Los buenos recuerdos de dos jóvenes extranjeros

Palabras pronunciadas por David Bramwell (aunque las acompañó de diversos comentarios fuera de guión) durante la presentación del libro que recopila todos sus artículos publicados en PELLAGOFIO. Fue en el Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias y lo acompañó Wolfredo Wildpret, autor del prólogo. [En PELLAGOFIO nº 17 (2ª época, febrero 2014)].
Por DAVID BRAMWELL
Director del Jardín Botánico Canario “Viera y Clavijo” de 1974 a 2012.
Como ya se ha dicho [durante la presentación en el Cicca de Mis primeras exploraciones por las islas Canarias], este libro es una colección de recuerdos sobre mis primeras visitas a las Islas en los años 60 y algunos de principios de los años 70. Estos recuerdos forman parte de una serie de artículos en la revista PELLAGOFIO y fueron preparados a sugerencia del compañero Yuri Millares, a quien le estoy muy agradecido por el interés que siempre ha puesto en tener los textos a tiempo para su publicación en cada número de la revista. Una labor que no siempre ha sido fácil, porque muchas veces fueron entregados muy al último minuto para la edición.
Los recuerdos son de tiempos felices, desde mi primera visita a la isla de La Gomera en el 64 –¡1964, hace ya casi medio siglo!–, donde todavía tengo algunos amigos de la época, como el escultor José Román Mora, de Vallehermoso, por ejemplo. Todavía nos vemos con frecuencia, aquí en el Gabinete Literario.
Lems fue el primero en aplicar la expresión “radiación adaptativa” [la diversificación de especies en distintos nichos ecológicos] a la flora canaria
Un modelo mejor que el de Darwin
La verdad es que en casi todos mis recuerdos de aquellos tiempos figuran personas que ayudaron a fomentar mi gran afección por las Islas, donde he pasado bastante más de media vida. Entre esas primeras personas tiene gran importancia para mí Cornelius Lems, autor de varios artículos sobre la flora canaria y, especialmente, su check-list [listado de comprobación] de la flora canaria. Lems fue el primero en aplicar la expresión “radiación adaptativa” [la diversificación de especies en distintos nichos ecológicos] a la flora canaria, precisamente en su artículo sobre el género Aeonium (veroles y bejeques), llamando la atención sobre un modelo vegetal equivalente, o mejor, que el caso de los pinzones de Darwin en las islas Galápagos.
Estuve el verano de 1965 con Lems en Tenerife y La Palma y algunas de las excursiones que hicimos juntos figuran en el libro. La historia es curiosa, porque en 1966 Lems me ofreció la posibilidad de ir a los EEUU para hacer la tesis doctoral con él, pero en medio de la correspondencia sobre el tema recibí la noticia de su fallecimiento en un accidente de tráfico. ¡Qué larga es la sombra de los accidentes de tráfico en la historia reciente de la botánica canaria!
¡Qué larga es la sombra de los accidentes de tráfico en la historia reciente de la botánica canaria!
Los primeros viajes a La Gomera en 1964 y 1965 significaron encontrar un paraíso natural. E implicaba caminar mucho, porque había pocas carreteras, pero descubrimos lugares como Los Chorros de Epina, el bosque de El Cedro, Los Roques y el barranco de La Laja, el roque Cano, y La Mérica, lugar que, según un gran amigo y maestro de la escuela de Vallehermoso, don Jaime Vega Hernández, había dado su nombre a todo un continente: ¡América!
Primer encuentro con Sventenius
En 1965 fuimos primero a La Gomera y después pasamos unas semanas en Tenerife, donde nos encontramos con Eric Seventenius por primera vez, que nos orientó sobre las excursiones más interesantes en la isla, pero se disculpó diciendo que en aquel momento no tenía tiempo para acompañarnos en el campo. Afortunadamente había contactado con Lems y él estaba viviendo en La Orotava. Don Carlos Martín, el jardinero mayor del Jardín Botánico nos indicó la dirección y fuimos a la casa. Nos recibió con su esposa Bárbara y sus seis hijas. E hicimos algunas de las excursiones citadas en el libro. También fui a La Palma con Lems y visitamos Los Tilos, La Galga, Fuencaliente, La Caldera, etc.
Posteriormente en 1968 volvemos a las Islas con una beca de intercambio del British Council y el CSIC y fijamos nuestra residencia en San Juan de la Rambla, en la casa de una tía de un amigo de Antonio Bello, de la Universidad de Sevilla. Inmediatamente contactamos otra vez con Sventenius y empezamos a hacer excursiones casi todos los fines de semana con él. Recuerdo las primeras que hicimos a la Punta de Teno, pasando por el nuevo túnel, y el descubrimiento allí de nuevas especies como la Parolinia intermedia y la Hypochoeris oligocephala. En algunas excursiones nos acompañó Wolfredo [Wildpret]: tengo muy buenos recuerdos de una de un par de días que hicimos al barranco del Infierno, pasando por El Tanque hasta Tamaimo, en la que don Enrique [Sventenius] nos enseñó una pequeña población de Anagyris latifolia (oro de risco), y en Adeje pasamos la noche en la pensión Roschil, donde descubrimos los chinches y la aversión que tenía Sventenius a la Coca Cola.
Recuerdos de San Juan de la Rambla
Quizás una de las cosas que me trae mejores recuerdos era la amabilidad de la gente de San Juan de la Rambla. Don Julio, el dueño de la tienda de la esquina, quien se ocupaba de nosotros regalándonos de todo lo que producía en su pequeña finca (papas, plátanos, huevos, etc.) y de vigilar nuestras cosas cuando estábamos de viaje en las otras islas. O los niños del pueblo, a los que Zoë regalaba caramelos, que nos dieron la sorpresa una mañana, tras regresar por la noche de un día de campo con el coche lleno de polvo: nos levantamos por el escándalo que llegaba de la calle, miramos por la ventana y allí estaban los niños con unos baldes de agua limpiando el coche.
Pero aparte de la amistad que hicimos con Sventenius y con Wolfredo [Wildpret], tuvimos también la suerte de conocer a otras personas como don Antonio González, don Juan Nogales, el doctor González Padrón, don Ventura Bravo, don Jaime O’Shanahan, don Fernando Navarro, Pepe Alonso y muchos más, todos con un gran interés por la naturaleza canaria y este patrimonio mundial que es nuestra flora y fauna. Con don Ventura Bravo descubrimos los vinos blancos de La Frontera en El Hierro; con don Enrique Sventenius, los vinos de Taganana y las óperas de Verdi.
El hotel Los Frailes tenía el inconveniente de que el dueño, don Tomás, un inglés algo raro, cerraba la puerta a medianoche
Excursión por Gran Canaria
Para no extenderme demasiado, quiero terminar recordando un incidente en una visita que hicimos a Gran Canaria en 1969, donde quedamos en el antiguo hotel Los Frailes y donde conocí por primera vez a Günther Kunkel y el Jardín Canario. Nos quedamos en Los Frailes por la cercanía a ambos y porque don Enrique nos lo recomendó como una pensión barata. Pero tenía el inconveniente de que el dueño, don Tomás, un inglés algo raro, cerraba la puerta a medianoche y no había forma de acceder al hotel hasta la mañana siguiente.
Nosotros salimos un día por la mañana en dirección a San Mateo y la cumbre con la intención de cruzar la isla hasta el sur por Tejeda, Ayacata y Santa Lucía, para volver por Las Palmas a Tafira. La carretera en aquella época tenía muchos tramos de tierra bastante malos y tardamos mucho más de lo que habíamos calculado.
Cuando llegamos a Santa Lucía ya estaba la noche bastante avanzada y paramos en un bar para comer algo. Hablando con el barman preguntamos cuánto tiempo se podía tardar en llegar a Tafira. Nos dijo que de noche y sin conocer el camino, un mínimo de dos horas y media. Entonces comentamos que no había forma de llegar antes del cierre de la puerta de Los Frailes y probablemente habría que dormir en el coche. Al lado nuestro había un hombre que al escucharnos dijo que “de dormir en el coche, nada”, que tenía camas en su casa e insistió en que nos quedáramos en allí.
Zoë puso cara de preocupada, pero el barman le dijo que no nos preocupáramos, “es don Vicente, el alcalde”. Y en efecto, era don Vicente Sánchez Araña, persona con quien siempre, desde aquel momento, tuvimos mucha amistad. Y aunque la historia está en el libro, lo cuento otra vez porque mis buenos recuerdos son de gente así de noble y amable con una pareja de jóvenes extranjeros que se enamoraron de estas islas y posteriormente tuvieron la oportunidad de hacer su vida aquí.