Historia Oral

“¡Maaar!” gritaba el mareante y había que agarrarse al risco

Toda una vida cazando, pescando y mariscando explica que, a sus cerca de 83 años, Andrés Rodríguez Berriel conozca cada palmo de suelo de la isla de Fuerteventura. En otro tiempo eran actividades que completaban el sustento del isleño [En PELLAGOFIO nº 64 (2ª época, mayo 2018)].

Por YURI MILLARES

La agricultura y la ganadería han sido durante siglos, y hasta hace pocas décadas, casi el único modo y medio de vida de la mayoría de los habitantes de Fuerteventura. Para completar su dieta o hacer trueque por productos que uno no tenía, pero el vecino sí, el isleño se ha dedicado a la caza, a la pesca y a mariscar. También era una forma de ocio. “En una isla como esta poco más se podía hacer, ya que no se tenían los entretenimientos de la gran ciudad”, explica Andrés Rodríguez Berriel, que lo ha practicado todo.

“He sido cazador pero no era como ahora, que hay veda; antes se cazaba todo el año porque el conejo era una plaga»ANDRÉS RODRÍGUEZ BERRIEL

“He sido cazador (no era como ahora, que hay veda; antes se cazaba todo el año porque el conejo era una plaga), pescador con caña (también he hecho pesca submarina) y mariscador (con 15 y 16 años venía de vacaciones a la isla [porque estudiaba en Las Palmas] y con mis tíos nos íbamos al mar del norte, en la zona de Viocho, que hoy día es zona militar, y cogíamos mejillones, lapas, burgaos…).

Al mar del norte
Precisamente en esas tradicionales excursiones de varios días “al mar del norte” (que para muchos agricultores podían ser de semanas, si no meses, en épocas de espera por la cosecha), Andrés recuerda que se dedicaban a todo. Como curiosidad, cazaban gangas* “que venían a los barrancos donde estábamos, en busca de agua”.

También llevaban las cañas de pescar. “Se pescaba mucho el sargo, la tabaga* –recuerda–. Engodábamos* en unos charcones grandes que estaban comunicados por debajo y en entrantes del mar”. Para ello llevaban latas caducadas de atún que conseguían en las tiendas: “Metíamos ese atún dentro de un saco con pan duro, lo amarrábamos y lo botábamos allí dentro. Servía de engodo (los peces no se lo podían comer, mordían el saco que largaba un polvillo) y al segundo o tercer día por la noche, con una liña*, cogías unos cachos de meros, de abaes y de samas roqueras tremendos”.

“Metíamos atún de lata dentro de un saco con pan duro y servía de engodo»ANDRÉS RODRÍGUEZ BERRIEL

Familia pescando con caña. | FOTO TATO GONÇALVES
Como no tenían neveras, el hielo que llevaban en bloques se derretía después del primer o segundo día. “Normalmente hacíamos caldo de pescado y nos lo comíamos, pero como era mucho el que había, lo salábamos para llevar”.

Pero la más llamativa de las actividades a la que se dedicaban era la de mariscar (en la actualidad sometida a importantes vedas, para que las poblaciones de mejillones, lapas y burgados, afectadas por las grandes extracciones a que han estado sometidas últimamente, se puedan recuperar). “En esa zona había una baja*, la llamaban la Baja del Palo, que tenías que cruzar nadando. El mar revocaba allí, me amarraba una soga a la cintura, me tiraba y nadaba hasta el risco al otro lado. Llegaba allá, la amarraba y la gente iba entrando por la soga. Me acuerdo que una mañana sacamos trece sacos de mejillones”.

El mareante era la persona entendida en la costa, y en estas expediciones no podía faltar. Siempre llevaban uno, que se sentaba en una roca, un viejo de Tuineje»ANDRÉS RODRÍGUEZ BERRIEL

El mareante era la persona entendida en la costa, y en estas expediciones no podía faltar. “Siempre llevábamos un mariante, que se sentaba en una roca, un viejo de Tuineje. Estaba allí callado y de repente decía: ¡maaar! Daba un grito cuando venía la ola. Siempre suelen venir tres o cuatro tranquilas, cinco o seis como mucho; y después vienen tres casi seguidas grandes y te agarrabas al risco. La ola venía, rompía y después sacabas la cabeza y respirabas, venía la otra y hacías lo mismo, y cuando se quedaba otra vez el mar tranquilo volvías a coger, hasta que el viejo volviera a gritar”.

Empedrado de mejillones
Y eso era “aprovechando que estaba la marea vacía”, dice, tanto la de la mañana como la de la tarde. Al llegar la noche, formaban en la arena un empedrado con las barbas del mejillón para abajo. “Cogíamos aulagas y chaparros como leña, las echábamos encima y prendíamos fuego. La aulaga arde rápido y el chaparro mantiene la brasa. El mejillón se abría con el calor y cuando el fuego se extinguía, con un mimo ibas extendiendo y apartando las brasas, amasabas gofio en el zurrón y cogías un cuarto de cebolla. En una piedra ponías el gofio, en otra piedra la cebolla, te sentabas en una tercera piedra y empezabas plam-plam a comer mejillones asados”.

«En casa hacías caldo de papas y le echabas un puño de mejillones secos, aquello era exquisito»ANDRÉS RODRÍGUEZ BERRIEL

Andrés Rodríguez Berriel durante la entrevista. | FOTO TATO GONÇALVES
Al cabo del rato, “cuando estabas harto que no podías más, cogías un caldero y seguías…
abriendo y guardando mejillones. El mejillón ese, que estaba ya guisado, sin la concha ni la barba, al día siguiente lo tendías al sol en las rocas y al otro ya lo cogías seco, para meterlo en un saco, y te lo llevabas. En casa hacías caldo de papas y cogías un puño de mejillones de esos y se lo echabas: aquello era exquisito. O hacías un arroz y le metías de esos mejillones secos”.

■ HABLAR CANARIO
Caldo de perro para el raquitismo…

En una isla que prácticamente no tenía médicos, el isleño de otros tiempos tenía que arreglárselas como podía (y con lo que había) para sobrevivir en un medio tan duro e inhóspito como el territorio majorero. A Andrés le estuvieron dando tres años leche de camella porque tuvo tifus siendo niño. “Mi abuelo trajo dos camellas y cada mañana la ordeñaban. Es lo que había como cura. Y antes de llegar el verano, para que no cogieras enfermedades te hacían un lavado de estómago: te largaban una cucharada de aceite de ricino o un vaso pequeño de agua de carabaña, un agua salada como un demonio que te purgaba y estabas todo el día cagando”.

]Por algún catarro, o si estabas inapetente, “te largaban una taza de leche de camella o de leche de burra»

Por algún catarro, o si estabas inapetente, “te largaban una taza de leche de camella o de leche de burra. La de camella, si comía aulaga, era amarga; si comía barrilla o cosco, era salada; y si comía palotes de millo o paja, ya era más dulce. La de burra es dulce siempre, porque así como el camello come de todo, el burro come paja. Había tantas medicinas de esas… o más bien, sistemas de cura. Yo le oí contar a mi abuelo que él nació raquítico y lo tuvieron cerca de un mes alimentándolo con caldo de perro. Decían que era muy bueno… ¡Él estuvo toda la vida sano y murió de 99 años!”

El alimento más abundante de la isla, en cambio, casi no se comía: la cabra. “Como se decía aquí, con gofio y cerraja vive una persona. Se comía la machorra o el castrado para las fiestas de guardar, incluso ni todos los domingos, a no ser que se partiera una pata y tuvieran que matarla, que la secaban y hacían tocineta para poner en el potaje o lo que sea. Pero no había un comercio de la carne de cabra. Sí había un saharaui, Jamete, que se dedicaba a comprar toda cabra vieja o que no daba leche y se las llevaba al Sahara”.

* VOCABULARIO
baja. “Peñasco grande, de superficie relativamente plana, que se encuentra próximo a la costa y que puede descubrir un poco en la bajamar” (Marcial Morera, El español tradicional de Fuerteventura).

engodar. Portuguesismo. Aquí, “echar cebo al agua para atraer al pescado” (M. Morera, citado en el Tesoro lexicográfico del español de Canarias).

ganga. Ave del género de las gallinuelas, “actualmente dentro del archipiélago, sólo se encuentra en la isla de Fuerteventura (…). Vive en las zonas áridas y desérticas pero necesita abastecerse de agua regularmente” (David y Zoë Bramwell, Historia Natural de las Islas Canarias. Guía Básica). “Fue objeto de caza para comer: en 1775, un par de gangas costaba 8 cuartos” (Francisco Navarro Artiles, cit. en el Tesoro…).

liña. Del portugués linha. “Pocos son los canarios que se valen de la palabra «cuerda» en sus sentido genérico. Una «cuerda» es aquí una liña” (Agustín Millares Cubas, Cómo hablan los canarios).

tabaga. Especie de “lebrancho”. “Ha sido considerada voz guanche, pero los pescadores canarios dicen que la emplean los moros en la costa de África, lo que hace pensar que podría tratarse de un arabismo o un berberismo traído a la Canarias después de la conquista” (M. Morera, El español tradicional de…) ●

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba