Historia Oral

La maestra rural y su equipaje, en tres burros y dos horas

Oficios del mundo rural / Doña Pino, maestra en escuelas unitarias

En 1959 y con apenas poco más de 20 años llegó Pino Rodríguez a El Toscón como maestra rural. El primero de varios años destinada en aislados pagos y caseríos de la cumbre de Gran Canaria, a donde sólo se podía llegar caminando. Era un “destino aislado sin contacto con el exterior”, recuerda en sus memorias. [En PELLAGOFIO nº 104 (2ª época, febrero 2022)].

Por YURI MILLARES

Las vivencias de Pino Rodríguez Díaz (Moya, 1937) como maestra rural por escuelas unitarias de Gran Canaria y Fuerteventura las escribió de su puño y letra, animada por su familia, en un pequeño libro. Lo tituló Una maestra de la época. Tradiciones, vivencias y anécdotas. A sus 85 años todavía resuena con vigor su voz cuando relata en persona esas vivencias, mientras da un paseo por los Llanos de Acusa, señalando los caseríos que tiene a la vista de la impresionante Cuenca de Tejeda.

«Nos quitábamos los zapatos, nos poníamos las alpargatas, comíamos algo y a caminar. No había playeras como hoy; alpargatas y buenas» PINO RODRÍGUEZ

maestra rural
En los Llanos de Acusa, Doña Pino la maestra señala a algunos caseríos de la Cuenca de Tejeda donde dio clase. | FOTO Y. MILLARES

Para venir a ocupar su plaza en la escuela unitaria de El Toscón vino acompañada por su hermana Carmen (unos años menor que ella, para que no estuviera sola). Con algunas maletas y tres calentadores que le había comprado su madre “para escaldar* la leche” que se comía con gofio, cogió el coche de hora en su Moya natal.

“Salía a las seis de la mañana con los trabajadores a la [estación de guaguas de la] calle Bravo Murillo en Las Palmas –relata–. Allí cogíamos la guagua de las ocho a Tejeda, a donde llegábamos a las doce y seguía hacia Ayacata. Nosotras nos bajábamos antes, en la Cruz del Carpio, donde había una tienda, a la una o las dos. Una carretera que de San Mateo para arriba no estaba asfaltada. ¡Una calamidad!”.

El Ayuntamiento ya había sido avisado de la llegada de la maestra, desde donde a su vez lo comunicaron a los vecinos del caserío. La población del barrio, niños y grandes, la esperaba en la Cruz del Carpio para darle la bienvenida y llevarle el equipaje en tres burros las dos horas que había que caminar. “Nos quitábamos los zapatos, nos poníamos las alpargatas, comíamos algo y a caminar. No había playeras como hoy; alpargatas y buenas, que aquí arriba se hacían con pita y con hoja de palmera las tiras”.

«Yo lloré y todos los vecinos lloraron cuando empezaron a meter todas las aguas en tuberías; en El Toscón iba todo el mundo al barranco a lavar y a bañarse» PINO RODRÍGUEZ

La propia Pino Rodríguez en el colegio, en Moya, cuando apenas tenía 5 o 6 años (a la izquierda, de pie; a su lado, sentada, su hermana). | FOTO ARCHIVO PELLAGOFIO (CEDIDA POR PINO RODRÍGUEZ)

Vivía en la escuela con su hermana. “Ella era una experta en costura y calados y yo no sabía ni hacer de comer. Éramos dos niñas y fuimos siempre muy bien acogidas”, recuerda emocionada.

“Nunca fuimos a Moya durante el curso, sólo en Navidad y en Semana Santa. Allí no había carretera, no había nada. Yo lloré y todos los vecinos lloraron cuando empezaron a meter todas las aguas [del barranco] en tuberías. Es triste. En El Toscón iba todo el mundo al barranco a lavar, a coger ñames y a bañarse”.

El pan llegaba a la tienda dos veces al mes. “Antes no existía la palabra bocadillo. Yo me comía el pan con lechuga, pero eso fue más tarde, en Ingenio: los niños se comían una lechuga entera que daba envidia y un pan. Pero yo nunca pagué el pan, «cójalo sin compromiso», me decían, para que vea cómo respetaban a la maestra”.

El carnet de estudiante de Magisterio de Pino Rodríguez. | FOTO ARCHIVO PELLAGOFIO (CEDIDA POR PINO RODRÍGUEZ)

Su paso por otros pagos cumbreros fue similar. “Todos eran barrios aislados”, dice.

“En La Higuerilla las mesas eran cajones, un cajón grande hacía de mesa y cajones pequeños eran los asientos para los niños. En El Juncal las madres llevaban unas calderas grandes y preparaban la leche en polvo para todo el mundo. Llegaba de Argentina y del Ayuntamiento traían los sacos en burro”.

«La primera vez que llegué arriba yo decía, llorando y todo, ¡pero si no hay nadie, ni hay casas!, pero salían un montón de niños de las cuevas» PINO RODRÍGUEZ

Asombrada e impresionada, “la primera vez que llegué arriba yo decía, llorando y todo, ¡pero si no hay nadie, ni hay casas!, pero salían un montón de niños de las cuevas. Las escuelas eran llenas, con 30 y 40 niños. ¡Y un respeto enorme! Me decían Doña Pino. En la clase había alumnos de 6 a 16 años, salían de la escuela y a trabajar”.

“Estando en El Juncal a cada rato me regalaban un corderito –ríe–. Yo iba a Las Palmas, cuando nos dejaba el coche por detrás de la catedral, y el corderito me seguía por toda la calle Triana. Y todo el mundo mirando, fue una novedad. La traía en la guagua al lado mío. Y cuando crecía la oveja nos la comíamos, era para eso”.

Con sus alumnas en la escuela unitaria de nueva construcción en El Sequero (Ingenio, 1965). | FOTO ARCHIVO PELLAGOFIO (CEDIDA POR PINO RODRÍGUEZ)
■ HABLAR CANARIO
Gugúi, un “paraíso terrenal” de frutales

En tiempos de escasez de todo, Pino Rodríguez recuerda de modo especial el paisaje cumbrero poblado de almendreros e higueras. “De La Aldea subían a vender las sardinas asadas con gofio. Existía el trueque. Estaba todo lleno de frutales. ¿Tú has probado la famosa ciruela carnosa de Tejeda? Qué rica, que sale la pipa sola. El barrio más grande era El Juncal, que después, por debajo, se llega a Gugúi: el paraíso terrenal. Yo llegué a ir. No había sino melocotones, duraznos, peras, manzanas”.

PINO RODRÍGUEZ:
«Fui a ver la de Soria, sin los niños, porque salíamos de noche con antorchas de tea y llegábamos de madrugada por caminos y veredas peligrosas»

No fue esa la primera ni la única excursión de la maestra los meses que pasaba en la cumbre sin ver a su familia en Moya. Aquellos fueron años de construcción de grandes presas.

“Algunos fines de semana íbamos con el ranchero* a ver construir las presas. Fui a ver la de Soria, sin los niños, porque salíamos de noche con antorchas de tea y llegábamos de madrugada por caminos y veredas peligrosas. Tenía que ser los días de luna llena. A los pocos días que fui desde El Juncal cayó un banco de tierra y piedra sobre los operarios y mató a 12 o 15. Estremecedor”.

A ver la obra de la presa de Las Niñas “fui en la camioneta del queso: bajábamos de Tejeda al sur por Arguineguín y subíamos a la presa a buscar los quesos de los ganaderos, que venían con los burros cargados. Se necesitaba un día entero, de la mañana a la noche, para hacer ese viaje. Dentro iba el conductor, un acompañante y yo con mi acompañante y, atrás, en la carrocería, dos o tres personas más, que se les ofrecía”.

*VOCABULARIO
escaldar. Hervir la leche para ponerle el gofio. Una de las acepciones de escaldón es “leche hervida con gofio”, cita el Tesoro lexicográfico del español de Canarias a Orlando García Ramos (Voces y frases de las Islas Canarias).ranchero. “Encargado de distribuir las aguas de riego”, cita el Tesoro…

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