Perrillo o toro, sin maltrato no hay qué temer

Criador de vacas de la tierra, Venancio Suárez señala al toro ‘Esmeraldo’ como uno de los ejemplares de raza más antigua que hay en las islas: lo explica por su color atigrado similar al de los perros bardinos. Esta mole de una tonelada y media de peso se deja conducir mansamente por su amo. [En PELLAGOFIO nº 36 (1ª época, diciembre 2007).]
Por YURI MILLARES
Venancio Suárez Montesdeoca, Neno, ha reducido su cabaña de ganado vacuno al haber vendido la finca donde las tenía y empleaba para el trabajo en la tierra. Su veintena de reses ha quedado reducida considerablemente en número, trasladando a otro alpendre más pequeño las que le quedan, entre ellas el más espectacular de sus animales: un toro de 1.500 kilos al que llama Esmeraldo. Todo un ejemplo de lo que en Canarias se llama raza de la tierra; es “de raza muy vieja del país”, dice, por el color atigrado que muestra. Y sus vacas están enseñadas y adiestradas, así que puede arar o surcar con ellas, o ponerlas delante de un carro si hay romería a la vista.
“Las dos que no están enseñadas son las dos que están allí –señala al fondo del alpendre a unas que no son de la tierra–, que aquélla me la gané en una rifa en una feria en Valleseco y como es de las de fuera nunca la he enseñado y a la hija tampoco”, y explica que son más de leche que de trabajo. Para arar, insiste, las vacas de la raza canaria, porque “rompen” la tierra gracias a su gran fuerza.
Para arar, insiste, las vacas de la raza canaria, porque «rompen» la tierra gracias a su gran fuerza

Un día que cogía papas en el lugar de la finca que conoce por La Cañada le dice al hijo: “Llévate las vacas para arriba y suéltalas”. Éste las llevó a amarrar en un palo que tenía con un toldo, para poner la comida de los animales. “Entonces fue a quitarles el yugo y un gato saltó por dentro de aquello, las vacas se espantaron y tiraron a correr por ahí para abajo y el chiquillo corriendo detrás. Yo le grité: ‘¡No corras detrás de ellas!’. Llegaron al filo del risquete, quedándose con las patas clavadas y no se riscaron. Pero pasé un susto. Aquella yunta me duró nueve años, que no era una sola maestra, eran dos maestras. Después las enyugaba, cuando una de ellas paría, con otra. Las dos eran muy buenas domadoras”.
«Los toros crecen y en tres años se vuelven muy pesados. ¡Eso lo mete uno en la tierra y no cabe donde quiera!»NENO SUÁREZ

Relata esos nueve años que duró la yunta de maestras con orgullo, porque una vaca puede durar hasta 19 años, asegura, “dando leche sí, pero no muy trabajadas”, y las suyas siempre trabajan, aunque cumple de modo escrupuloso con lo que podríamos llamar la baja maternal del animal. “Antes las echaban [a trabajar después de parir] porque no quedaba más remedio, pero a los nueve días, se les respetaban siempre esos nueve días recién paridas. A mí no me gusta echarlas porque la ubre le molesta”. Hay quien, sin embargo, no respeta a veces esa baja maternal por razones médicas: “Cuando se le trilla* la ubre, lo mejor para bajarle la trillazón* que le llaman es caminarla o echarla a arar un rato. Será que el movimiento con las patas le va bien. Pero a mí me da cosa y no acostumbro hacerlo, me da pena”.

Manso como un perrillo
También da susto verlo, al pensar que semejante mole puede ser agresiva, pero no, es muy tranquilo. “Sí, me ven y dicen: ‘¿Cómo lleva este hombre un toro así?’. Pero yo llevo una confianza con él como si llevara un perrillo chico. Como los crío desde chicos y nunca les pego ni los maltrato, todos me salen mansos”… aunque no dejan de mugir ante cualquier hecho extraño en su vida cotidiana o si están excitados.
“Ellos acusan todo. Ahora llega un camión y Esmeraldo se queda dando pifidos, como diciendo ‘algo raro viene ahí’. Para que vea cómo es el instinto de los animales, si estoy arando con dos vacas todos los días, salen y él no resuella. Pero un día saco otra y enseguida se queda sublevado, dando algún bramido, porque ya sabe que aquellas dos no son las que salen todos los días. Extraña eso”.
Las vacas y los toros no acostumbran, como otros animales, a revolcarse en la tierra. “Pero no puede uno dejar que el toro hinque las rodillas y meta los cuernos en la tierra, ¡menuda polvacera!, y no hay quién lo domine después, se enrala*; tiene uno que sujetar el narigón arriba y mantenerlo”.
Con nombres y apellidos de colores
Vacas y toros reciben nombres por los que su amo los conoce, identifica y da órdenes durante el trabajo. “Yo digo ‘¡ooh Clavellina!, ¡ooh Centella!, y desde que digo ‘oh, Fulana’ ellas se dejan ir, si van a echarse fuera del surco vuelven para atrás”, asegura Neno, que explica el por qué de los nombres que usan las vacas.
«A la que es un poco oscurona, se le pone ‘Hermosa’ o ‘Morena’. La ‘Pestillera’ es una que tiene un cuerno retorcido y más alto que otro. La que tiene una pinta en la frente, ‘Lucera’…»
“El color de Clavellina es un canelo tirando a rojo. A la que es un poco oscurona, se le pone Hermosa o Morena. La Pestillera es una que tiene un cuerno retorcido y más alto que otro. La que tiene una pinta en la frente, Lucera; la que tiene muchas pintas por el cuerpo, Florida. La negra total, Romera. Una vaca que vaya canela muy alegre caminando, Alegría. Si dices “es como una centella”, “arranca como una centella”, pues Centella. Rebarba, con el rabo blanco y un poco broca. Ligera porque es ligera y porque es similar a Clavellina. La Maravilla es más o menos colorada, pero tirando a más claro, no tan rojo. Y así montones. Y si le falta un cuerno la distinguimos y se le pone la Mocha como un segundo nombre –hace una pausa y mira para su alpendre, identificando más nombres–: Aquí tengo la Negra, la Pintada por los colores, Clavellina, Alegría, Rebarba, Maravilla, Centella. Y los toros son Esmeraldo, por la cosa de que es arrayado y color esmeralda; Carbonero, que parece que ha salido de una carbonera; y Campeón, porque un día se me ocurrió soltarlo para sacarle el semen allá en Los Hoyos y el tío enseguida sube a aquello y se me ocurrió, ‘¡ños, eres un campeón!’, allí se rieron y Campeón se quedó”.
*VOCABULARIO enralo. Especie de entusiasmo descontrolado. “Es un estado de ánimo en que domina la alegría irreflexiva, una suerte de exaltación que hace perder al enralado la discreción, la mesura y el dominio de sí mismo (…). Los chiquillos se enralan cuando se les tolera el juego libre, sin cortapisas” (Agustín Millares Cubas, en Cómo hablan los canarios). samalión. De samalear (“zarandear bruscamente algo o a alguien”; Gonzalo Ortega, en Léxico y fraseología de Gran Canaria), samaleón (“zarandeo brusco”, íd.) o, como se pronuncia más por el isleño, samalión. trilla. Sinónimo de hincharse algo demasiado, según el uso que le da el agricultor y ganadero Venancio Suárez (Moya, Gran Canaria). No se han encontrado citas. trillazón. Hinchazón (en este caso, de la ubre de una vaca). Sin citas ● |