Historia Oral

Vivencias del marchante de ganado Genaro Padrón (1)

Veleros y correíllos, a Tenerife desde El Hierro con las vacas que pastaban en la meseta de Nisdafe

Genaro Padrón comenzó su vida de marchante de ganado en 1949, cuando salió del cuartel y aún no había cumplido los 22 años. Era un marchante “limpio”, dice, porque nunca dejó una vaca sin pagar a nadie, pero sufrió incautaciones y engaños cuando llevaba sus reses al matadero. [En PELLAGOFIO nº 95 (2ª época, abril 2021)].

Por YURI MILLARES

En cuanto aparca su camioneta en el centro de Valverde y se baja del vehículo, nos presentan. “¿Cómo tiene que ser un marchante?”, me pregunta enseguida. “Inteligente y saber tratar con los dueños. No ser bobo”, responde él mismo. Sobre todo “no equivocarse” al comprar reses al ojo, dice, calculando el peso del animal sin pasarse en 10 kilos arriba o abajo. “Tiene que conocer usted el ganado y lo que le va a rendir después. Si pagas 400 kilos y no pesa sino 360, estás perdiendo 40 kilos. Eso lo llegué a aprender”.

Las últimas reses que cría Genaro en Nisdafe: una vaca de tres años, una novilla de once meses y uun becerro de 15 días. | FOTO ISIDORO JIMÉNEZ

Él en lo que se fijaba, ríe, es si estaba “gorda o flaca, y después la soltaba en Nisdafe para engordarla. Llegué a criar hasta cien animales míos así y después los embarcaba para el matadero” en Tenerife.

Llegó a comprar, en alguna ocasión, “hasta 50 y 60 animales en un solo día o dos y no pagaba nunca ninguno –detalla–. Los llevaba al matadero, cobraba y, después, se los pagaba a los dueños. He contado más de cuatro mil animales que he llevado y no hay ninguno de aquí en la isla que me pida dinero de ninguno, que es bastante”.

Porque, al hacer recuento de cuántas reses han pasado por sus manos, Genaro Padrón Morales, que es su nombre completo, calcula que en 40 años estuvo compró animales “a un promedio de cien vacas y novillos al año; y tiene que haber otras cuatro mil vacas de las que yo criaba”, dice mostrando el Libro de Registro Ganadero.

«Una vez que aprendí, a mí ya no me robaban, porque hacían un poco de fuerza hacia arriba con el pie, la báscula marcaba menos peso y te robaban diez o veinte kilos»GENARO PADRÓN, antiguo marchante de ganado

Huérfano de padre a los 14 años, explica que le ayudó mucho en sus inicios “un hombre que conoció a mi padre. Porque una vez fuimos varios para allá con ochenta animales en esos años después de la guerra (entre ellos, diez o doce dos gomeros que venían a El Hierro a comprar) y nos salió uno que era fiscal de tasas, enseñando su chapa –señala la solapa izquierda de la chaqueta–, y nos intervino todos los animales, los mataron y no nos dieron ni un duro. ¡Qué ladrones! Ni un durito y casi quince días echándoles de comer. Y ese hombre, don Gregorio Cubas, de Tenerife, me dijo: «Genarito, cuando quieras volver a comprar animales los manifiestas a nombre mío». Porque para poder entrar animales al matadero en aquel tiempo había que ser entrador y él era entrador. Los manifestaba a nombre de él, decía que eran de don Gregorio, y las siguientes dos veces gané el dinero para pagar lo que me habían robado. Después seguí y gané dinero para vivir”.

Y añade: “Dinero supe ganarlo, pero no supe mucho ahorrarlo –ríe–. Pero bueno, no me ha faltado de nada”.

Una vez que le aceptaban los animales en el matadero, lo siguiente que aprendió fue a vigilar que no lo engañaran con el peso. “Una vez que aprendí, a mí ya no me robaban”, dice, porque “venías con la res y la ponían encima de la plancha de la pesa, entonces el que se quedaba por el lado de la pared ponía el pie debajo de la plancha y hacía un poco de fuerza hacia arriba, así marcaba la báscula menos peso y te robaban diez o veinte kilos”, detalla.

El correíllo ‘Viera y Clavijo’ navega junto a la costa de Tenerife.| CEDIDA POR J.C. DÍAZ

El transporte desde El Hierro al puerto de Santa Cruz de Tenerife se realizaba en vapores, “los correíllos de esos negros”, y cita nombres como el Viera y Clavijo, León y Castillo o La Palma. “Los veleros llegaban al muelle, pero los correíllos se quedaban fuera y se llevaban las vacas en lanchas, cinco y seis cada vez. En el muelle las colgaban para la lancha cinchadas y con el pescante y allá [donde estaba fondeado] las subían al barco. Era una lancha grande”.

También viajó muchas veces “en los veleros que iban cargados de basa* para hacer estiércol en las fincas, llevando ocho o diez novillos amarrados dentro. En el que más fui es el Rápido, que venía a buscar la basa de los pinos que cogían aquí en el monte y la empaquetaban en pacas como si fuera paja”.

Hablando de veleros, recuerda que existía el “truco” de darle de comer con sal a las vacas cuando las vendían a barcos que compraban la carne en vivo, como alimento a bordo, para que bebieran mucho. El que la vendía la llevaba harta de agua y así pesaba 20 kilos más”.

■ HABLAR CANARIO
“Tienes un parto malo en Nisdafe”, le avisaron

AGenaro ya sólo le quedan una vaca de tres años (que tiene apeada –las patas de un lado unidas entre sí por una soga– para que no brinque las paredes de los cercados), una becerra de once meses y un becerrito que le parió la vaca hace 20 días. “Las tengo porque quiero salir de casa todos los días”, confiesa, y cada tarde va un rato al Rincón de Isique a verlas, llevarles agua y darles un poco de ración para que se le acerquen.

GENARO PADRÓN:
«Tenía la cría por fuera, pero se le trabó en los cuadriles, atrás, estaba muerta»

“El becerro ha salido bonito, mira las piernas que tiene y los coges*. Es hijo de un frisón, pero el abuelo (el padre de la vaca) pesó 600 kilos, de esos blancos, un charolés”. La vaca ya le había parido el año anterior en uno de los cercados donde las tiene sueltas.

“Me llamaron y me dijeron «tienes un parto malo en Nisdafe». Cuando vine tenía la cría por fuera, pero se le trabó en los cuadriles, atrás. La becerra estaba muerta y ella no se levantó. Pero pegó a levantarse y volvió a coger toro y este año parió sola este becerro”, señala.

*VOCABULARIO
basa. Así llaman sólo en El Hierro a la aguja de pino o pinocha. “No se me ocurre otra cosa que pensar en un posible origen indígena”, cita a Antonio Llorente el Tesoro lexicográfico del español de Canarias.coges. “Concavidad que forma el arranque de las extremidades de las bestias con el cuerpo” (Flora L. Barrera, en El habla común del Hierro) ●

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