Vino de tea, teas rojas y tea blancas en un vino “estomacal”

VINO DE TEA. Las lecturas de joven hicieron que Manolo García quisiera conocer mundo. Tras un largo periplo embarcado como tripulante de toda clase de barcos mercantes y en plataformas petrolíferas, regresó a La Palma donde se dedicó a elaborar vino de tea en Garafía, “lo más lejos que podía ir sin salir de la isla”. [En PELLAGOFIO nº 91 (2ª época, diciembre 2020)].
Por YURI MILLARES
En una “finca preciosa” junto a la ermita de Las Nieves, en Santa Cruz de La Palma, nació Manuel García Hernández en alguna fecha de mediados del s. XX que no recuerdo. La finca tenía una “zona baja de plataneras, una ladera de palma y pinos donde jugaba como un cabrito salvaje y me picaban los picos de la palma, y en la parte alta, más llana, sembrábamos la cebada para hacer el gofio. Hacíamos las trillas”, me contaba una de las muchas veces que lo fui a visitar entre 1996 y 1999 a sus viñedos en Jerónimo (Garafía), junto a una pista de tierra que se cruza con la carretera de montaña de Hoya Grande al Roque de los Muchachos.
«Si el hombre manejaba una azada, el niño quería manejar una azada, pero yo no podía con el cesto de las papas con cinco o seis años»MANUEL GARCÍA

En su niñez el afán de los niños era poder hacer lo que hacían los hombres. “Si el hombre manejaba una azada, el niño quería manejar una azada, pero yo no podía con el cesto de las papas con cinco o seis años. ¿Qué es lo que podía hacer? A los niños pequeños nos destinaban a coger, de los montones pequeños de estiércol distribuidos, puñitos de estiércol. Porque primero se echaban las papas, después iba otra persona detrás (mamá, mis tías o vecinos) que nos ayudaban y ponían el guano entre papa y papa y después los niños puñitos de estiércol”.
En su juventud, lo que sabía del mundo lo leía en el palmero Diario de Avisos y en las novelas que llegaban a sus manos. Cuando leyó Cumbres borrascosas se preguntaba “¿será esto verdad?, ¿cómo puedo conocer si Escocia es así?”. Terminó por hacerse marinero y recorrer mundo: navegó por el Misisipi, conoció los puertos de Rotterdam, Bengasi o Trípoli, trabajó en remolcadores de Estados Unidos que “los americanos le llaman tug supply” y acabó en plataformas petrolíferas en el norte de Escocia y a la entrada del canal de Magallanes.
«Cuando compré esta finca aquí había tres pipas de tea, desfondadas, pero bueno, el maestro Liborio –conocido como ‘Liborio el de las Pipas’–, en paz descanse, las arregló»
El intenso periplo concluyó donde había partido, en su isla natal. “Miro el mapa. ¡Pero si yo soy canario y en Canarias estoy cerca de Europa, de América y de África! Con un clima estupendo, los temporales no arrasan y los terremotos… tenemos alguno de vez en cuando, pero no como en los Andes. Entonces llego a La Palma, aquí me sentía descansado”.

Aún así, la capital palmera se le hacía pequeña, así que se dedicó al cultivo de la viña y a la elaboración de vino de tea, en Garafía, los fines de semana. “Es lo más lejos que podía ir sin salir de la isla”, explica. “Cuando compré esta finca aquí había tres pipas de tea, desfondadas, pero bueno, el maestro Liborio –conocido como Liborio el de las Pipas–, en paz descanse, las arregló. Heredé otras pipas de mi padre, otras me las dieron mis tíos”.
“Es un vino muy diferente. Estomacal, afrutado –me contaba mientras compartíamos unos vasos del vino de tea que fermentaba en las pipas de esta madera de su pequeña bodega–. El sabor más o menos a tea depende tanto de las pipas (si están nuevas o viejas), pero también depende de la madera de los pinos. Hay unas teas que son muy rojas y hay unas teas más blancas. Y hay pipas que, después de cien años hechas, están largando resina”.
«La tea es muy estomacal, aquí la gente cuando tenía ácido por la comida se ponía una astillita [en la boca] y chupando»

“Lo que yo he podido averiguar en la zona –continuaba–, es que el pudiente y el rico se puede desplazar y arrastrar la madera con yuntas de bueyes de un lado a otro; pero el pobre cortaba el pino que más tenía a mano y, sea bueno o sea malo, con eso hacía las pipas. Pero había aquí una zona, un lomo, en que los pinos daban una madera un poco blancazca y de ahí, del cogollo de medio para arriba, aprovechaban la tea para los vinos. Una tea un poco blanca y no muy resinosa. Una tea, como dicen los viejos, que no es buena tea”.
La tea, insistía, “tiene cualidades muy buenas, muy estomacal, muy bueno, no da ácido. De hecho, aquí la gente antiguamente cuando tenía ácido natural por la comida se ponían una astillita de tea [en la boca] y chupando, chupando”.
El castaño, para castañas y la tea, para las barricas
A los palmeros, me contaba Manolo García, les gusta mucho el sabor que da el vino en barricas de castaño. “El roble no tiene ese gusto –decía–. Por eso, en casi todas las bodegas hay alguna pipa* de castaño, pero las que había en esta zona [del norte de La Palma] eran todas de tea*, porque la madera que tenían para hacer pipas era de tea. Y ocasionalmente se encuentra alguna pipa de almendro”.
«La tea es como un cristal, si el vino se pone avinagrado es fácil de lavar»
En la zona de Tijarafe y Puntagorda, señalaba, “los castañeros no abundaban mucho y no los cortaban porque daban castañas; la madera que tenían era los pinos y empezaron por ahí. Además, la tea es como un cristal, si el vino se pone avinagrado es fácil de lavar porque la tea no absorbe el vinagre. En una pipa de castaño, si se avinagra, es muy difícil porque el castaño absorbe”.
*VOCABULARIO pipa. Voz común al español y al portugués que pudo haber llegado a Canarias de la mano de este último idioma, cita el Tesoro lexicográfico del español de Canarias a Marcial Morera (Español y portugués en Canarias…), es “tonel que sirve para transportar o guardar vino…” y, en port.: Vasilha bojuda de tanoaria, para guardar vino, azeite, etc. Según Florencio Pérez, natural de Puntagorda y que llevaba en camión vino de tea a Los Sauces, “la pipa que llamamos nosotros aquí es de 480 litros».tea. “Madera resinosa que constituye casi todo el corazón del pino de Canarias”, cita el Tesoro… ● |