Uno de los secretos más importantes de la botánica tinerfeña

David Bramwell guarda muy buenos recuerdos de los casi doce meses que vivió en San Juan de la Rambla, cuya zona (en especial el barranco de Ruiz) caminó y exploró en busca de plantas. Aquí en “Cuaderno de campo” relata tanto anécdotas entrañables como plantas que encontró. [En PELLAGOFIO nº 33 (1ª época, junio 2007).]
Por DAVID BRAMWELL
Director del Jardín Botánico Canario “Viera y Clavijo”
En Septiembre del año 1968, Zoë y yo alquilamos una casa en San Juan de la Rambla y nos quedamos allí casi doce meses. Desde allí salimos a recorrer todas las islas del archipiélago y nuestros estudios y exploraciones fueron, algunos años después, la base de nuestro libro Flores silvestres de las Islas Canarias. Todavía guardo muy buenos recuerdos de aquel pueblo: de la propietaria de la casa –siempre muy amable con nosotros– y, especialmente, de don Julio, el dueño de la tienda de la esquina de la calle, que nunca quería cobrarnos la factura del mes –“cuando ustedes quieran; mañana, ahora no tengo abierta la caja”– y al final siempre nos acababa regalando productos locales, como papas, plátanos, algún queso “para probar”. ¡Qué buenos tiempos aquellos!
Vivimos muy cerca del barranco de Ruiz y se convirtió en uno de nuestros lugares favoritos en Tenerife. Exploramos sus acantilados, veredas y andenes. Recuerdo que un día le llevamos a don Enrique Sventenius una muestra de una siempreviva. La habíamos encontrado en los riscos e inmediatamente nos dijo: “Estuviste en el barranco de Ruiz, subiendo por los andenes de la ladera izquierda”. Y añadió: “Aquélla es la mejor población de Limonium arborescens de toda la isla, uno de los secretos más importantes de la botánica tinerfeña”.
Según transcurrían los días, fuimos descubriendo que el barranco de Ruiz era un lugar lleno de secretos botánicos, una joya de sitio, ya afortunadamente protegido por ley
Según transcurrían los días, fuimos descubriendo que el barranco de Ruiz era un lugar lleno de secretos botánicos, una joya de sitio, ya afortunadamente protegido por ley. Un día encontramos el saúco (Sambucus palmensis) [en la imagen de cabecera]; otro día, la cresta de gallo (Isoplexis canariensis) y el tajinaste blanco (Echium giganteum). Durante la primavera se llenaba todo de flores de mayo (Pericallis echinata) y a la sombra de los barbusanos pudimos disfrutar del fuerte, pero agradable, olor de la menta poleo (Bystropogon canariensis). Muchas veces añoro aquellos días, de una pareja de estudiantes sin preocupaciones y bien arropados por el pueblo de San Juan de la Rambla.