”, describe Francisco, que también cita la batata cubana, “muy buena de comer, que llegó hace unos 20 años”.
A partir de una ramita
A pesar de ser tubérculo, no se siembra como la papa. Después de preparar el terreno hay que coger una rama de la planta y sacarle siete u ocho trozos de unos 10 centímetros que hay que enterrar sobre un montoncito de jable (previamente ha habido que cavar hasta alcanzar la tierra, abonar con estiércol y tapar con el jable). Esa ramita echará raíces hasta producir la esperada batata.
“Se planta todo el año, pero la verdadera era en febrero y se recogía en octubre”, precisa. “Toda la familia trabajaba: unos escardaban, otros echaban estiércol, otros ahoyando, otros poniendo, otros abrigando para hacerle soco con piedra. A mí me gustaba mucho hacer las pareditas, que después, como la agricultura fue dando poco, me fui a hacer paredes a Playa Blanca cuando vino lo del turismo”.

No faltaba en cada familia la tenencia de algún animal (un burro o un camello era lo habitual). “Me gustaba mucho trabajar con ellos”, reconoce Francisco, que ha tenido burro y mula, como su padre tuvo burro. “Los amigos de mi padre le dejaban el camello para que fuéramos a arar con él o a cargarlo de cebada, centeno, arvejas. Yo tendría 12 años y ya hacía esos trabajos como un hombre de verdad. Eso me encantaba. El camello es más noble y es mejor para coger el surco que el burro”.
Pajeros grandes y derechitos
Naturalmente, a burros y camellos había que alimentarlos. “En ese tiempo no había alfalfa. El año que llovía cogíamos bastante grano y guardábamos la paja para los animales, hacíamos unos pajeros grandes. Yo los hacía todo derechitos para arriba, de mayor a menor: lo menor lo íbamos poniendo por dentro y lo mayor por fuera, y los hacíamos redonditos, subiendo-subiendo para darle altura. Se tardaba un par de días en hacerlo, para que se fuera apretando y si llovía el agua escurriera por fuera”.
Para separar el grano que convertían en gofio, de la paja que servía de alimento a los animales, hacían trillas “en el calcadero*: se ponía el camello en el centro y va manteniendo los burros que van por fuera, que hacíamos una cobra de ocho o diez burros, según fuera la sementera, pidiendo a los vecinos sus animales para que ayudaran”.
Si era cebada, “la sacudíamos primero con un palito para no traer la tierra a la era. Entonces trillamos, le quitamos la paja, aventamos (que todos no tenía jeito* para eso) y haces una sierra* y todo el grano va cayendo juntito. Aventamos con la horqueta y el horquetón, y la pala era para paliar y sacar el grano limpio”.
Sin moñigos en el aljibe gracias a la aulaga
El esfuerzo del agricultor lanzaroteño por obtener sus cosechas en una isla sedienta se servía del jable y la ceniza volcánica para dar vida a aquello que plantaba. Pero ¿cómo se las arreglaba la gente para beber y dar agua a sus animales? “El agua escaseaba mucho, porque si no llovía…”, deja Francisco de León la frase sin terminar.
FRANCISCO DE LEÓN:
«Le poníamos una aulaga en el caño del aljibe para que no entraran los moñigos de los animales y así entraba el agüita limpia»
“Yo chiquito recuerdo ir con mi padre desde San Bartolomé a la Caleta de Famara con el burrito, a buscar dos barrilitos de agua. Que allí había un manantial de agua, aunque era un poco salobre. Y si no, en San Bartolomé había uno, don Paco Ramírez, que tenía una mareta* y allí íbamos a comprarle un barrilito también”.
Cada casa de familia tenía su propio aljibe, pero no siempre con agua. “Nosotros teníamos uno delante de casa, pero a veces no se llenaba. Y era del camino –explica, es decir, que se llenaba con el agua de la lluvia que caía alrededor del depósito– por donde pasaban los animales, todo lleno de moñigos. Le poníamos una aulaga en el caño del aljibe para que no entraran los moñigos y así entraba el agüita limpia”.
* VOCABULARIO calcadero. “Acervo de mieses dispuesto para trillar” (L. Fajardo, “El camello en Canarias”). jeito. “Habilidad, maña” (citado en Tesoro Lexicográfico del español de Canarias). mareta. “En Lanzarote, además de los aljibes inmediatos a las casas, hay algunos independientes y distantes, que reciben el agua en un trozo de terreno pavimentado al efecto, la alcogida. Los aljibes muy grandes reciben el nombre de maretas” (J. Pérez Vidal, “La vivienda canaria. Datos para su estudio”). sierra. “Montón de trigo en la era” (citado en Tesoro…) ● |