«Los mejores barros de Canarias los tienen las islas más antiguas»

En noviembre de 1996 se realizaron los trabajos de fabricación manual de las tejas que, diez años después, aún cubren la ermita de la Capellanía, en el pueblo de La Oliva. Fue la última vez que en Canarias se ejerció la profesión de tejalero (oficio ya extinguido) para techar un edificio. [En PELLAGOFIO nº 5 (2ª época, noviembre 2012)].
Por YURI MILLARES
La ermita de Puerto Escondido o de Puerto Rico, más conocida como la ermita de la Capellanía, data del año 1500. Enclavada en el pueblo de La Oliva (Fuerteventura), sus tejas se repusieron a finales de 1996 gracias al trabajo absolutamente manual de un investigador y alfarero (José Espinel Ceja conocía el oficio de tejalero, por testimonios que había recogido de personas mayores que lo habían practicado) y dos trabajadores conocedores del funcionamiento de los hornos majoreros de pan y de cal (Juan Vera González y Miguel Hernández Padilla). Contratados por el Cabildo Insular, se pusieron manos a la obra contando con el refuerzo de personal de esta institución para, por ejemplo, construir las herramientas necesarias que no existían en 1996 por tratarse de un oficio extinguido: como la gradilla (molde plano para el barro) y el garapo (molde curvo que da la definitiva forma a la teja).
Las tejas llevan un 40 por ciento de arena (de montaña Roja y el valle de Santa Inés) y un 60 por ciento de arcilla (recogida junto a la ermita)

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Pero para empezar hubo que localizar primero el barro más parecido al original que tenía la ermita. Lo encontraron apenas a unos metros, donde se localizaron restos de tejas fundidas unas con otras.
“Esto sólo pudo quedar así en un horno y no iban a traerlas hasta aquí si no servían”, explicaba entonces el aparejador Antonio Rodríguez, para justificar la conclusión de que fue aquél el barro utilizado para las tejas en 1500 y de nuevo lo volverían a emplear casi medio milenio después.
Arena y arcilla
Las tejas llevan un 40 por ciento de arena (aquí se extrajo de montaña Roja y el valle de Santa Inés) y un 60 por ciento de arcilla (que se localizó junto a la ermita). Aunque en Fuerteventura era tradicional el uso del barro de superficie para las tortas con las que se cubrían las viviendas más humildes, para las tejas no sirve ese barro asoleado y hay que cavar por debajo de lo que alcanza el arado (más allá de 30 centímetros).
«La cantidad [de leña] necesaria depende del horno. Para los hornos de cal con doce cargas de un camello se quemaba el horno»MIGUEL HERNÁNDEZ
Así se hizo, para seguir a continuación todos los pasos del procedimiento de la fabricación de las tejas. Espinel contó con la experiencia de Vera y Hernández en lo que al funcionamiento del horno se refiere, que contó con la habitual leña majorera en estos menesteres: aulagas. También tablones que recolectaron. “La aulaga da mucho calor”, decía Miguel, y añade: “La cantidad necesaria depende del horno. Para los hornos de cal mismo, que tenía mi padre en paz descanse, con doce cargas de un camello se quemaba el horno”. Juan lo que conocía era los hornos de pan e incluso había hecho algunos: “Para hacer pan no puede estar muy caliente. Si está muy caliente hay que pasarle un paño mojado, si no, se quema el pan”.
Para el horno que guisó las tejas sí hubo que dar mucho calor. De hecho, primero se le iba “dando humo” al interior para ir secando la teja y a medida que subía la temperatura, se sellaba el horno con piedras y barro y se dejaba durante horas hasta que las piezas de barro se guisaban.
La mejor arcilla posible
Fotos de YURI MILLARES
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José Espinel cree que el mejor barro de Canarias es el majorero. “Las islas más antiguas tienen mejores barros”, explicaba durante el trabajo de fabricación de las tejas para la ermita de la Capellanía ●






