Siemprevivas y además, cabrito y vino

Relato de otra expedición canaria de David Bramwell, en este caso durante el tiempo que vivió en Tenerife, en busca de “la joya del día” por la costa de Tacoronte, una siempreviva muy amenazada. Un artículo de la serie de PELLAGOFIO “Cuaderno de campo”. [En PELLAGOFIO nº 40 (1ª época, abril 2008)].
Por DAVID BRAMWELL
Director del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo
En 1969, cuando Zoë y yo vivíamos en el norte de Tenerife, en San Juan de la Rambla, dedicamos mucho tiempo a la explorar los acantilados y barrancos entre la punta de Teno y Anaga. Un día de mayo de aquel año bajamos por la carretera hacia la costa de Tacoronte. Esta vez don Enrique Sventenius no pudo acompañarnos y en su lugar vino don Carlos, el jardinero mayor del Jardín Botánico de La Orotava.
En aquella época el acceso a la costa era bastante limitada, con unos pocos senderos bajando por los acantilados. Don Carlos quería llegar hasta Mesa del Mar; pasamos por unas fincas de plataneras y viñedos hasta la cornisa de los riscos costeros y encontramos el principio de un camino. La vegetación era muy similar a la que conocíamos en San Juan: tabaibales de tabaiba dulce y tabaiba morisca, con algunos cardones. Había grandes extensiones de los dos corazoncillos Lotus sessilifolius y L. tenella, una especie descrita por primera vez por Richard Thomas Lowe –botánico inglés autor de la Flora de Madeira (1868)–, y recientemente resucitada con el nombre correcto para el “Lotus glaucus” de Canarias.
Sventenius le había dado instrucciones de enseñarnos “la joya del día”. Tardó unos minutos, pero por fin la encontró: una de las especies más amenazadas de la zona
Los riscos de la zona eran muy ricos en bejeques (Aeonium spp.) y cerrajas (Sonchus), pero al ir bajando por el sendero la vegetación cambió con la presencia de mucha lechuga de mar (Astydamia latifolia) y perejil de mar (Crithmum maritimum), hasta que, cuando nos acercamos más a la orilla de la costa, vimos a la uva de ]mar (Zygophyllum fontanesii) y a la pequeña siempreviva Limonium pectinatum.
Descansamos un ratito para almorzar los bocadillos que Zoë había preparado, a la vez que disfrutar del magnífico paisaje de los acantilados y el fuerte oleaje del mar. Poco después nos levantamos para continuar y entonces nos dijo don Carlos que Sventenius le había dado instrucciones de enseñarnos “la joya del día”. Tardó unos minutos, pero por fin la encontró: una de las especies más amenazadas de la zona, la siempreviva Limonium imbricatum, conocida solamente de Buenavista y la costa de Anaga, aunque posteriormente también descubierta en el norte de La Palma.
Pensamos que esto iba a ser lo mejor del día pero, de vuelta otra vez a la “civilización”, don Carlos, “para terminar bien la excursión”, nos invitó a comer cabrito y a probar los excelentes vinos de Tacoronte.