“En un mueble es gaveta; para llevar fruta, cesta”

Segunda parte del reportaje dedicado a la cestería de castaño. Donato y Modesto González trabajan juntos y en equipo desde que eran apenas muchachos, cuando aprendieron tanto el oficio de cestero (cestas de vendimia, raposas para papas) como el de tapador (techando pajeros que en el valle de la Orotava llamaban pajales). Hoy las cestas tienen otros usos. [En PELLAGOFIO nº 32 (1ª época, mayo 2007)].
Por YURI MILLARES
En la primera parte de este reportaje los hermanos González estaban en su pequeño taller del barrio de Tienda Rica (La Orotava) sentados en unos pequeños cajones de madera. Mientras Donato, el más joven de los dos, preparaba tiras de vara rajada de castañero, Modesto fabricaba con ellas unas gavetas por encargo. Donato se puso después a terminar el forro de unas garrafas y seguimos el proceso paso a paso. Continuamos en este número con ellos, para conocer cómo terminaron de hacer unas cestas que, en los tiempos que corren, ya no serán para cargar fruta ni verdura, pero sí son de utilidad con el valor añadido de su belleza.
«Se siguen haciendo igual que siempre lo que hay es menos venta, porque antes todas las vendimias se hacían con esto; pero ya no, las hacen con plástico»DONATO GONZÁLEZ
“Se siguen haciendo igual que siempre –explica Donato, que raja varas usando a la vez las dos manos y los dos pies, pero levanta la vista hacia su hermano quien empieza a preparar el fondo de una segunda cesta–, lo que hay es menos venta, porque antes todas las vendimias se hacían con esto; pero ya no, las hacen con plástico”. Y Modesto, con la mirada fija en el armazón de varas rajadas que está apretando para hacer un fondo, añade del cesto que todavía está en su esqueleto: “Es una gaveta. Para llevar fruta y verdura es cesta, lo que pasa es que ahora le dije gaveta porque es para meter dentro de un mueble”.
Si es raposa, 70 kilos
Durante toda su vida han conocido (y hecho) cestas para echar estiércol en la tierra cuando se sembraban las papas, otras cestas más pequeñas para apañarlas cuando se cavaban. Pero ocurre igual que con las cestas de vendimia: “Hoy también usan cubetas [de plástico]”, dice Modesto. La cesta para apañar las papas, redonda y con un único asa de lado a lado de su boca, “también era para la vendimia –recuerdan–: se usaba para coger la uva y se usaba para recoger las papas”. Su capacidad es de diecisiete kilos y medio.
“Que son cuatro raposas –señala Donato otra cesta, más grande y alargada, que cuelga de la pared al fondo del taller–: eso lleva 70 kilos”. Hacían falta dos hombres para levantarla del suelo, pero era uno solo el que la cargaba al hombro. Ellos mismos han llevado muchas raposas al hombro. “¡De niños, no de hombres, eh!”, precisa Modesto.
La cesta para apañar las papas, redonda y con un único asa de lado a lado de su boca, «también era para la vendimia», recuerdan. Su capacidad es de diecisiete kilos y medio
No podía ser de otra manera (lo de los 70 kilos), porque es más que una cesta, es una medida de papas y Donato lo explica: “Antes casi todos vivíamos en fincas de medias y las papas se medían en sacos, pero había sacos que eran mayores y otros más chicos. Entre el dueño y el medianero había discusiones. Entonces se inventó que llevara 70 kilos y ahí ya no había engaños con el peso”. En el relato, que es también diálogo, interviene ahora Modesto: “La carga de una bestia eran dos sacas de esas, 140 kilos”.
La raposa tiene un forma singular que la identifica, una cesta alta que cerca de la boca se estrecha como el cuello de una botella y se vuelve a abrir un poco al final: “Sí, es para que el saco se trabe allí y entre dos vaciarlo. Eso lo inventó la gente antigua y, así, aunque tengas un saco de 90 kilos de papas y otro con 70, se echaban dentro de la raposa y se medía. Cuando se vaciaba otra vez en el saco, si al saco le sobraba tanto así y no se llenaba era igual, porque el peso lo tenía completo”.
Varas rajadas
Fotos de YURI MILLARES
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Los hermanos González cortan las varas de castañero en fincas con cuyos propietarios negocian. Después las ponen en remojo uno o dos meses atadas en los mismos flejes en que las traen. El agua del “tanquito” la cambian una vez al año, “porque muy limpia también es malo, que queda muy floja la vara al rajarla” ●

Con varas rajadas comienza Modesto a preparar el fondo de la cesta, trenzando. Cada tira de castañero la aprieta, a su vez, con la contigua usando un hierro cambado que llama cuña y “antiguamente le decían una aldaba”, dice.

Hecho el fondo, dobla las tiras que sobresalen, para usarlas en el esqueleto de la pared sobre el que trenzará las varas horizontales de dicha pared.

Con el fin de sujetar las tiras del esqueleto les pone una pieza de alambre, “para amoldarlas” en esa posición. Así ya puede continuar trenzando y levantar poco a poco la pared de lo que será la cesta.

Siempre con la cuña en una mano para ir apretando las varas, continúa levantando la pared. Aquí emplea tiras más finas, que va alternando para decorar: sucesivamente coloca una vara blanca (por ser la parte interior de la vara) y otra negra (es lado de corteza).

Según avanza en altura la cesta, elimina el sobrante de algunas tiras del esqueleto cortando con la hoz.

Para terminar y con varas gruesas y finas remata la cesta con el rebete (que forra el borde donde termina la cesta, reforzando). “Queda mejor de vista y dura más, es como si lleva traje y se pone corbata”. Por último, con tijeras de podar y hoz, corta (“limpia”) los empates de las varas que sobresalen.