Resoplidos y arigones en la mudada de las vacas

Gran Canaria es una isla en la que todavía se hacen las “mudadas” en busca de pastos para las ovejas (la trashumancia), pero también para las vacas en pequeños traslados que se realizan entre cuadras de fincas cercanas. [En PELLAGOFIO nº 28 (2ª época, febrero 2015)].
Por YURI MILLARES
El 29 de enero decidió Venancio Suárez Montesdeoca (Neno) trasladar sus cinco reses entre dos fincas en la zona de San Fernando y Corvo (en Moya) y así se lo comunicó a quienes iban a ayudarle en la tarea. La cita la fijó a las once de la mañana, “a no ser que llueva y lo dejo para otro día”.

Pero en la fecha señalada y cuando estaba próxima la hora, con todos ya movilizados, una suave pero persistente llovizna puso todo en cuestión. “Nino, yo no creo que nos vaya a llover ahora, de todas formas nos vamos a arriesgar”, le dijo a Saturnino Felipe. “No sea que después se me olvide, si resbalan para atrás, tú le mantienes el jaquimó* abajo”, le daba instrucciones a May Pérez Serichol, que iba a ser la encargada de llevar al toro Moreno sujeto con una cuerda a lo que Neno llama el “arigón*”.
A sus 80 años ya cumplidos Neno sigue dedicado a la agricultura –ahora ya para el autoconsumo– y criando reses que emplea como yuntas para arar y en los concursos de arrastre. “Lo que yo tengo es la vaca de la tierra. Pura sangre de la tierra”, dice orgulloso. Hace dos meses sacó a los animales de la finca donde habitualmente están, cerca de Corvo, para llevarlos a la finca que conoce como “de Manuel Suárez” (por el nombre de su padre, que nació en aquel lugar al igual que después todos sus hijos, Neno incluido). La razón: “Porque allí tenían comida –que él siega con la hoz y les pone en el pesebre– y para hacer estiércol en aquello y limpiar las orillas del monte, en algún árbol que tengo”, explica.
“Es que están deseando salir, como el que está en la cárcel. Llevan dos meses sin salir de esas cuadras, porque cuando salen es a trabajar”

Transcurridos estos dos meses, ha decidido regresar y cada animal debe ser guiado de nuevo por una persona. Una molestia en el pie de derecho, que se la hinchado, ha sido la razón, “porque comida allí tengo todavía bastante, pero están repartidas en dos cuadras y en ninguna de las dos llega el coche a la puerta, así tengo que batallar más. En el otro sitio a donde vamos hoy el coche llega hasta la puerta, es llano para la carretilla y estoy más cómodo”, dice un rato antes de ponerse en marcha.
«Viciosos»
El toro Moreno, la vaca Centella, la novilla Pajarita y los dos becerros que “aún no los he bautizado” están a punto de ponerse en marcha y Neno comenta que “están viciosos”. ¿Viciosos? “Es que están deseando salir, como el que está en la cárcel –aclara–. Esos animales llevan dos meses sin salir de esas cuadras, porque cuando salen es a trabajar”. Unos nombres que su amo les elige a veces por el color, o por el carácter “o por el día que nace, a uno le puse Carmelín porque nació el día del Carmen”, ríe.

Un problema: las rejillas
La llovizna insiste en acompañarnos y la aparentemente cómoda pista de cemento por la que subimos tiene dos obstáculos para las reses, en especial para el toro: dos rejillas que tapan sendas canalizaciones para el agua de lluvia hacen el efecto de lo que se conoce como “pasos suizos” en las fincas de ganado para evitar que escapen. Moreno se detiene en seco en cuanto las ve, temiendo que las patas se le traben allí. “Cuando lo trajimos hace dos meses pegó un salto con las cuatro patas y me dio un susto tremendo, porque no quería pisar aquello”, recuerda May. Esta vez lo han solucionado tapando las rejillas con ramas de eucalipto y con sacos.
A medio camino, la fila de reses y personas hacen una parada de descanso ante la conocida como “tienda de Cirilo” (hermano de Neno, por cierto) en la curva de Corvo. Pero se quedan fuera con los animales, pese a la lluvia, entre la curiosidad de la parroquia de la tienda de aceite y vinagre que también es bar y se asoma a mirar.
A partir de aquí hay que bajar la cuesta de Montaña Las Palmas, por una pista de tierra flanqueada de eucaliptos donde el resbaladizo suelo hace que las patas de las reses patinen. “Que las vacas no pisen el teso*”, advierte Nino a los demás señalando las marcas de las ruedas de los coches sobre la pista de tierra, resbaladizas cuando están mojadas. Fue un trayecto corto que se hizo eterno, cada cual pendiente de que el animal al otro lado de su cuerda no acabara en suelo con una pata rota. Afortunadamente, todos llegaron bien, aunque mojados.
“Lávense las manos y vamos para arriba a echarnos el pisco”, invita Neno después de amarrar a los animales en la cuadra de destino. A la una de la tarde, dos horas después del inicio de la mudada, llegaron todos de regreso a la tienda de Cirilo, donde el convite a quienes habían echado una mano consistió en papas sancochadas con mojo de cilantro, aceitunas pan del día, vino tinto y una animada conversación, entre anécdotas y risas.
“¡Neno, tienes el toro más grande de las siete islas!”
Las primeras reses que tuvo Neno recuerda que las compró entre 1982 y 1984 (una vaca que le costó 62.000 pesetas y una novilla por 42.000). Pocos animales más ha comprado, pues desde entonces se ha dedicado a criar sucesivas generaciones a partir de ellas. Hasta hace pocos años lucía en las ferias de ganado un enorme toro al que puso Esmeraldo, un bellísimo ejemplar de capa atigrada. “Una vez lo pesaron en la pesa de Tinoca y pesó 1.350 kilos, ¡y eso que estaba en tiempo de jaleo! El que fue a echarme una mano ya murió, pero siempre tenía la etiqueta de la pesa en la cartera, por si alguien le decía algo y lo ponía en duda. Hay un veterinario, que es de Granada y lleva muchos años aquí, que cuando llegaba por la cuadra me decía: “¡Neno, tienes el toro más grande de las siete islas!”.
Pero con aquel animal tan grande “¿qué es lo que hago yo si este toro se me encoge aquí? –se decía Neno–. Vi que jalaba de una pata: ¿y si no se me cura, quién lo saca de aquí? Al final lo vendí al matadero, no tuve más remedio, porque donde estoy ahora en invierno no entra ni una grúa”.
* VOCABULARIO arigón. “Anilla que ponen en la nariz de las vacas para poder dominarlas fácilmente”, cita el Tesoro Lexicográfico del español de Canarias. “Es por si se asusta, para tenerlo mantenido a distancia”, precisa Venancio Suárez. jaquimó. “Es con lo que está amarrado al pesebre”, explica Neno (también jaquimón, “cabezada de las vacas y los toros”, describe Gonzalo Ortega en Léxico y fraseología de Gran Canaria). teso. “Terreno resbaladizo”, palabra “indígena”, cita el Tesoro… ● |
Las reses que se mudan
Reportaje fotográfico de YURI MILLARES
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