Mucho vino es poco tino, la moderación es mejor opción

Se asocia el consumo moderado de vino «con un estilo alimentario y de vida más saludable y longevo», escribe en su séptima entrega de la serie “Come con ciencia”, lo que «no es un motivo para recomendar a la gente que empiecen a beber, pero sí que es un motivo para hacerlo sin excesos». [En PELLAGOFIO nº 89 (2ª época, octubre 2020)].
Según la Dra. Trichopoulou, madre científica de la dieta mediterránea, el consumo moderado de vino representa casi el 25% de los beneficios totales de esta dieta
Por LLUÍS SERRA
Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)
El vino y su relación con la alimentación y la salud han generado una increíble cornucopia de literatura, más o menos digna. El vino (o los vinos, dada su gran variedad) puede considerarse un alimento (la Ley de la Viña y del Vino define el vino como alimento natural obtenido exclusivamente por fermentación alcohólica, total o parcial, de uva fresca, estrujada o no, o de mosto de uva) muy importante de la dieta mediterránea. Otras dietas como la japonesa tienen el sake, la atlántica la ginebra o el ron y la centroeuropea y anglosajona la cerveza, por citar algunos ejemplos.
El vino contiene agua, alcohol, azúcares, ácidos orgánicos (tartárico, málico, galacturónico, cítrico, fumárico, gálico), sales minerales, polifenoles (como el famoso resveratrol, catequinas, quercetinas) y otros compuestos orgánicos como los hexenoles. También contiene sustancias procedentes del metabolismo de las bacterias como el glucano.
El vino tinto contiene diez veces más compuestos polifenólicos –que confieren al vino sus propiedades saludables– que el vino blanco
El vino tinto contiene diez veces más compuestos polifenólicos –que confieren al vino sus propiedades saludables– que el vino blanco. Pero, a diferencia de lo que sucede con cualquier alimento procesado y envasado, al vino no se le exige ni la descripción de su composición (aparte de la uva, se le añaden muchos otros ingredientes como sulfitos, gelatinas, clara de huevo, cola de pescado, proteínas de guisante o de papa, bentoina, goma arábiga, alguno de los cuáles se retiran posteriormente), ni su análisis nutricional (kilocalorías, hidratos de carbono), tan solo su graduación alcohólica y su denominación de origen, si la tiene.
En Canarias el vino lo trajeron los europeos en el siglo XV (los portugueses a Tenerife, los ingleses a El Hierro y los franceses a Lanzarote), experimentando un apogeo y una gran proyección en el siglo XVI, para decaer en el siglo XVII y no volver a renacer hasta finales del siglo XX. Hoy representa un sector en auge y muy apreciado.
El consumo de riesgo en nuestro país está, según un estudio del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, en franco declive
En los países mediterráneos, el consumo de bebida alcohólica de elección es el vino y, más recientemente, también el de cerveza (más propio de la cultura germánica y anglosajona). En general, y a pesar del botellón muy típico entre algunos jóvenes, el consumo moderado y responsable está haciendo adeptos en nuestro país. Aunque todavía hay que lamentar una significativa tasa de alcoholismo y una ingesta excesiva, lo cierto es que el consumo de riesgo en nuestro país está, según un estudio del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, en franco declive.
El consumo de vino en España se produce fundamentalmente en el hogar (76%), a diferencia de otras bebidas alcohólicas de mayor graduación, pero el consumo fuera del mismo lo pagamos mucho más caro, siendo el gasto per cápita de vino parejo dentro y fuera del hogar.
Yo creo que lo que nuestros lectores quieren saber hoy es: ¿Es sano beber una o dos copas de vino al día? Mi respuesta es: la salud no debería ser un motivo para empezar a beber. Pero un consumo moderado de vino en las comidas (un máximo de una o dos copas de vino al día en las mujeres, y no más de dos o tres en los varones) no sólo no tiene efectos perjudiciales para la salud, sino que incluso tiene efectos beneficiosos. Sobre todo, en mayores de 40 años. Si bien antes de esa edad es importante también aprender a beber de forma moderada y ocasional, lo recomendable sería que los jóvenes bebieran el mínimo alcohol posible. Hay que prohibir los botellones y luchar contra el alcoholismo, pero esto no se consigue con una ley seca.
Muchísima literatura científica de gran calidad avala los beneficios del consumo moderado de vino
Muchísima literatura científica de gran calidad avala los beneficios del consumo moderado de vino. Existe, no obstante, alguna publicación reciente que lo ha puesto en duda, aunque, en realidad, estudiaba el efecto de las bebidas alcohólicas en general, no sólo del vino, y no tenía en cuenta a los pacientes a los que se prescribía no beber por motivos médicos, ni tampoco el hecho de que la gente suele ocultar o infradeclarar el consumo de bebidas alcohólicas.
Hay personas que no son capaces de moderar el consumo, posiblemente por algunos rasgos adictivos de su carácter y por una experiencia inadecuada y muy precoz con el alcohol. El ser capaz de moderar el consumo de vino, incluso sin beberlo todos los días, indica también unas ciertas cualidades en el carácter y un estilo de vida frugal y contenido muy beneficiosos en general para la longevidad.
Un estudio reciente de la Universidad de Maastricht revela que los consumidores moderados tienen más probabilidad de llegar a los 90 años que los abstemios
La madre de mi amiga Emma Pérez Chacón, Clarita, natural de Ingenio y que hace unos días cumplió 100 años, dice que siempre ha bebido una copita de vino en las comidas. Tiene una autonomía y una calidad de vida envidiables. Su marido, que no bebía por prescripción facultativa, falleció hace más de 25 años. Casos así todos los conocemos, pero ejemplos aparte, según un estudio de la Dra. Antonia Trichopoulou, considerada la madre científica de la dieta mediterránea, el consumo moderado de vino representa casi el 25% de los beneficios totales de esta dieta tan saludable y referencia en el mundo entero. El resto se debe a sus otros componentes: aceite de oliva, frutas, verduras y hortalizas, pescado, poca carne roja, frutos secos. Un estudio reciente de la Universidad de Maastricht, en Holanda, revela que los consumidores moderados de hasta un máximo de 1,5 copas de vino al día tienen más probabilidad de llegar a los 90 años que los abstemios.
Es importante que el vino que elijamos nos agrade, que nos siente bien, que sea de nuestro entorno, a ser posible ecológico, de agricultura biodinámica o incluso natural, y que contenga el mínimo número de ingredientes químicos posibles. El vino no es sólo salud, el vino es cultura y patrimonio, es convivialidad, es entorno, medio rural, paisaje, y se asocia su consumo con un estilo alimentario y de vida más saludable y longevo. En otras palabras, la gente que consume vino de forma moderada, algunas veces por semana, consume una dieta más saludable y, además, más cercana y sostenible.
Sin excesos ni intentando convencer al que no lo hace. Por placer. Por cultura
El hecho de que nosotros, en nuestro grupo de investigación, hayamos publicado innumerables trabajos (totalmente independientes y nunca financiados por la industria del vino) acerca de los beneficios del consumo moderado de vino para el corazón, la depresión, el deterioro cognitivo, la diabetes u otras enfermedades no es un motivo para recomendar a la gente que empiecen a beber. Pero sí que es un motivo para hacerlo con moderación, en las comidas, y no necesariamente todos los días. Sin excesos ni intentando convencer al que no lo hace. Por placer. Por gusto. Por cultura.