Cuaderno de campoDavid Bramwell

El cuento de la cabra y la oveja y el altímetro perdido

Cruzando el Parque Nacional de Garajonay con el botánico australiano Keith Winterhalder, con quien Bramwell compartió días de exploración en la seva gomera de la laurisilva. [En PELLAGOFIO nº 1 (2ª época, junio 2012)].

Por DAVID BRAMWELL
David Bramwell es director del Jardín Botánico Canario “Viera y Clavijo”

En agosto de 1964 organicé una excursión con el botánico australiano y compañero de la Universidad de Liverpool, Keith Winterhalder. La excursión transcurrió desde Los Chorros de Epina, donde teníamos nuestro campamento base, hasta el Alto de Garajonay, y regresamos por el bosque de El Cedro y Hermigua, sin que viéramos a ningún otro ser humano por el camino… Bueno, excepto al viejito con la cabra y la oveja. Estuvimos caminando varios días. Al viejito lo vimos sentado en el borde de la estrecha pista, con ambos animales atados por una pata, cuando faltaban un par de kilómetros para llegar a Garajonay, y nos saludó con el típico: “¡Adiooooooo…!” de La Gomera. Le preguntamos si aquel era el camino para Garajonay y nos indicó con un gesto de su brazo que la dirección era “paallaaaaa, pallaaaaaaaa”.

Finalmente, alcanzamos la cima de Garajonay y regresamos hacia El Cedro, perdiéndonos en el bosque hasta que, por pura casualidad, salimos al campamento de El Cedro en medio de una intensa lluvia, creo que la más fuerte que había visto en mi vida. En fin, un par de días después volvimos a Epina donde, para nuestra sorpresa, nos estaba esperando el viejito con la cabra y la oveja. Nos preguntó: “¿Ustedes han perdido algo?”. Miramos en nuestros bolsillos y Keith contestó: “¡Sí, el altímetro!”. “Ah, no es eso entonces, es que yo encontré un reloj”, respondió el viejito. “¿Es redondo, de bronce y en un estuche azul?”, preguntó Keith. “Pues sí es esto” y el viejito le entregó el instrumento.

«¿Para qué …ño quieren ellos saber eso?”. Nos miró como a dos extraterrestres y con un apretón de manos a cada uno y otro “adiooooooo…” siguió camino

Yo que era el tesorero de los dos, le ofrecí unas monedas como recompensa. “¡No, no, no! No me insulte”, rechazó él, “pero sí dígame una cosa, ¿cómo sabe la hora con este reloj de solo un dedo?”. Entonces le explicamos que aquello no era un reloj, que era un instrumento para indicar la altura sobre nivel del mar, el número de metros de altitud. El viejito dio unos pasos hasta un punto donde podía ver el mar y la isla de La Palma al fondo, se volvió hacia los dos animales y mirando fijo a la cabra le dijo: “¿Para qué …ño quieren ellos saber eso?”. Nos miró como a dos extraterrestres y con un apretón de manos a cada uno y otro “adiooooooo…” siguió camino a Garajonay y a su mundo real.

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