Carlos CóloganVirtus Probata Florescit

Abordaje y matanza en ‘La Mutine’ durante su refugio en Tenerife

Con el pretexto de parlamentar, fuerzas británicas se acercaron al puerto de Santa Cruz para observar de cerca al navío francés, al que después, por la noche, atacaron y sometieron. Relato de Carlos Cólogan en su serie Virtus Probata Florescit [En PELLAGOFIO nº 78 (2ª época, septiembre 2019)].

columnista-carlos-cologan-3bPor CARLOS CÓLOGAN SORIANO
Escritor e investigador especializado en el comercio atlántico del siglo XVIII.

Hay dos formas de conocer la Historia. La primera es matricularte en la facultad, oír al profesor durante años y leer unos cuantos libros escritos por los demás donde te relatarán lo que según ellos sucedió y como se debe interpretar. De esa forma tu cabeza se estructurará adecuadamente para proseguir tus siguientes investigaciones. Es un camino perfecto y predecible para luego llegar a ser un historiador serio.

La segunda vía es menos ortodoxa y mucho, mucho más laboriosa. Es sencillo, te sumerges en los archivos y lees unas miles de cartas que sabes que fueron escritas por los que vivieron lo que investigas y tú mismo después sacas tus propias conclusiones. Esto, claro, puede asustarte, pero debes sobreponerte porque al final siempre hay premio.

Era mayo de 1797 y las islas Canarias permanecían acosadas por buques de guerra británicos que, en aquellos días, también bombardeaban Cádiz esperando interrumpir la conexión de España con sus Indias

Las dos opciones valen, aunque la segunda es, por decirlo de alguna manera, más excitante ya que nunca sabes lo que puedes encontrar. Pero lo más interesante, al menos por mi experiencia, es que muchas de esas cartas, la mayoría inocuas y sin mayor trascendencia, a veces desvelan una gran historia y, seguramente, inédita.

‘La Mutine’ busca refugio
Era mayo de 1797 y las islas Canarias permanecían acosadas por buques de guerra británicos que, en aquellos días, también bombardeaban Cádiz esperando interrumpir la conexión de España con sus Indias. Colándose entre éstos apareció un bergantín francés armado, llamado La Mutine, de 18 cañones y una dotación 148 hombres bajo el mando del capitán Louis Estanislao Xavier Pomies. Camino de Coromandel en la Indias Orientales llegó buscando refugio en Santa Cruz de Tenerife. Ambos países estaban inmersos en una guerra fratricida y nuestro país permanecía del lado francés, algo que siempre nos trajo la ruina.

Avistado en el puerto el navío francés a las dos de la tarde del sábado 27 de mayo, dos navíos ingleses –el HMS Minerva, con 44 cañones y al mando del capitán Benjamin Hallowell, y el HMS Lively, de 38 y con el capitán George Cockburn– se acercaron a la costa manteniéndose fuera del alcance de la artillería.

La estratagema de los ingleses
Los ingleses tenían una treta, pues a bordo de unos botes enarbolaron bandera blanca y solicitaron parlamentar. Al frente de esta misión iba el propio Hallowell, que ya conocía el puerto pues lo había visitado en 1790 y entregó al capitán del puerto, Juan Adam, una misiva para el comandante general Antonio Gutiérrez de Otero, solicitándole la entrega de los prisioneros ingleses que hubiera en la ciudad y asegurando que ellos habían trasbordado prisioneros españoles a barcos neutrales.

Evidentemente la propuesta fue rechazada y lo que se rebeló después es que era una estratagema para observar más detenidamente al navío francés. Patricio Murphy, agente portuario en la capital lo detalla en una carta dirigida al Puerto de La Cruz:

«Ya sabrán Vuestras Mercedes como antes de ayer vino un bote con bandera parlamentaria con pretexto de suplicar que le diesen los prisioneros Yngleses…»

Ya sabrán Vuestras Mercedes como antes de ayer vino un bote con bandera parlamentaria con pretexto de suplicar que le diesen los prisioneros Yngleses que hay aquí, pero el verdadero objeto era examinar este bergantín [el Mutine] e imponerse de su fuerza para saber cómo atacarlo, los pliegos que llevaba estaban en tierra. Los barcos Yngleses son dos fragatas las mismas que hablaron con el Americano. Uno de los botes se les fue a pique y lo tenemos en tierra.

La jugada les surtió el efecto deseado y pronto volvieron a sus navíos. Esperaron a la oscuridad de la noche, el 28 de mayo, para regresar mientras todos dormían.

Oy de madrugada hemos tenido repetida la misma de la noche que el Príncipe Fernando fue tomado por los Yngleses, pues estos se vinieron entre las dos y tres con ocho o más lanchas, y atacaron al bergantín francés al abordaje y después, en un reñido combate con armas blancas, quedaron los Yngleses dueños del barco y se encaminaron con él hacia fuera, sin embargo del fuego que se hizo de tierra que estuvo pronto, pero no tan feliz que lo lograse echar a pique. El capitán y otro oficial estaban en tierra y también algunos de la tripulación, pero abordo había más de cien hombres. Tres marineros se salvaron a tierra a nado y estos relatan que ha habido grande mortandad, tanto de una parte como de otra, pues parece que los Yngleses no daban quartel y así la mayor parte o todos los franceses han perecido.

La matanza se consumó y se desconoce qué fue de aquellos desgraciados marinos franceses. Tal vez fueran asesinados a cuchillazos y tirados por la borda, o llevados a Funchal en Madeira, que era un puerto seguro para los británicos. Siendo un bergantín armado, seguramente los pasaron a cuchillo en previsión de que estos hicieran lo mismo en las costas de la India. Quién sabe, pero lo seguro es que habrá otra carta por ahí, entre las miles del archivo, que nos desvelaría lo que les sucedió y ponerse en la piel del capitán francés que, en cuestión de horas, no solo perdió su navío, sino a toda su tripulación en una acción vergonzante para él.

Y, después, vino Nelson…
Pasaron los días y con cada barco que venía de Península los chismes iban aportando información a cuentagotas, como que al parecer no todos fueron asesinados. También quedó desvelado que en la isla había prisioneros ingleses que no se sabe bien que hacían aquí. En fin, cotilleos del puerto que sin duda eran y aún son la mejor de las realidades.

Mientras los chismes corrían de taberna en taberna, el capitán Hallowell se chivaba a Horacio Nelson de lo que vio en el puerto

Y mientras los chismes corrían de taberna en taberna, el capitán Hallowell se chivaba a Horacio Nelson de lo que vio en el puerto y, unas semanas después, dio pie a que este se aventurase a atacar Santa Cruz.

Lo cierto es que las cartas de Patricio Murphy no cambian para nada la historia del ataque, pero, desde luego, a mí me acercan mucho más a aquellos días que un frío y desnaturalizado relato de Historia. Por este camino se evidencia mucho mejor el aspecto humano de los participantes. Por eso me apasiona mucho más leer simples cartas, ya que percibes que lees un veraz y apasionado presente que simplemente ya pasó.

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