Sociedad rural

La Orotava rescata el centeno para techar

Tenerife cuenta con una singularidad en su paisaje rural: los antiguos pajares techados con centeno. Pero el siglo XX se despidió con un sombrío futuro por delante: los agricultores dejaban de cultivar centeno, los últimos tapadores que conocieran el oficio eran muy pocos. La Asociación Cultural Pinolere ha invertido la situación y los campos de centeno vuelven a crecer. [En PELLAGOFIO nº 43 (1ª época, octubre 2009)].

■ El reportaje también incluye el artículo «Historias de cuando mi casa era un pajar”, que los lectores de PELLAGOFIO pueden leer en otra página de esta misma web. En él, isleños que vivieron en casas pajizas del valle de la Orotava como Juana Doni, que vive en Benijos o el cestero Juan González, hablan de sus recuerdos ●

Por YURI MILLARES

En el valle de la Orotava hay censados más de 300 pajares tradicionales de cubierta vegetal. La mayoría se encuentran en estado de abandono o semiderruidos y, sin embargo, fueron incluso la vivienda de muchas familias cuyos miembros vivos de más edad son hoy abuelos. Yaiza González Hernández (ingeniera agrónoma a cargo del trabajo de recuperación de los pajares del valle de la Orotava desde la Asociación Cultural Pinolere) ha sido quien realizó este censo en 2005: “En ese momento se localizaron 299… ¡Mira que lo intenté, pero el 300 no apareció! Apareció más tarde y ya tengo localizados más de 320. Están todos catalogados, todos tienen su ficha técnica, están ubicados con el GPS y sabemos dónde están. Con esta base de datos puedo saber quiénes son sus propietarios, cuáles sus necesidades, las condiciones en las que están. Todo eso ayuda para tomar una decisión”.

Esa decisión de la que habla no es otra que escoger, cada año, tres pajares de cuya rehabilitación se encarga la asociación (en colaboración con el Cabildo Insular de Tenerife, a través del área de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas), dinamizando la agricultura para mantener el cultivo del centeno que se emplea para techar; rescatando el oficio de tapador, con un relevo generacional que casi se pierde; y, además, recuperar un elemento del paisaje rural tradicional en una isla cuya economía tiene en el turismo su principal fuente de ingresos.

Una solicitud y tres escogidos
Los propietarios de pajares presentan su solicitud y se seleccionan tres con varios criterios objetivos (si se utiliza todavía como cuarto de aperos, si está en la cercanía de las carreteras generales, si sólo hay que colocarle el techo o también hay que hacer los muros). La asociación Pinolere compra los mollos (atados de centeno) a los agricultores que participan en el proyecto –¡hacen falta 300 mollos para tapar un pajar!– y paga a los tapadores que hacen el tejado de centeno. Pero es el propietario del pajar quien debe poner el medio de transporte y recoger el centeno entre las distintas fincas de cultivo.

La Asocicación Pinolere rescata tres pajares cada año, dinamizando el cultivo del centeno que se emplea para techar; rescatando el oficio de tapador y recuperando el paisaje rural tradicional

Descarga del centeno para restaurar la cubierta de una casa pajiza del valle de la Orotava.| FOTO Y. MILLARES

En septiembre de 2009 PELLAGOFIO ha acompañado a Yaiza a recoger los 300 mollos de centeno para una propietaria con varios pajares en Hacienda Perdida, uno de los cuales se va a restaurar. La ingeniera agrícola está presente en cada finca donde se va a hacer entrega de un lote de mollos, para contarlos mientras se carga la camioneta, y comprobar que se trata de centeno y está en buenas condiciones. Según la calidad de los mollos se pagará al agricultor.

“No existe para la población conocimiento de que existan variedades diferentes de centeno. Para ellos todo es centeno del país”, explica. “El centeno ha sido un cereal muy marginal en Canarias y en toda Europa. El importante siempre ha sido el trigo”. Pero el cultivo de este cereal casi desaparece en el archipiélago, se empieza a importar el trigo foráneo y como sigue existiendo una demanda para tapar los pajares, lo que se hace es sustituir el cereal por centeno: se puede recolectar más fácilmente, porque se siega y se sacuden las espigas a mano sin necesidad de trillar. “Antes se techaba con el trigo, se utilizaba para cama del ganado, para echarles de comer, es el grano preferido para hacer el gofio”.

Los agricultores no reconocen variedades en el centeno que cultivan, pero el estudio agronómico realizado por Yaiza González desvela que sí las hay, “pero la población no las reconoce porque no es un cultivo de importancia”. La siembra es en los meses de enero-febrero en un ciclo más corto porque las condiciones climáticas han variado en los últimos años. “Hay agricultores que sembraban en noviembre y ahora están sembrando en febrero. Al acortar el ciclo de cultivo el centeno crece rápidamente, enseguida produce espigas, una forma de supervivencia, de asegurar que vas a tener semilla. Se utiliza para rotar, por ejemplo detrás del cultivo de las papas, y ni siquiera hay que abonarlo, no requiere ningún tratamiento especial, no se le aplican herbicidas, si hay malas hierbas se quitan a mano, no se riega, es un cereal de secano y en general las prácticas agronómicas son escasas”.

El centeno hay que segarlo, sacudir las espigas, hacer los mollos bien apretados”. ¿Y cuánto miden los mollos? “Esa es la pregunta del millón –ríe Yaiza

Cipriano es uno de los agricultores que más centeno cultiva junto a su casa en Benijos. Aquí, cortando las espigas a un mollo.| FOTO Y. MILLARES

La picaresca del mollo pequeño
Lo que sí es más costoso es el trabajo recolección: “Hay que segarlo, sacudir las espigas, hacer los mollos bien apretados”. ¿Y cuánto miden los mollos, que son atados de centeno para su transporte y sirven como unidad del precio que se cobra? “Esa es la pregunta del millón –ríe Yaiza–. No es una medida estandarizada, pero sí existe el concepto: todo el mundo sabe lo que es”. Antiguamente se medía por lo que puede abrazar un adulto y ella, en su estudio, tomó las medidas de unos 50 mollos de agricultores diferentes para intentar obtener por lo menos el perímetro y el diámetro.

“Una de las conclusiones más importantes es que el mollo se ha reducido notablemente. Al existir una demanda en la zona por los pajares y ser cada vez menos los productores, hay cierta picaresca. Los hacen más pequeños y venden mayor número. El mollo tradicional era lo más grande posible para trasladar a la era la mayor cantidad de paja”.

■ MAÑANA DE RECOGIDA DEL CENTENO SEGADO
300 mollos para Hacienda Perdida
Fotos de YURI MILLARES
Haga clic en cada foto para verla a tamaño mayor

Recorrido de la ingeniera agrícola Yaiza González, para supervisar la calidad y cantidad del centeno segado en varias plantaciones, que se va a llevar esa misma mañana a un pajar en Hacienda Perdida cuya techumbre se va a reponer ●

1. Centeno.
Amanece en el valle de la Orotava y la camioneta que recogerá el centeno para un pajar en Hacienda Perdida hace su primera parada en Bebedero Alto.
[2. En camioneta.
Para ahorrar el coste de un camión, el centeno llega al pajar haciendo varios viajes en camioneta, que es el medio de transporte con que cuenta la propietaria.
3. Mollos.
Los hombres que realizan el transporte descargan los mollos en el pajar de abajo, donde lo almacenan hasta que se pueda techar el pajar de arriba.
4. Seco en el pajar.
El centeno se guarda en el interior de un pajar para que se conserve seco y no corra el riesgo de mojarse si cae alguna llovizna nocturna.
5. Calidad del centeno.
La ingeniera agrícola, que ha dibujado un croquis en su bloc, indicó a los hombres cómo almacenar los mollos según su calidad para el tapado.
6. Algo de avena.
Yaiza conversa con Cipriano, que tiene 200 mollos preparados, aunque en algunos hay un poco de otro cereal: “Compré semilla de centeno y me salió también avena”.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba