Vivencias del marchante de ganado Genaro Padrón (y 2)
En El Hierro, la palabra dada era el trato, ya fuera en la apañada o el cercado

Marchante de ganado, Genaro Padrón ha comprado muchas reses a lo largo de su vida y nunca pagaba hasta que volvía del matadero, pero nunca dejó a deber nada a nadie. Presume de ello, ¡hasta bromea!, lo que casi le cuesta tener que pagar dos veces la misma vaca cuando se puso a vacilar con uno que se hizo el despistado. Ya fuera en alguna feria de ganado, en un cercado en Nisdafe o en la cuadra de algún vecino, compraba al ojo y su trato era la palabra. Segunda entrega de este reportaje que comienza con: «Veleros y correíllos, a Tenerife con las vacas que pastaban en Nisdafe». [En PELLAGOFIO nº 96 (2ª época, mayo 2021)].
Por YURI MILLARES
Uno de los pocos herreños de cierta edad que no emigró a Venezuela en algún momento de su vida, Genaro Padrón Morales no ha dejado de caminar y circular por todos los rincones de su isla comprando reses que llevaba al matadero en Tenerife. Y eso que el piloto del Joven Gaspar, Rafael Cejas, le ofreció sumarse al pasaje de este velero en su viaje clandestino el verano de 1950 que lo llevaría hasta la costa venezolana La Guaira. “Yo no tengo dinero para el pasaje, Rafael”, le dijo. “Nadie te ha hablado de dinero. Yo te llevo y sanseacabó”, le contestó. “No me cobraba nada. Dios lo tenga en la gloria”, comenta con agradecimiento.
Genaro nació el 18 de octubre de 1927 así que “del siglo pasado tengo 73 años, más lo que va de este”, dice invitado a su interlocutor a realizar la suma: “Tengo 93, pero ya estoy caminando los 94”, se adelanta a responder. De niño ya tenía que caminar en las tradicionales mudadas de los herreños entre sus barrios de origen y los asentamientos que fundaron en El Golfo. “Los del pueblo de Guarazoca iban de mudada a Las Puntas dos veces al año, en invierno y en verano. Se iba para abajo con las vaquitas, las cabras y lo que uno tenía, y a comer gofio y suero”.
“¿Cuándo se van para arriba?”. Los vecinos de los mismos barrios se hablaban, recuerda, “para mudarnos el mismo día y que los cochinos caminen más si nos juntábamos cuatro o cinco”, yendo de regreso a Guarazoca desde abajo, en Las Puntas, por el peligroso camino del Risco de Tibataje. Tan peligroso como que muchos herreños han vivido o conocido incidentes al transitar por él. “Ya te dije que antes de ir al cuartel sabía matar y arreglar una vaca. En casa llegué a matar novillitos en los años malos para vender la carne y me defendía, coño, gracias a dios. Y entonces vengo de permiso y mi familia estaba en Las Puntas, así que me voy al Golfo a verla”.
«La piedra mató a la yegua, y la mujer, al caerse, se desconchó un pie y la llevaron en una sábana a Las Puntas»GENARO PADRÓN, antiguo marchante de ganado
La ruta: el citado y peligroso camino. “Cuando llegué a La Jarilla veo a un hombre sentado junto a una vaca amarrada y la otra muerta. Le dije a Benigno el de la Cuesta: ¿Don Benigno, tiene cuchillo? Dice: «Sí». Sáquelo. Le doy un tajo a la novilla y la desangré para quitarle el cuero. Le dije que fuera a casa del tío Melitón a ver si le prestaba el burro y vino con tío Melitón, el burro y dos barquetas. Se la hice en cuatro cuartos y le ayudé a cargar la vaca en el burro. Y él, tocando el burro, otra vez para abajo”.
Mayor fue el susto que se llevó, en otra ocasión, una mujer que cabalgaba por el mismo camino. “Cayeron piedras y le cayó una en la cabeza a la yegua. La piedra mató a la yegua y la mujer, al caerse, se desconchó* un pie y la llevaron en una sábana para abajo, a Las Puntas. Así que eso es peligroso”.

Después de realizar el servicio militar en La Palma (“Me mandaba el teniente Ayala: «Vaya usted a buscar una cochina arriba que hay que matarla, porque usted está apuntado de carnicero», me decía”), se hizo marchante de ganado, “si la vaca estaba suelta en Nisdafe, allí iba; si estaba en la cuadra, a la cuadra. Se compraba al ojo”.
Y su palabra era tenida como de fiar. “Una vez que llego a San Andrés me dice el amigo Basilio [Padrón]: «Tengo una vaca que vender». ¿Dónde está la vaca, Basilio? Dice: «En Las Rosas, en la finca». Pues vamos a la finca. Bueno, Basilio, ¿cuánto pides por la vaca? «Amigo Genaro, por la vaca no quiero nada. Usted se lleva la vaca, coge lo suyo y me trae lo mío». ¿Te gustó ese trato? –interpela al periodista–. Ese es el trato de un marchante limpio, ¿no?”.
Cuando había feria de ganado, allí estaba también para hacer tratos. “Sí, en la apañada* –confirma–. Y para bestias. Te voy a contar. Llega uno a la apañada con una yegua parida y le dice un fulano…”. El diálogo, relata, transcurrió más o menos así:
–Amigo, le compro la cría de la yegua.
–Para eso la traje, para venderla –responde el dueño del animal.
–¿Cuánto quiere usted por la mula? –dice el otro señalando a la cría de la yegua.
–Pues, de momento, la doy en mil pesetas.
–¿Cuánto me baja de la mitad? –regatea el comprador.
–Pues si está usted interesado en comprármela, de la mitad le quito 50 pesetas.
“Entonces fue a pagarle la mula –ríe Genaro cuando ya está llegando al final del cuento– y quería darle 450 pesetas y el dueño le dice: «Yo a usted de la mitad le bajé 50 pesetas. De la otra mitad no se habló nada»”, continúa riendo.
Empatando un cuento con otro, mantiene la sonrisa. “Yo compraba reses y pagaba. Y no tuve camión, lo contrataba. Un día le dije a uno: Acordándome yo, el último novillo que te compré, ¿te lo pagué o no te lo pagué? Dice, «coño, ahora me dejaste pensando». Yo vacilando y si hubiera ido en serio me lo hubiera vuelto a cobrar, jajaja”.
De regalo de boda, dos guatacas sin palo… ni uso
Dedicado a comprar reses, Genaro nunca se ha dedicado a la agricultura. “Yo no trabajo –bromea–. Usted sabe que antes lo que le daban a uno de regalo cuando se casaba era una guataca para las papas, un sacho para cavar, un marrón para romper piedras. A mí me regalaron dos guatacas, una [de la marca] Bellota y otra, Cocodrilo [la inglesa Crocodile]. Las puse en la lonja* y todavía no les he puesto palo”, ríe cuando han pasado más de 60 años.
Pero la energía que Genaro no ha gastado cavando papas, la ha empleado, y mucho, trasladando de reses de un lado a otro por los caminos. Como cuando fue a Sabinosa a hacer noche a casa de un tío para subir a La Dehesa, comprar 17 vacas y llevarlas, a las 2 de la mañana, a pie hasta Valverde, “allí se amarraban y por la tarde, cuando venía el barco, salían para abajo caminando. Es decir, que caminaban desde allá hasta el puerto, coño, ¡qué miseria!”.
Y al desembarcar en Tenerife, alguna vez, “del muelle en Santa Cruz a La Laguna, para arriba encangadas* tres o cuatro y tocándolas, caminando” por la carretera de La Cuesta.
*VOCABULARIO apañada. En El Hierro es “feria de ganado para venderlo o intercambiarlo”, cita el Diccionario histórico del español de Canarias como segunda acepción de este vocablo.desconchar. “Estropear o romper algo. Suele referirse especialmente a dislocar o fracturar un hueso o una articulación” (Diccionario histórico…).encangar. “Poner el yugo a los animales”, cita el Tesoro lexicográfico del español de Canarias.lonja. “En las casas herreñas, la despensa” (O. García Ramos, Voces y frases de las Islas Canarias), ubicada en la “parte baja de la casa –casi siempre– con puerta al exterior o interior (patio, aljibe, etc.) en el cual se guardan papas, vino, higos pasados, cereales, queso… así como utensilios” (Flora L. Barrera, “Vocabulario” en El habla común del Hierro) ● |