Historia Oral

Los pasajeros de la guagua ‘pirata’, debajo de los asientos

Oficios del mundo rural / Con los quesos puerta a puerta

Vendedor de quesos puerta a puerta, bajaba a la ciudad en ‘pirata’, toda una aventura. José Gil y Gil saluda sin levantarse, sentado entre higueras en El Inciensal (Gran Canaria). «No quiero perder la silla», bromea mientras su hijo, alrededor, cortaba hojas con una hoz para dar de comer a los animales. En realidad, es porque «soy un señor mayor ‘desmigajaíllo’», se define un día de septiembre de 1994 que lo entrevisté. [En PELLAGOFIO nº 112 (2ª época, noviembre 2022)].

Por YURI MILLARES

Pepe Gil observa a su hijo llevar la “manta de sacar”, telas de saco cosidas con las que envuelve hojas de higuera. | FOTO Y. MILLARES

Estamos en una finca en El Inciensal. José Gil y Gil habla de sus recuerdos con el periodista para un reportaje. Se publicaría aquel mes de septiembre en la serie «Ruta de pastores» de La Provincia. «El silencio es total y se escucha cada pisada de su hijo entre las ramas de los árboles», describía en el texto aquel encuentro.

«Aquí no hay ni ruidos de coches ni trompaderos de gente. Esto es muy tranquilo —decía este agricultor y ganadero, cuya mujer, Dominga Mendoza Rivero, era conocida por su queso de flor—. La vida más aperreada que hay es ésta. Pero cada uno lleva la de él. Ni todos podemos estar en la villa, ni todos en el parral. Si todos nos vamos a la villa, ¿quién hace esto?».

«Pasaba cinco días trabajando en la construcción y el sábado me lo cogía para juntar queso, corderos, gallinas para venderlos el domingo en Las Palmas» JOSÉ GIL

La finca, junto a un barranco que es frontera entre los municipios de Guía y Gáldar, la había comprado en 1971 después de muchos años de ahorro y sacrificio. «Recién casado, que yo no tenía nada, me pasaba cinco días trabajando en la construcción. Y el sábado, que antes se trabajaba, me lo cogía para dir por ahí a juntar queso, corderos, gallinas o pollos. Lo que hubiera, para venderlos el domingo en Las Palmas», leo la transcripción original de aquella entrevista.

En camión por un duro
«Y el domingo a la noche —continúa su relato—, me cogía un camión allá en el muelle, de esos que iban a llevar plátanos, y le daba un duro para que me pusiera en Guía o en Gáldar, porque no había carreteras aquí arriba». Ya fueran las 10 o las 11 de la noche, cuando llegaba, subía caminando a Caideros para, al día siguiente, «amanecer en el trabajo en Gáldar otra vez». Pensando en lo que anduvo en aquellos años se lamentaba, sentado bajo la higuera, de que «ya no sirve uno ni para levantarse, pero en mis tiempos había que correr para cogerme».

«Mientras haya queso de flor en el campo y corderos, a la compañía Melián me los como yo enteros» PEDRO EL DE LAS GUAGUAS

Pepe Gil utilizó muchas veces los servicios de un transportista pirata que sorteaba las multas con ingenio, bajo el lema: «Mientras haya queso de flor en el campo y corderos, a la compañía Melián me los como yo enteros». Era «un tal Pedro Tovar, Pedro el de las guaguas, puso una guagüilla vieja y por ahí empezó a hacer negocio. Entonces no había sino una compañía de coches, Melián, que eran unos coches amarillos, y empezaron a perseguir a ese hombre porque les hacía competencia», me detallaba.

Este guagüista —así lo define— tenía un vehículo que describía como «carrucha vieja». Aquella «guagua vieja no sé si hacía 12 o 15 cristianos*. Donde quiera se plantaba y tenía para echarla a andar una manivela, cuando no empujando, y amarrada con verguillas* y el diablo».

Aquella compañía Melián «pegó a perseguirle porque le quitaba el pasaje y él se escondía para un lado, se escondía para otro; y multas para un lado y multas para otro. ¡Bien de lata le dio ese hombre a la compañía Melián! Eso me consta a mí, porque alguna vez la cogí para venir a Caideros cuando ya había carretera. La compañía Melián empezó a perseguirle con un notario a las entradas y las salidas de los pueblos y él salía sin nadie… ¡y media docena de pasajeros metida debajo de los bancos!».

Delante de la casa-cueva, José Gil con su “manta de pastor”. | FOTO Y. MILLARES

Tun-tun, ¿compra queso?
Y José Gil, los domingos, «tun-tun, tocando de puerta en puerta, amigo. ¿Compra huevos? ¿Compra corderos? ¿Compra quesos?».

Iba, dice, «con un viaje* al hombro. Teníamos una casa donde iban los queseros, pagábamos un tanto y poníamos toda la mercancía. Y yo tun-tun, y si quedaba de esta semana para la que entra, lo dejaba en el depósito y la semana que entra volvía y lo vendía. Los quesos, porque los corderos no, que entonces no había ni nevera».

Algunas veces tuvo que quedarse a hacer noche en la ciudad. Pero a diferencia de otros queseros, que «iban a sus pensiones», él quería «ser tan económico» que iba a «donde tenía dos hermanos de pastores».

Era en una finca «que llamaban la Apolinaria, de una comunidad de curas. Y allí había treinta y tantas vacas de leche. Aquella leche iba para los asilos. Yo iba por la noche (ya ellos decían “pues a tal hora”) y me abrían la portada para quedarme allí con las vaquitas y salir por la mañana, para ahorrarme un duro de la pensión. Uno lo cuenta hoy y no lo cree».

■ HABLAR CANARIO
Con ensalada de penca, como un balayo

JOSÉ GIL:
«Con una ensalada de penca picadita, sabrosita, me ponía mejor que ustedes con un lechón frito»

Agua, gofio y poco más es casi lo único que llegó a tener, a veces, José Gil para comer. «Una pella de gofio, una cebolla y un poco de queso. Y fuera», precisa.

«Ya hoy no, que está la vida tan moderna que tienen una cueva con el televisor, la radio, la cama y la cocina con la leche, el café, la botella de ron, la sartén y el aceite. Antes no había nada de eso», cuenta cómo lo vivió. ¿Ron tampoco? «Yo no lo usé nunca, ni se usaba. En ese tiempo, nada».

Sin embargo, con el cardo del que su mujer Dominga aprovechaba la flor para cuajar el conocido queso de flor Guía, él era feliz comiendo la penca y la alcachofa. «La alcachofa estando tiernita me gusta mucho para una ensalada. Y me hacía una ensalada de penca picadita, sabrosita, con una aceituna, un pepino y una lechuga. Me ponía como un balayo*. Me ponía mejor que ustedes con un lechón frito. También aquí hacemos caldo de penca a cada poco, en invierno, que es cuando están (la flor ya está cogida y seca). Ya no porque no mastico».

*VOCABULARIO
balayo. «Cesta ancha y plana (…). Estar ancho o ancha como un balayo: gordo, colmado de satisfacción; embarazadas las hembras» (Pancho Guerra, Obras Completas, t. III, “Léxico de Gran Canaria”).cristiano. «Denominación con que en Canarias se llama a todo el mundo (…) equivalente a “hombre, persona”, tiene un valor similar al “chico” de Centroamérica y al “che” suramericano» (en Tesoro lexicográfico del español de Canarias).verguilla. «Alambre», anotó Benito Pérez Galdós en su cuaderno de palabras canarias (reproducido en el libro de Eugenia Hernández y José Antonio Samper Voces canarias recopiladas por Galdós).viaje. Aquí un viaje es expresión para indicar «mucha cantidad» de algo, muy empleada en Canarias (también en Andalucía). El Tesoro lexicográfico… apunta que es «voz comodín de muchas acciones, que toma sentido sólo en el semantema: Me echó un viaje ‘me hizo una reprimenda’, etc.»●

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba