“Mantengo la tradición de emplear hueso de camello”

Como a muchos niños isleños, a Francisco de Rosa lo inscribieron en clases de timple siendo niño, aunque nunca se dedicó a tocarlo. Pero al llegar a los 40 se empeñó en aprender a construirlos. Siete años después sus timples de concierto suenan en las manos de timplistas como ‘El Colorao’ o Ramos. [En PELLAGOFIO nº 29 (1ª época, febrero 2007)].
Por YURI MILLARES
Francisco de Rosa Rodríguez vive en el barrio Hoya San Juan en Arucas (Gran Canaria). En la trasera de su garaje tiene un taller que destaca por su limpieza y la ordenada colocación de maderas, maquinaria y herramientas. Tiene 47 años y es lutier (artesano dedicado a la fabricación de instrumentos musicales de cuerda), o, más exactamente, lo que en Canarias conocemos como “constructor de timples”.

“Aquí tengo las maderas separadas”, señala en su taller a las piezas cuidadosamente ordenadas y colocadas de distintas procedencias, “hay madera que data de bastante tiempo, que conseguí de carpinterías que están cerradas y hoy es muy difícil conseguir, como el palisandro”, dirige su mirada a unos tablones en el fondo del garaje que ya tienen más de 60 años. Él mima a estas maderas, procurando que lleven su adecuado tiempo de secado y controlando el grado de humedad.
Todo empezó porque se puso a coleccionar timples «y llega un momento en que la curiosidad te pica demasiado y dices vamos a intentar hacer uno»
Todo empezó porque se puso a coleccionar timples “y llega un momento en que la curiosidad te pica demasiado y dices ‘vamos a intentar hacer uno’. El problema era buscar quién te enseñara o te diera las primeras lecciones”. Y lo encontró en Bañaderos, Carlos Félix Suárez, “al cual estoy muy agradecido, estuve yendo a su casa muchos sábados de mucho tiempo y me enseñó lo que sabía”. Después llegaron los libros, incluso Internet, y otro lutier, esta vez en Lanzarote: Vicente Corujo, “con el que aprendí bastantes cosas”. A eso unió las semanas de muchas vacaciones para irse a la Península y trabajar con lutieres de guitarra. “También he estado con almacenistas de madera para tener conocimiento de lo que es el material con el que trabajo”.
Descubrimiento
Con tanta búsqueda de conocimientos, también hizo algún descubrimiento que le sorprendió: al comprar la madera especial para la caja armónica de los instrumentos musicales, para el timple le vendían cortes ya hechos de pino-abeto alemán, pero de pequeño tamaño. “Un almacenista en Madrid que se dedica a vender esta clase de madera me dijo, ‘nosotros le mandamos a ustedes los desechos de la caja para guitarra’. A partir de ahí me traigo cortes de madera para guitarra y el desperdicio va a la basura”.
Y a este material de amplio uso entre los lutieres, a la venta en almacenes especializados en instrumentos musicales, más las maderas especiales que consigue de viejas carpinterías, añade otro aún más singular. “Para el hueso que llevan el puente y la cejilla mantengo la tradición empleando hueso de camello de Lanzarote –por cierto, origen de este instrumento, que luego fue extendiéndose hacia el oeste por las otras islas del archipiélago–, que le da una dureza y una resistencia adecuada, completamente diferente al resto”, afirma, desechando otros tipos de hueso.
Tiro largo
Fotos de YURI MILLARES
Haga clic en cada foto para verla a tamaño mayor
Los timples de concierto que fabrica Francisco de Rosa son de tiro largo (41 cm entre el traste cero y el puente), más cómodos de tocar y con un sonido que gusta a los timplistas. El timple tradicional tiene una escala más corta (36-37 cm). En su colección de timples antiguos tiene uno más corto aún: 33 cm.

Empieza por seleccionar la madera y cortar a la medida: fondo y aros en palosanto, tapa armónica de pino-abeto y cedro, golpeador en moral, el brazo, en cedro. Con el dedo gordo golpea sobre la tapa recién recortada para comprobar su sonido.

El brazo es la primera parte que monta, pegando las distintas piezas, entre ellas la que llama “nariz”, como se aprecia en la foto.

El brazo va a continuación al molde de la caja, donde se coloca de modo que el traste 12 sea el que caiga en el borde del molde. Y dentro del molde pone los aros, la tapa armónica con su boca y el fondo. Una vez que está el instrumento montado, comienza a trabajar fuera del molde: completándolo con el golpeador, el diapasón (en ébano), la escala, el clavijero, y buscando el sonido que lleva.