Historia Oral

Soldado raso y vestido por un sastre de Triana

Tiene más de 90 años pero los recuerdos claros de una ‘mili’ que le tocó pasar en tiempos difíciles. Conocía al que disparó el cañonazo aún visible en la fachada del Ayuntamiento de Arucas y presentó armas a un Franco “muy bajito” en Bilbao. [En PELLAGOFIO nº 2 (2ª época, julio-agosto 2012)].

Guillermo Domínguez aún conserva el uniforme que le hizo un sastre de la calle Triana, en Las Palmas de Gran Canaria, cuando se incorporó a Caballería./ FOTO Y. M.
Por YURI MILLARES

Guillermo Domínguez Padrón nació en 1920 en Barranco Hondo, en una casa que todavía está allí, dice. Su padre, que hizo fortuna jugando a la baraja con los oficiales del cuartel de Guía de Gran Canaria y pudo comprar tierras, murió cuando él todavía era un niño de 10 años y poco después la familia se fue a vivir al centro de esta ciudad. Tan en el centro, que tenía el ayuntamiento y la iglesia a pocos metros de su casa.

Allí estaba asomado, en la esquina de la plaza Chica, recuerda, “cuando estalló el Movimiento, vi venir los soldados por la calle la Carrera. Luis Lodo, que era el sargento, llegó a la esquina y me dijo ‘vete pa tu casa’. Llegó, bajó y cogió por la calle la Carnicería y fue para San Roque. Y detrás venían soldados y paisanos con la bandera española en el antebrazo. Venía con la pistola, corriendo, y detrás venía toda la compañía. El pueblo enseguida se entregó. Pusimos banderas blancas, las sábanas de las casas, que el pueblo quedó blanco”.

«El que disparó al Ayuntamiento de Arucas fue uno de Guía, Manolo Afonso, que era soldado de Artillería»GUILLERMO DOMÍNGUEZ

Cañonazo al Ayuntamiento de Arucas
En Arucas, en cambio, sí hubo resistencia al golpe de los militares facciosos. Pero con el control de las unidades del Ejército por parte de los oficiales implicados, no tardaron en instalar un cañón ante la fachada del Ayuntamiento de Arucas. “El que disparó fue uno de Guía, Manolo Afonso, que era soldado de Artillería. Y me dijo él que no le pusieron mucha carga al cañón, una pieza pequeña, no fue nada más que para asustar a aquella gente y saliera”. Guillermo, que apenas era un muchacho de 16 años, recuerda que todo “empezó un sábado y el Arcila vino el domingo por la costa y disparaba al Pico [de la Atalaya], que la gente estaba allí y se asomaba y cuando sentía el fogonazo se ponían detrás, ¡bum!, y volvía a asomarse. Y vino por Amagro también, y dio algunos tirillos”. Era un pequeño guardacostas donde iba como segundo comandante, por cierto, “el que fue después presidente del Gobierno con Franco, que lo volaron, ¿cómo se llamaba?”, se queda un momento pensando: Carrero Blanco.

«¡Franco era más chico que yo, porque la calle por donde pasó era estrecha y cada dos metros había un soldado, y yo era uno de ellos, presentando el arma!»GUILLERMO DOMÍNGUEZ

Al cumplir los 18 entró con los últimos reclutas que fueron a la guerra. “Los iban cogiendo de trimestres. El primero alcanzó leña, el segundo también; ahora, nosotros ya llegamos al final, estuve en la toma de Barcelona”. Allí sufrió un accidente al intentar entrar “con el cocinero a sacar aceite de una tiendilla que abandonaron, que habían pegado fuego y aquello era madera y una plancha de cemento por arriba y al peso mío ¡bum!, me hundí y me cayeron piedras en la cabeza y de allí fui al hospital de San Pablo”.

Guillermo Domínguez monta uno de los caballos que tenía que cepillar cada día en Tudela./ FOTO ARCHIVO PELLAGOFIO

Y allí estaba el mar, nada extraordinario para él. “Lo gracioso es que los soldados del centro de España, los castellanos, ‘¡contra*, qué río más grande!’, a beber agua, a lavar la ropa, ja, ja, ja. España estaba atrasada en aquel entonces, ¿eh?”.

Con Franco en Bilbao
Y en Bilbao estuvo en el desfile del 18 de julio de 1939, “que fue Franco”, puntualiza. “Que me acuerdo, porque por lo visto desembarcó [el día antes] en Portugalete y venía por la parte izquierda de la ría, donde está Deusto (que en Deusto estuve haciendo guardia) y venía él solo delante y detrás toda la comisión. ¡Pues era más chico que yo porque la calle por donde pasó era estrecha y cada dos metros había un soldado y yo era uno de ellos, presentando el arma! Y a mi gusto que yo miraba hacia abajo para verlo”. La sorpresa de Guillermo Domínguez había sido doble, por ser él un hombre de baja estatura al que le tocaba siempre estar en primera fila en la formación y por tratarse nada menos que de la figura del “Generalísimo”, que el imaginario popular veía del tamaño de las estatuas que en los siguientes años se le dedicaron por todo el país.

Los soldados (Guillermo entre ellos, sujetando al caballo) colocan al semental junto a una yegua./ FOTO ARCHIVO PELLAGOFIO
Y en efecto, al día siguiente fue el Desfile de la Victoria y delante de las sillas de primera fila estaba el soldado Guillermo, “el canario”, de pie con su baja estatura y su fusil, “y detrás de mí estaba Raimundo Fernández Cuesta con la hija y la mujer de Franco. Yo miré para atrás con disimulo y los vi”.

Y tras venir de regreso, licenciado, en 1941, ¡le ordenaron presentarse en el cuartel el 15 de agosto y lo volvieron a coger! “Mire mi comandante –fue a rogarle–, que vengo de la Península y me toca entrar el día 15, el día de mi pueblo”, que era “un viernes, y el sábado porque es sábado y el domingo es fiesta, para ver si puedo entrar el lunes”. “¡Usted se presenta el día 15!”. “¡Toma ya! Seis años estuve yo en el cuartel”. En el Isla de Tenerife embarcó el tercer trimestre de 1941 para Vigo: “Por miedo a los submarinos sería. ¡Cinco días de aquí a Vigo! Había un muchacho que empezó a marear, yo no sé si estaba muerto ya, tendido en el pasillo y arrojando*, que ya no tenía el pobre ni qué arrojar”.

Se había hecho su propio uniforme con un sastre de la calle Triana. Dejó asombrados a los oficiales vestido a medida pero sin galones

Pero el soldado raso Guillermo Domínguez se había hecho su propio uniforme nuevo nada menos que con un sastre de la calle Triana. Y cuando lo destinaron a Tudela a una unidad de Caballería dedicada a la cría de caballos sementales, dejó asombrados a los oficiales vestido a medida pero sin galones. “Que yo no sé cómo me dejaron vestir así, que el capitán era un hueso. Y con pantalón de canutillo blanco”. Y sus espuelas con las botas altas. “En Tudela estuve siempre con eso”.

■ HABLAR CANARIO
Con un caballo viejo ante los paisanos

GUILLERMO DOMÍNGUEZ:
«Teníamos un caballo viejo y dice el sargento a los paisanos: “El caballo está cansado, esta mañana estuvo cubriendo”. Digo yo: “Qué cansado, lo que está es viejo”»

De su estancia en Tudela rescata Guillermo Domínguez una anécdota: “Salíamos por ahí en el mes de febrero con caballos para la cubrición y fuimos a Alfaro, que pertenece a Logroño. Teníamos un caballo viejo y dice el sargento a los paisanos: ‘El caballo está cansado, esta mañana estuvo cubriendo». Digo yo: «Qué cansado, lo que está es viejo». ¡Yash coño, aquello fue un insulto! Me mandaron para Tudela expulsado y cuando llego (el capitán era don José González de Heredia, que le dieron un tiro en la guerra y era un poco cojo y tenía una mala leche tremenda), pienso ‘cuando llegue allá me mata’, y cuando llego al patio me dice el capitán «qué te pasa». Yo no sabía ni qué decirle, temblando estaba. Dice: «Vete a la oficina y te pones en la oficina», yo creo que fue por la ropa, je, je. Porque aquello fue un insulto, decir que el caballo no servía delante de los paisanos”.

*VOCABULARIO
arrojar. Vomitar, en Canarias, Aragón, Andalucía y algunos países del Caribe (Cuba, Puerto Rico, México). Varias citas en Tesoro lexicográfico del español de Canarias.

¡contra! Voz muy popular en el habla de las islas, para expresar asombro o molestia. “Palabrota recatada, más leve que consio”, describe Juan José Dorta en Palabras de ayer y de hoy. Acentos en el recuerdo

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba