La fruta, mejor si es de temporada y de cercanía

«Existe el falso tópico de que ingerir la fruta al final de las comidas acumula más grasas, o se producen fermentaciones peligrosas para la salud. Esta afirmación no tiene ningún fundamento científico», escribe en su décima entrega de la serie “Come con ciencia”. [En PELLAGOFIO nº 92 (2ª época, enero 2021)].
Por LLUÍS SERRA
Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)
Las frutas juegan un papel importante en una dieta equilibrada en cualquier etapa de la vida. Son un grupo de alimentos de origen vegetal. Suponen un alto aporte de agua, vitaminas, minerales, fibra y fructosa, y un bajo contenido energético. Son alimentos bien aceptados por las personas mayores, básicos durante la edad adulta e imprescindibles para la formación de buenos hábitos alimentarios en la infancia y adolescencia.
Teniendo en cuenta el valor nutritivo y su papel protector para la salud, deberíamos consumir dos o tres piezas de fruta al día como mínimo. Preferentemente fresca y entera, ya que los zumos naturales sólo aportan las vitaminas y minerales y carecen de la mayor parte de la fibra que aporta la fruta entera. Los zumos industriales cuentan más como refresco que como fruta.
La disminución en el consumo de frutas, sobre todo en la población infantil y juvenil, hace necesario un esfuerzo imaginativo para alcanzar las recomendaciones de consumo y que no pase por el consumo de zumos industriales. La fruta tiene que ser el postre habitual en nuestra alimentación de todos los días, algo típico de la dieta mediterránea, aunque también son una buena opción para comer en el desayuno, a media mañana o como merienda.
Por desgracia, uno de los mayores problemas sanitarios en Canarias es el bajo consumo de hortalizas y frutas y, en particular, el escaso consumo de frutas en el postre. En los restaurantes del archipiélago raramente se ofrecen frutas para terminar la comida. Sí, en cambio, una innumerable lista de dulces cargados de azúcar y calorías.
Existe el falso tópico de que ingerir la fruta al final de las comidas acumula más grasas o se producen fermentaciones peligrosas para la salud. Esta afirmación no tiene ningún fundamento científico que lo avale, además, normalmente las personas que suelen decir esto acaban por engordar al eliminar la fruta de su alimentación.
También se sabe que consumimos la fruta como postre desde tiempos del Imperio Romano. En efecto, los romanos reservaban las frutas al final de sus copiosos e interminables ágapes, porque conocían sus efectos saciantes y anorexígenos.
Por ello, y para alargar las fiestas y no frustrar precozmente sus comilonas, dejaban la uva, cerezas, melones y otras frutas de temporada como colofón de sus festines. El alto contenido en fructosa de la fruta le confiere esta mayor capacidad para reducir el apetito que otros alimentos más ricos en grasas o proteínas. Existen algunos refranes que incitan a no comer fruta por la noche: “El melón por la mañana oro, por la tarde plata y por la noche mata¨, pero lo cierto es que no hay nada mejor, cuando hemos comido de forma abundante al mediodía, que una cena frugal a base de fruta y/o algún lácteo.
Cuando las frutas están maduras su contenido en polisacáridos, sobre todo almidón, se encuentra en cantidades importantes y esto hace que aumente su valor energético. También existen frutas que tienen de por sí un contenido elevado en almidón y azúcares solubles como, por ejemplo, el plátano y la uva, respectivamente; esto hace que su valor energético sea superior al de otras frutas. Normalmente las frutas más verdes tienen mayor contenido en fibra (pectinas) y su efecto prebiótico es mayor que en las frutas maduras.
Al igual que con las verduras, las estaciones de las frutas pueden alargarse, incluso hay frutas que pueden llegar antes del correspondiente solsticio y marcharse mucho más tarde de lo previsto, o estar presente en mercados todo el año sin fecha de caducidad; esto no quita que sea preferible comerlas en los meses del año en que sus cualidades organolépticas y nutricionales son mejores y encontramos sus precios más asequibles.
Es fundamental fijarnos en su procedencia y rechazar siempre aquellas que han recorrido largos viajes hasta nuestra tienda. En la tabla que ilustra el artículo podemos ver cuáles son los meses idóneos para el consumo de las frutas que podemos encontrar con más frecuencia en los países del Mediterráneo, incluida Canarias, en las que, además, se prodigan en cotas bajas frutas tropicales como el aguacate, el plátano o la papaya, entre otras.
Siempre daremos preferencia a frutas locales, frescas y de estación o temporada, a ser posible compradas en mercados y tiendas locales, aprovechando su óptimo valor nutricional y reduciendo el impacto medioambiental que su transporte a nuestras islas representa. Para ello es importante elegir en nuestro menú diario aquellas frutas que se producen en el archipiélago y que, por desgracia, en los últimos años ni siquiera se han recogido del campo como ciruelas, manzanas, nísperos, tunos, higos, caquis, naranjas, limones o peras.
Las administraciones y el sector de la restauración deberían promocionar nuestras excelentes frutas estacionales o de temporada e incorporarlas en cartas de restaurantes y en nuestro menú diario. ¿Hay algo más delicioso que terminar una comida con un racimo de rica uva, una granada, una naranja, una papaya, una buena manga, unos cuantos higos, un plátano o una manzana?
Existen múltiples elaboraciones culinarias que incorporan frutas, como las manzanas al horno, las peras al vino, las tartas caseras; y no sólo como postres, sino aun formando parte de platos principales acompañando a carnes o en ensaladas. Otras opciones, cuando no podemos consumir toda la fruta fresca, es preparar mermeladas, frutas embotadas o desecadas, o utilizarla, como se ha hecho en nuestro entorno, para hacer sidra u otras elaboraciones.
¡Lo importante es que no se pierda ninguna fruta de nuestros árboles en Canarias! Y recuerden el refrán que dice: cuando hay frutas en la huerta, hay amigos en la puerta.