Un buchito de agua del Pozo y a correr al baño

Está a punto de cumplir 90 años y su memoria sigue sin perder detalle de lo que ha vivido. Su familia fue muchos años la encargada de dar los baños de aguas medicinales a quienes acudían al Pozo de la Salud, cerca de Sabinosa. [En PELLAGOFIO nº 25 (2ª época, noviembre 2014)]
Por YURI MILLARES
Tenía 12 años de edad cuando José Gutiérrez, herreño de Sabinosa que trabajaba desde los ocho “poniendo los baños”, como dice él, en el Pozo de la Salud, se tuvo que poner también de pastor. “Cogí una manada de ganado y estuve yendo a La Dehesa. Tenía que ir a poner los baños aquí abajo –todavía de noche– y después ir temprano a La Dehesa para amanecer arriba. ¡Con 12 años! Como los hombres estaban para la guerra, con las ovejas estábamos algunos chicos jóvenes y media docena de mayores. Íbamos cuatro o cinco chiquillos y para el camino teníamos unas gomas de esas de alpargata y hacíamos tiras y nos alumbrábamos con eso, le llamábamos un jacho* y se nos llenaba toda la nariz de humo por el camino”.
«En el Pozo de la Salud trabajaban mi abuelo llenando las tinas y mi abuela haciendo la comida»JOSÉ GUTIÉRREZ
En los años 30 del siglo XX, aquellos en los que José era todavía un niño, los baños se daban en unas casas que había más cerca del pozo que el actual balneario. “Había unas tinas de madera, redondas, como si fueran toneles partidos a la mitad. El dueño era gallego y allí trabajaba mi abuelo llenando las tinas y mi abuela haciendo la comida. Me acuerdo que mi abuela, tendría yo cuatro años y estaba un día en el cuarto de la loza, me dio a probar unas natillas. A mí me gustaron tanto que no se me olvidaron más nunca, fue la primera vez que las comí”.
«Cuando estalló la guerra me acuerdo de ir al faro porque había una emisora que daba las noticias y después traíamos la burra cargada de latas de petróleo vacías»
Además de las tinas de madera, al morir su abuelo y sucederle en el trabajo su padre, compraron “dos baños de aluminio o de hierro, uno era más cumplido* y el otro más redondo, uno era blanco y el otro metálico”. Al igual que las tinas de madera, debían llenarlas a mano acarreando el agua en unas latas. “Usábamos latas de 16 litros. Cuando estalló la guerra me acuerdo de ir al faro porque había una emisora que daba las noticias y después traíamos la burra cargada de latas de petróleo vacías. Las colgábamos de un palo con unos ganchos por los extremos, como los chinos. Así llevábamos la caliente y la fría para los baños”.
«Para el baño poníamos ocho latas en cada tina, seis de agua fría y dos de agua caliente. Teníamos hasta 32 baños»JOSÉ GUTIÉRREZ

«Vivíamos bien porque nos conformábamos con eso, pero ni había leña, teníamos que ir a buscarla por esas laderas»JOSÉ GUTIÉRREZ
“Había una paredita con un saco de puerta entre cuatro piedras y al aire libre. La gente iba para allá corriendo porque había estado tomando el agua, que actuaba como purgante nada más beberla… Y vivíamos bien porque nos conformábamos con eso, pero ni había leña, teníamos que ir a buscarla por esas laderas. Yo venía de pastorear en La Dehesa a mediodía y por la tarde tenía que ir a busca la leña con el burro”.

Un sueño que se cumple, los nacientes vuelven a brotar
En esa época, a esos ocho años que tenía José Gutiérrez cuando nos relata su vida en Sabinosa, había en el valle del Golfo un par de molinos de gofio en Tigaday. Hasta ahí le tocaba a él ir con la burra para llevar el grano tostado a moler. “Traíamos el grano tostado en un saco, que amarrábamos con unas cuerdas. El molinero era familiar mío, que también vendía sombreros y venía por Sabinosa y le dejábamos la casa”.
No puede evitar reírse cuando cuenta la divertida anécdota que le ocurrió con nueve años. En esa ocasión le tocó llevar también el grano tostado de una vecina, que amarró el dinero con el talego sin que él se diera cuenta.
JOSÉ GUTIÉRREZ:
«Cuando estaban moliendo oyeron un ruido y fue que molieron el dinero y notaron el estremecimiento de las piedras»
“En el molino me descargaron la burra y metieron el grano en la máquina y lo molieron. Al volver a Sabinosa me pregunta la señora si no había sobrado dinero. ‘Yo no vi dinero ninguno’, le dije. En el molino, mi pariente y el otro que trabajaba con él cogieron los talegos, los descargaron y los mandaron dentro de las piedras a moler, y cuando estaban moliendo oyeron un ruido y fue que molieron el dinero y notaron el estremecimiento de las piedras”.“Aquí el gofio se comía de millo y de cebada, más que de trigo. Donde más se comía de cebada era en San Andrés; en Sabinosa no había cebada porque no había donde sembrar, pero se compraba arriba. Comprábamos dos o tres fanegas para el año. Y el millo se compraba en las tiendas”.
* VOCABULARIO botar. “Tirar cualquier cosa”, escribió Benito Pérez Galdós en su cuaderno de “Voces canarias”. cumplido. Largo (portuguesismo citado en el Tesoro lexicográfico del español de Canarias). jacho. Así se llama en Canarias al hacho, normalmente un pequeño “palo resinoso o bañado en materias resinosas, que se usaba para” alumbrar. perra. Aquí, dinero ahorrado ● |