Aró, trilló, movió norias y molinas y su cagarruta dio fuego al hogar

La conservación de la diversidad de razas autóctonas tiene mucho que ver con el valor añadido al medio rural que aporta el patrimonio ganadero. El burro majorero es el único equino de Canarias y forma parte, desde mediados del siglo XV, de la historia y la memoria colectiva de un pueblo que convivió y sobrevivió con él en toda clase de circunstancias y en todas las islas, donde vivió y surcó esperanzas bajo el sol. [En PELLAGOFIO nº 75 (2ª época, mayo 2019)].
Por YURI MILLARES
Aníbal Vega, veterinario de la Asociación Feria Equina La Culata (en Gran Canaria) realiza su tesis doctoral sobre la inseminación artificial en burros en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Como trabajo de fin de carrera ya había realizado el estudio morfológico y morfométrico del burro majorero (Analysis of the donkeys of the “Donkey’s Recovery Center in Los Llanos de la Pez”, with regard to the ‘Asnal Majorero’ standard breed, and its aspects of improvements).
«Mi abuelo siempre ha tenido burros y yo de niño me crié con ellos. Ellos los llamaban ‘burros canarios’, pero la denominación es burro majorero»ANÍBAL VEGA, veterinario
“Mi abuelo siempre ha tenido burros y yo de niño me crié con ellos. El burro es un animal que siempre me ha encantado. Ellos los llamaban burros canarios, pero la denominación es burro majorero; el burro canario no existe como tal”, explica su vocación y dedicación a estos animales.
Estaban en todas las islas y todavía quedan, aunque “puros hay pocos”, dice. “Si quitas al majorero, lo más que se suele ver son mestizos de andaluces y algún andaluz puro, porque para los cruces con los mulos o para arrastrar carros se buscaban burros grandes. Sin embargo, a la gente que los usaba para caminos le gustaba más el majorero, ya que el andaluz era demasiado grande. Y se encuentra todavía algún zamorano. Hay mucho burro mestizo de la estatura de los majoreros, pero color castaño (algunos con la raya crucial porque están cruzados con zamoranos, que son de ese color)”.
Destaca como características de la raza asnal majorero, “la raya mular (que le cruza la espalda de adelante atrás) y la raya crucial (a los lados de la cruz)»
Destaca como características de la raza asnal majorero, además de la altura y el peso, “la raya mular (que le cruza la espalda de adelante atrás) y la raya crucial (a los lados de la cruz); la cabeza tiene que tener el perfil recto o subcóncavo (el andaluz, por ejemplo, es al contrario); la capa tiene que ser parda (el gris ceniza) o tordo (gris claro); el pelo tiene que ser corto (los que tienen el pelo largo son cruces con nórdicos: norte de España como el zamorano e incluso hay burros rumanos)”.

Hacíamos entonces un recorrido por el archipiélago, isla a isla. En Fuerteventura es donde han tenido una presencia aún más singular, si cabe, por ser el punto de entrada desde África y la isla que da nombre oficial a la raza. Tiene incluso la única población de burros en estado salvaje, en este caso mestizos, que se encuentran en la actualidad sujetos a un programa de recuperación. En diferentes operaciones de captura, siempre supervisadas, explica el veterinario de la Asociación Soo Grupo para la Conservación y Fomento del Burro Majorero, José Luis G. Gómez-Nieves, se recogieron 16 ejemplares que fueron conducidos a las instalaciones del Cabildo de Fuerteventura en Pozo Negro.
«[A los burros asilvestrados de Jandía] se les ha desparasitado, vacunado, arreglado las pezuñas (que se encontraban en una situación extremadamente mala) y se les ha diseñado un programa nutricional de recuperación»JOSÉ LUIS G. GÓMEZ-NIEVES, veterinario
“Se les ha desparasitado, vacunado, arreglado las pezuñas (que se encontraban en una situación extremadamente mala), se les ha diseñado un programa nutricional de recuperación y mantenimiento adecuado a sus necesidades y se han atendido a las diferentes patologías individuales de cada burro. En una siguiente fase del programa está prevista la reintroducción de los animales en una zona habilitada para ellos en estado de semilibertad, en el barranco de los Canarios”, resume.
En Lanzarote siempre ha destacado por su participación en unas labores tradicionales que incluyen la preparación de terrenos y siembra en enarenados de ceniza volcánica. Eufemio Acuña lo acostumbraba a llevar a la vendimia y cargar la uva hasta el lagar para hacer el vino. Con un rastrillo que él denomina “sacho matahierba” arrancaba la hierba de los enarenados para hacer la cama de Juanito, que lleva alojado en la cuadra “lo menos diez o doce años”, dice el día que lo visito. Para comer le daba la hoja del millo, “es lo que más le gusta”, me contaba. “Y si fuera millo verde, más luego. El millo verde lo pone bonito, lo engorda”.
«Los tomateros era un follón, porque después había que llevar los tomates a La Aldea en un burro que no llevaba sino dos cestillas de pírgano»JACINTO ORTEGA, pastor
En Gran Canaria, el antiguo pastor Jacinto Ortega Ramírez recordaba que también se dedicó a sembrar tomates en el cortijo de Tifaracás, entre la finca de Tirma y la Aldea de San Nicolás: “Los tomateros era un follón, porque después había que llevar los tomates a La Aldea en un burro y el burro no llevaba sino dos cestillas de pírgano. Tardábamos dos o tres horas”.

Ramón Cabrera Darias salió de La Gomera cuando tuvo que ir al cuartel en 1935 y la guerra civil hizo que su servicio militar se alargara ¡siete años! Pero considera que tuvo suerte, ya que estuvo asignado a las compras de su compañía y viajaba junto al conductor de un camión que, infinidad de veces, le aconsejó aprovechar la ocasión para sacarse el carnet de conducir.
«¿Para qué diablos quiero yo ese carnet si en La Gomera no hay carreteras? Cuando vuelva [de la guerra], si puedo, lo que hago es comprarme un burro»RAMÓN CABRERA, agricultor
“¿Para qué diablos quiero yo ese carnet si en La Gomera no hay carreteras? Cuando vuelva, si puedo, lo que hago es comprarme un burro”, decía él, convencido de que eso era lo más sensato. Y eso hizo, se compró un burrito y siempre tuvo uno las siguientes décadas (llegó a sumar unos 20 a lo largo de su vida), hasta que, ya abuelo, lo cambió por una carrucha con motor.
En La Palma, Leoncia Díaz Brito, tijarafera que se afincó en el Puerto de Tazacorte, mantuvo mucho tiempo el contacto con su pueblo natal, distante apenas unas horas a pie por el camino real que sube el risco del Time. “Allá no dejamos de sembrar”, papas, cebada y garbanzos “con el agua que llovía, porque no había riego”. En Tijarafe su padre también tenía tienda y aunque “hoy es más fácil tener un coche que entonces un burro, papá tenía siempre uno porque tenía que subir las cargas del porís, donde las dejaba la falúa, para la tienda”, me contó. Una tienda que se quemó y donde “había de todo: tejidos, víveres, ferretería, calzado, de todo lo que se pudiera vender”.
“Yo iba o mandaba a un chico: ‘Vete a casa del vecino y trae el fuego’. Salía a casa del vecino y llegaba con el moñico [de burro]»JUAN ANTONIO GONZÁLEZ, agricultor
En El Hierro, Juan Antonio González Rodríguez, agricultor que en marzo de 2004 había cumplido los cien años de edad, me contaba que “antes aquí nunca se acababa el fuego, porque hoy me tocaba a mí, agarraba un tronco de higuera seco y lo tenía toda lo noche encendido y después agarraba una cagarruta de un burro, seca, la abría, y ponía una brasita y venía usted con eso a encender en su casa. Eso después lo soplaba uno, armaba llama y le echaba unos pañucos o un trozo de tea y hacía el fuego”. De este modo, los vecinos se turnaban para tener siempre un recurso vital. “Yo iba o mandaba a un chico: ‘Vete a casa del vecino y trae el fuego’. Salía a casa del vecino y llegaba con el moñico ese, que le decíamos moñico, se le ponía una brasita y después eso agarraba fuego. Y esto se ríen si me pongo a contarlo, cosas que ignoran”, reía él también.