Cuaderno de campoDavid Bramwell

Lección de Filosofía y Lógica entre botánicos

Durante unas exploraciones por Fuerteventura en 1969 junto a Enrique Sventenius, David Bramwell relata la caminata por la montaña del Cardón y las dos lecciones que aquel día aprendió: una de Botánica, la otra de Filosofía y Lógica. [En PELLAGOFIO nº 41 (1ª época, mayo 2008)].

Por DAVID BRAMWELL
Director del Jardín Botánico Canario “Viera y Clavijo”

En la primavera de 1969 pasé varias semanas en las islas orientales con don Enrique Sventenius, dedicados, sobre todo, a la exploración de Fuerteventura. Después de pasar cuatro días en Jandía nos dirigimos a Betancuria, allí nos quedamos en la casa de un amigo suyo que era propietario de un pequeño pero interesante museo. A la mañana siguiente nos levantamos temprano y salimos en un viejo Land Rover prestado por otro amigo, tan viejo que parecía ser el prototipo original de la marca… pero funcionaba.

Nos levantamos temprano y salimos en un viejo Land Rover prestado por otro amigo, tan viejo que parecía ser el prototipo original de la marca… pero funcionaba

Don Enrique me dijo cuando salíamos: “hoy vamos a la montaña de Cardón, donde vas a recibir una lección de Botánica y otra de lo cual hablaremos después”. Salimos, pues, en dirección a la montaña, a la que llegamos como siempre con aquel vehículo: totalmente machacados y con ganas de caminar. Subimos hacia la base de los riscos, donde Sventenius decía que había auténticas joyas de la Botánica. Pasamos por una zona de pie de monte donde encontramos una pequeña población de tajinastes (Echium famarae) y unas cardonales con magníficos ejemplares de Euphorbia canariensis, uno de ellos albergando una planta de la cerraja (Sonchus pinnatifidus) y otra un ejemplar grande del romero marino (Campylanthus salsoloides). Yo no esperaba ver estas especies en un lugar tan seco y castigado por el ganado, pero todavía seguimos encontrando más.

En el almuerzo, unos bocadillos de queso majorero con higos y un poquito de vino blanco, agradecí a don Enrique la lección de Botánica y le pregunté por la otra

En el almuerzo, unos bocadillos de queso majorero con higos y un poquito de vino blanco, agradecí a don Enrique la lección de Botánica y le pregunté por la otra. “Ven conmigo”, contestó él y nos levantamos, subimos por un risco vertical y allí me preguntó: “David, hace unas meses publicaste un artículo sobre el género Crambe en Canarias”. Yo respondí afirmativamente mientras él me lanzaba una de sus miradas especiales, volviéndome a preguntar: “Tú decías que no había Crambe en Fuerteventura, ¿verdad?”. También respondí que sí. “Aquí tienes tu segunda lección” y me señaló, en el risco, dos o tres ejemplares de una planta que no podía ser otra cosa que una col del risco (Crambe spp.).

Me miró otra vez mientras yo intentaba articular alguna disculpa por mis errores de juventud, pero él me dijo entonces: “¡Esta lección no es de Botánica! Es de Filosofía y Lógica, nunca se puede demostrar que una cosa no existe; solamente se puede demostrar que algo existe y es finito”. Al final del día bajamos de regreso al infernal Land Rover, pensando yo que para ser un buen botánico tendría que estudiar algo más de Filosofía y Lógica. La Crambe fue publicada posteriormente dedicada a don Enrique Sventenius con el nombre de Crambe sventenii Bramwell & Sunding.

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