Sociedad rural

Guardianes de las reinetas, de las pajaritas y de las encarnadas

El norte de la isla de Tenerife tiene un paisaje esculpido por el cultivo de la viña que le da fama. Pero hay mucho más: toda clase de frutales templados donde destaca, cuando llega el otoño y además de la castaña, la muy buscada y apreciada manzana, de la que hay variedades locales con historias de mucha entrega por parte del agricultor isleño. [En PELLAGOFIO nº 58 (2ª época, noviembre 2017)].

Por YURI MILLARES

El Centro de Conservación de la Biodiversidad Agrícola de Tenerife, perteneciente al Cabildo Insular de Tenerife, “conserva ex situ (fuera de su hábitat natural) tanto especies de reproducción sexual (cereales, leguminosas y hortalizas, de las que se conservan sus semillas), como aquellas que no se multiplican por semilla sino mediante otra parte de la planta (papas, ajos, batatas, frutales, ñames, etc.), que normalmente se conservan en colecciones de campo o alternando campo y almacén”, explica la agrónoma Encarnación Velázquez, técnica del CCBAT.

Numerosos agricultores de la isla han recibido diversas variedades de los árboles frutales para que los planten en sus fincas. Es el caso de Juan Martín Morales. “En el año 2013 se le repartieron manzanos pajarita, que es una variedad local de La Orotava. Ahora están empezando a dar fruto y este año le pedimos que nos diera los datos de producción y del fruto”, explica Nani Velázquez una mañana que ha ido a visitarlo a su finca en Pinolere.

Nani Velázquez (Centro para la Conservación de la Biodiversidad Agrícola de Tenerife) observa una manzana pajarita en Pinolere (La Orotava). | FOTO YURI MILLARES
“La idea –continúa–, era probar esta variedad, que en el valle de la Orotava se conocía mucho y la gente la valoraba, repartirla como conservación in situ por los agricultores, y ver si se daba bien, si le encontraban salida, etc.”. Así fue como el CCBAT repartió entre 2012 y 2013 unas 350 plantas de pajarita a una treintena de agricultores a lo largo del valle, tanto en la cota 700 como en la cota 900-1.000, “para ver a qué zona se adapta mejor”.

A 713 metros de altitud sobre el nivel del mar nos encontramos, pues, con Juan Martín, que lleva 40 años plantando árboles frutales y ya tiene unos 300 matos. “Soy de La Orotava. Nací en una finca porque mi padre trabajaba en la agricultura, no de frutales, más bien de papas y plátano. Pero es una cosa que me ha gustado siempre, por eso compré esta finca y siempre la he tenido trabajada. Sólo yo sé lo que me ha costado tenerla bonita. Y aunque no vivo de esto, soy mecánico y estoy jubilado, estoy aquí de lunes a viernes y me lo paso bien”, relata.

Injertos sorprendentes
En efecto, no sólo la tiene bonita; con sus cuidados demuestra una gran habilidad y conocimiento en el cultivo de frutales, muchos de los cuales tiene injertados a partir de púas que va sacando de los mejores matos.

“Árboles que no daban les pongo yo otra variedad. Mira éste –señala a un pequeño manzano cargado de fruto–, me volví loco poniendo injertos y pegaron todos, ¡ahora está curioso, porque tiene tres variedades en el mismo manzanero!”, ríe pensando en el árbol y los tres tipos de manzana que da simultáneamente: reineta, pajarita y encarnada. Según ve “un palito que está como para injertar” le busca un “árbol que dé”. Y así ya tiene muchos árboles con dos y tres tipos distintos del mismo fruto.

«Manzanas y membrillos son frutas olorosas que se ponían en los arcones y armarios para que dieran olor»JUAN MARTÍN, agricultor

Juan Martín tiene plantados unos 300 frutales, muchos de ellos de variedades tradicionales de manzana. | FOTO YURI MILLARES
En cuestión de manzanos, Juan tiene aquí las variedades tradicionales de la zona: la pajarita, la reineta, la encarnada y otra “parecida a la pajarita” dice, además de la golden y la gran smith. Su preferida es la pajarita. “Yo veo que tratándola, para que no le entre el bichito, es una buena manzana. Para mí, la prefiero más que la reineta: es más sabrosa, más jugosa, más dulce”. También tiene aguacates, nísperos, nueces, kiwis, nectarinas, peras, ciruelas, membrillos…, aunque de variedades locales antiguas, las manzanas citadas y varias peras: “la sanjuanera, la pera de limón y una que le dicen pera de mesa, que es grande y exquisita. Y son peras que no producen bicho. La pera sanjuanera es ecológica total, no le entra la mosca y no se le echa ningún producto”.

Manzanas y membrillos, por cierto, tenían otra función además de servir de alimento: como son frutas olorosas se ponían en los arcones y armarios para que dieran olor, explica.

En su finca de Pinolere, Juan tiene un viejo nogal mollar, en plena fructificación en octubre.| FOTO YURI MILLARES
La finca, antiguamente dedicada a sembrar papas, tenía apenas “cuatro árboles frutales” cuando la adquirió Juan, entre ellos los perales sanjuaneros, “que tienen ya yo creo que siglos” y un viejo nogal mollar. Otro nogal que plantó él, todavía pequeño, ya la está dando fruto. “Que dice el refrán ‘siembra un nogal, que nunca comerás nueces de él’, pero eso es mentira, porque ese me salió allí en la jardinera y ya me está dando nueces hace dos años”.

Las peras las coge en julio, aunque a las sanjuaneras le dicen también peras tempranas porque se cogen antes, “para el día de San Juan”. En septiembre es cuando empieza a coger las manzanas, “a finales de septiembre ya no quedan reinetas”. Más tardía es la manzana gran Smith: “Si no la cojo en el menguante se arrugan, así que las cojo en el menguante de noviembre o en el menguante de diciembre, según cómo la vea. Es una gran manzana que se pone amarillita-amarillita y con bastante jugo”.

La reina de las reinetas
La fecha de la zafra para las manzanas reinetas en la finca Valdeflores (unos kilómetros más el este, en el municipio de El Sauzal), es unas semanas después. “A primeros de octubre. Si se adelantan un poquillo, pues se pueden coger el 25 de septiembre. Yo empecé este año el 27 o 28 de septiembre”, dice Francisco Fernández Ramos, Pancho, en una frondosa finca de 25 fanegadas: 20 fanegadas de manzanos reineta y 5 fanegadas de monte con bosque.

Pancho Fernández coge una reineta en la finca que plantó y cuida desde 1962. | FOTO YURI MILLARES
Recogidas todas en octubre, en noviembre están ya guardadas en varios salones de un almacén en la propia finca. “En natural, en vez de estar en cámaras pues están en un palé. Y ahí pueden durar hasta diciembre y parte de enero. Siempre se pudre alguna, pero se conservan todo ese tiempo, aguantan”, añade.

Caminando entre la arboleda, exclama satisfecho por el resultado de la labor que ha desarrollado durante los 55 años que lleva aquí. “¡Todos esos frutales los planté yo! Bueno, alguno viejo puede haber”, señala. Nacido en 1930, a sus 87 años su memoria no ha perdido detalles, ni sus conocimientos han dejado de convertirlo en un experto como nadie en el cultivo de esta variedad de manzana. “En eso no hay quien me gane. Yo llego allí cuando revientan los árboles, suponiendo, y nada más mirarlos ya sé si hay alguno al que hace falta hacerle algo”.

La arboleda reineta, dice Pancho, “ahora mismo puede ir por muchas clases, pero la reineta verdadera, la reina de las reinetas, es la que yo tengo”. Y precisa más: “Es la reineta del Canadá”.

«Arrendaron los espacios libres entre los manzanos para papas y les ponían amoníaco con cal, cuando me di cuenta la arboleda ya tenía mala pinta»PANCHO FERNÁNDEZ, agricultor

Valdeflores era una finca dedicada a la producción de papas, millo y trigo. “Eso es lo que sembraban antes, que era de los Ascanio. Pegaron a plantar algún árbol, que no sé si quedará alguno –va desgranando la historia de su vida desde que entró aquí en 1962–. Pero después le tocó a don José Peraza, un hombre muy nombrado aquí en las islas Canarias. Tenía un amigo que era ingeniero de montes, don Leoncio, que le aconseja ‘ahí siembras una arboleda y verás que te irá bien’. Entonces, respaldado por eso, pegó a comprarlas y pegamos a sembrar. Y aquí la tenemos. A mí me costó bastante”.

Inicios complicados
Como encargado de la finca y sus cultivos, los inicios de la arboleda que hoy luce espléndida fueron para él muy complicados. “Yo venga trabajar, venga pacá y venga pallá. Pero resulta que se arrendaron los espacios libres entre los manzanos para papas. Yo no me fijé al principio en los abonos que les ponían a las papas, amoníaco con cal. Pero cuando me di cuenta, la arboleda tenía mala pinta y le dije al dueño: tenemos que hacer algo porque, si no, esto se va”.

“Pues mire usted a ver”, le respondió. Pancho se paró a pensar: “Estar en una finca de estas es un lujo, ¿pero cómo saco yo esto adelante? Estuve dos y tres noches que no dormía”. Fue cuando se acordó de cuando era un muchacho de 14 años y trabajaba en la finca Sabanda donde nació (“allí le dieron el apellido a Los Sabandeños”) y vivía con sus padres, arrendatarios que “tenían cabras, vacas, sembradura de tomates y todo eso”. Y se dijo: “Aquí vamos a empezar de nuevo: quité hierba, se armó un ataque de araña roja con productos que tumba y dale y no había forma. Me vi un poco negro. Pego a quitar todo y a los dos años yo ya tenía la finca en pie, sin ayuda de nadie ni cosa que se le parezca, sino con lo natural”.

«Las tierras de secano hay que entenderlas. Si riegas esto lo echas a perder, se cría con las lluvias y con las brumas»PANCHO FERNÁNDEZ

Pancho utiliza horquetas para levantar las ramas más bajas y que no toquen el suelo. | FOTO YURI MILLARES
Las tierras de secano (y éstas lo son) “hay que cuidarlas, hay que entenderlas”, insiste. Él lleva 55 años cuidándolas y entendiéndolas. “Esto si lo riegas lo echas a perder, se cría con las lluvias y con las brumas. Hubo un año seco y todo el mundo pegó a regar los manzaneros y viene uno y me dice que comprara unas cubas de agua. Yo le dije: ¿quieres secarlos? Déjelos quietos. Y los saqué adelante con mis mañas, cavando los manzaneros, abonándolos, podándolos, desinfectándolos, haciéndole los trabajos que llevan. Hay que cuidarlos porque, tienen enfermedades: ceniza, la roña que es como un musgo, unas cuantas cosas”.

En el almacén, Pancho pesa una bolsa de reinetas. | FOTO YURI MILLARES
Manzana de brumas y borrascos
Esta arboleda, añade, “tiene que estar a 600 m del nivel del mar. De ahí para abajo la siembras y no se da. Todos esos manzanos que tenemos nosotros son de brumas, de borrascos, de humedad. Si hay una plaga tienes que conocer lo que es y saber lo que le va. Pero yo no le pongo azufre porque con el sol quema la cáscara del árbol (y de la fruta también). Lo hago con mis mañas y cuatro perras… Por eso le digo que para tener una buena arboleda hay que estudiar mucho”.

«Si hay una plaga yo no le pongo azufre porque con el sol quema la cáscara del árbol (y de la fruta también). Lo hago con mis mañas y cuatro perras…»PANCHO FERNÁNDEZ

Pancho utiliza horquetillas en las que apoya las ramas más bajas para que no toquen el suelo, en vez de podarlas. “Eso casi nadie lo usa, pero yo sí, ¿sabe por qué? Porque a esas ramas que bajan así les pones horquetas y dan una manzana grande, y explotamos mejor el manzanero, da más cantidad”.

Sigue caminando entre la arboleda (“esto es un bosque y yo los tengo bajitos”) y señala ahora al suelo para explicar cómo se cultivan estos árboles en secano. El secreto está en la hierba que les pone. “Las partes de sequero hay que entenderlas. Yo hasta los 25 años he estado en la costa, en cosas de riego, plataneras, tomates y todo eso. También teníamos terrenos en la parte alta de Anaga y los muchachos lo mismo estábamos en costa que estábamos en cumbre. Por eso mismo fue el empeño de esta gente para que yo viniera a la finca Valdeflores”.

Hace una pausa y vuelve a señalar la hierba cortada en el suelo. “Cuando llega el tiempo coge y se pasa un tractor por ahí, [en el espacio libre] entre las puntas de las ramas de los árboles. Después cogemos una azadita bien amoladita y matamos la hierba sin cavar, y se la vamos poniendo como cama, pero sin pegarla al tronco. Una camita de hierba. El sol trabaja arriba de esta hierba y debajo está la raíz del árbol. Así tiene más fuerza, más raíz y más todo. Lo que hay aquí es trabajo”.

Yo me acuerdo, cuando vine aquí, que Tacoronte exportaba manzana para Las Palmas. ¡Y nosotros, cuántos miles de kilos de manzana hemos exportado también para Las Palmas! ¡Montones! A la gente de aquí, en aquel tiempo, no le gustaba la manzana reineta. Cuando vieron que los canarios importaban las manzanas reinetas –ríe mientras lo recuerda–, cogieron celos y pegaron a consumir aquí. Había un tal Vega, de Las Palmas, que importaba muchas cosas de Tenerife. Y unas naranjas que había en Los Silos que olvídese”.

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