Oficios del mundo rural

“Avisan y todo el mundo el machetito y a recoger fruta”

La Gomera es una isla donde la platanera forma parte de su paisaje hace mucho. Después de recoger el fruto, la planta ha servido para alimentar a los animales o, más recientemente, ser aprovechada en artesanía de decoración. El agricultor Andrés Ramos me enseñó cómo tumbaba plataneras y obtenía esa ristra que después se convierte en flores o muñecas. [En PELLAGOFIO nº 15 (2ª época, noviembre 2013)].

Por YURI MILLARES

Andrés Ramos Medina no está entre los muchos gomeros que han emigrado a tierras venezolanas, pero, como todos, sí tiene allá familia. A él le tocó quedarse. “Mis hermanos me dijeron: ‘Mira, Andrés, tú no pienses que Venezuela es como se pinta, hay que sufrirla también, y nosotros ya estamos aquí. Si hacemos fortuna también te ayudamos’. Para no dejar a mi madre sola”, explica. Además, las propiedades se habrían echado a perder si nadie las trabajaba. No le queda pena de haberse quedado hasta el día de hoy [y hablamos en el verano de 1997], cultivando plataneras y sembrando papas y millo, también pimientos y coles. “Y antes más viña que ahora. Aquí atrás y en el barranco de los Guanches también teníamos viñales. Hubo un año que cogí cincuenta y pico barriles de vino”, indica desde su pequeña bodega, muy cerca de su casa, en el barrio Valle Abajo de Vallehermoso. No disponía de tantos envases de madera y los mandó traer desde Santa Cruz de Tenerife.

El promedio de kilos que pesa una piña de plátanos es de 25 ó 30, pero también las hay de 40 kilos. Las carga al hombro y, una a una, las va subiendo hasta la carretera por un estrecho sendero

Lo que más tiempo le ocupa es, sin duda, cuidar esa finca de El Tributo donde crecen buen número de plataneras que atiende él solo. Hasta allí se acerca con frecuencia, llevando un enorme cuchillo muy afilado y, quizás, un saco vacío para unos pimientos que después pondrá a secar al aire, unidos por un grueso hilo. Cada 15 días tiene que cortar fruta. “Avisan de Hermigua, donde está la cooperativa: ‘Mañana vamos a recoger fruta’ y todo el mundo el machetito y a recoger la fruta”. El promedio de kilos que pesa una piña de plátanos es de 25 ó 30, pero también las hay de 40 kilos. Las carga al hombro y, una a una, las va subiendo hasta la carretera por un estrecho sendero que atraviesa un frondoso cañaveral en el barranco.

Tumbado es tallo...| FOTO YURI MILLARES
Tumbado es tallo…| FOTO YURI MILLARES
...Se puede descararar para aprovechar la rista en trabajos de artesanía.| FOTO YURI MILLARES
…Se puede descararar para aprovechar la rista en trabajos de artesanía.| FOTO YURI MILLARES
Cubierta de hojas
Las piñas las dejas tapadas con grandes hojas, “por si hay calores”, junto a la carretera que baja de Vallehermoso a la playa para que, al día siguiente, las recoja el camión. Justo en ese punto, de donde parte el sendero hacia la pequeña finca, esas hojas secas de platanera indican con su presencia el lugar en el que la fruta espera habitualmente al transporte. Pero al inquilino de la casa que hay allí mismo, uno de tantos alemanes que ha llegado a comprar casa en la isla, no parece gustarle mucho ver las hojas cerca de su propiedad, como no parece importarle que Andrés lleve toda la vida –y tiene tantos años como los que hay desde 1936– trabajando ahí para ganarse con sacrificio el pan de su casa. Le importa tan poco como para echarle las hojas sobre el sendero, tapándolo, cuando considera que no quedan decorativas a la vista, cerca de su casa. A Andrés no le queda más remedio que realizar el trabajo extra de limpiar el sendero de hojas cada vez que su vecino se las amontona allí, para poder pasar sin resbalar y no caer rodando hacia el fondo del barranco.

Muchas de las plataneras tienen apoyadas unas varas que separan la piña de plátanos del tronco de la mata. «Son estaquillas para que la piña salga más derecha y más bonita»ANDRÉS RAMOS

Bordeando la finca El Tributo crecen coles y pimientos, mientras entre las propias plataneras crece también el millo. Muchas de las plataneras tienen apoyadas unas varas que separan la piña de plátanos todavía muy verdes del tronco de la mata. “Son estaquillas –explica–, para que la piña salga más derecha, más tensada, más bonita”. Y no sólo la piña, los plátanos salen más derechos o, como él dice, “el dedo queda más recto, porque eso va desmanillado para mandarlo al extranjero y si la piña no está así, recta, no es tan fácil de desmanillar”.

Descendencia
La platanera es un mato que sólo da fruto una vez en su vida, pero en su base deja una abundante descendencia que repetirá el ciclo. “Cada tallo da una piña y después sale el otro. Esa cepa termina y va mermando lentamente. Con una barretita de hierro le damos para deshijarlo, porque hay matos que dejan un montón de hijos alrededor. Se le deja uno solamente –relata Andrés–. Después, cuando el hijo está grande, bien formado en la tierra, agarrado, el padre se le quita y así sucesivamente”. Al cortar el tallo viejo se deja la cepa “un par de añitos respaldando al hijo”. Y es así porque “hay vientos aquí que son huracanados”…, bueno quizás no tanto, pero, dice, “los llamamos así porque vienen con una potencia de miedo y tiran una mata de plátano y el hijo se queda torcido y ya no puede darle lo que tenía que darle”. La cepa se deja ahí y protege, “uno está mejor parado con dos pies que con uno”, resume de forma incuestionable.

Deshijar un tallo de su múltiple descendencia y dejar sólo un hijo no se hace al azar, sino calculando en qué dirección

Deshijar un tallo de su múltiple descendencia y dejar sólo un hijo no se hace al azar, sino calculando en qué dirección. “Claro, porque resulta que tiene usted la mata de plátano, la cepa, y al lado el hijo que está ya pollón y tiene el relevito que lleva un rumbo: si va caminando en línea deja atrás un claro”. Eso se evita haciendo que los hijos vayan creciendo en círculo, y nunca un tallo tras otro en línea o se saldrían de la finca después de varias generaciones.

El tronco de la platanera también tiene su uso, antes era más para dar de comer a los animales, hoy para la artesanía con ristra (su propia hija la utiliza) que se obtiene descascarando el tallo. Suena el ruido de un motor que pasa por la carretera y Andrés Ramos se fija. “Ese que pasó ahora con un furgoncillo tiene como cien ovejas y va con el fotingo a buscar el sabú [el interior del tallo] a la cooperativa de Hermigua. Se lo pica y se lo comen a base de bien”, asegura.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba