En busca del mejor vino de las islas Canarias… en 1796

El fiscal de la Real Audiencia de Canarias, José María de Zuaznávar, reconocía no entender “de reducción de arrobas a tercios o cuarterolas, ni me he visto hasta ahora en la ocasión de discurrir los medios de enviar vino sin que pueda la tripulación aprovecharse y luego llenar de agua el barril o la pipa”. Entrega 25 de Carlos Cólogan en su serie Virtus Probata Florescit [En PELLAGOFIO nº 79 (2ª época, octubre 2019)].
Por CARLOS CÓLOGAN SORIANO
Escritor e investigador especializado en el comercio atlántico del siglo XVIII.
Entre libro y libro, me sigue atrayendo picotear en los archivos cartas que, en principio, no me dicen nada hasta que un simple párrafo me activa una curiosidad inmediata. Y esto me sucedió hace diez minutos, cuando no tenía ni la más remota idea de cómo enfocar este artículo. La carta la escribe, desde Las Palmas de Gran Canaria, José María de Zuaznávar, de quien nada sabía y aún poco o nada sé, salvo que era el fiscal de la Real Audiencia de Canarias, un cargo relevante con un poder nada desdeñable. O, dicho de otra manera, alguien a quien nadie quería como enemigo.
El caballero era natural de San Sebastián y con una preparación intelectual fuera de lo normal. Abogado del Consejo de Castilla, miembro de la Real Academia de Historia y un prolífico autor de libros históricos entre los que destacan Invasión de la isla de Tenerife por los ingleses (1797), Catálogo de los pueblos del distrito de la Real Audiencia de Canarias (Las Palmas de Gran Canaria, 1803), Noticias histórico-legales de la Real Audiencia de Canarias desde la conquista de aquéllas hasta el año de 1755 (Madrid, 1815) y Compendio de la Historia de Canarias (Madrid, 1816). En fin, no sigo porque les aturdiría.
Don José María no tenía ni la más remota idea sobre vinos y debía hacer un envío urgente a un gran señor de Pamplona

El caso es que, como todo hombre sabio, sabía perfectamente –valga la redundancia– los límites de su intelecto y cuando éste no llegaba, preguntaba a quien sabía. Lo cierto es que don José María no tenía ni la más remota idea sobre vinos y debía hacer un envío urgente a un gran señor de Pamplona. ¡No quería fallar por nada del mundo!
Para el mayor lucimiento
Por eso, el 3 de enero de 1796 escribió a Tenerife a su amigo y comerciante de vinos Tomás Cólogan, para que le asesorara sobre cuál era el mejor vino de Canarias que podía enviar. Así le dijo:
Mi estimado Dueño y Amigo. Don Manuel Vidarte, Caballero muy distinguido, y poderoso comerciante de Pamplona, me encarga por medio de mi Padre, que le remita a Santander, consignado a los Señores Vidal e Hijo, o a Cádiz a los señores Miches Padre e Hijo, quatro o cinco arrobas o cántaros del mejor vino de estas Yslas y deseo, por mi padre y por Vidarte, salir con el mayor lucimiento del empeño, en que me veo metido.
JOSÉ MARÍA DE ZUAZNÁVAR:
«Ni sé qual es el mejor vino de Canarias ni puedo tener las proporciones de Vuestra Merced para conseguirlo»
Pero ni sé qual es el mejor vino de Canarias ni puedo tener las proporciones de Vuestra Merced para conseguirlo, ni entiendo de reducción de arrobas a tercios o quarterolas, ni me he visto hasta ahora en la ocasión de discurrir los medios de embiar vino sin que pueda la tripulación aprovecharse del puro y luego llenar de agua el barril o la pipa.
Constituido en estas circunstancias recurro a la amistad de Vuestra Merced para que me haga el gusto de correr con las diligencias que haya que practicar hasta poner a bordo el vino y encajarlo a persona de confianza. Todos los gastos que le ocasiona a Vuestra Merced esta comisión se los satisfaré desde luego, o aquí, o en Cádiz, y no dudo me sacaría del empeño con el mayor lucimiento.
Ofrezca Vuestra Merced mis respetos a los pies de esas Señoras y mande quanto guste a mi más atento y seguro servidor.
Palmas de Gran Canaria, 3 de enero de 1796.
Ante semejante pregunta, no me quedó más remedio que buscar la respuesta de Tomás, que fue lo que me atrajo de la carta, saber qué vino era, para este comerciante, el mejor que se podía ofrecer desde las islas Canarias. Ese mismo mes Tomás servía cientos de pipas de Vidueños (vinos blancos secos) a la mismísima Royal Navy y a media Europa, pero, ¿cuál iba a ser su respuesta? Sólo tardé quince minutos en encontrarla, yendo directamente a los copiadores de cartas donde se acumulan las cartas emitidas, es decir, las respuestas.
Los vinos seleccionados se remitieron para Cádiz, a nombre de Señores Miches Padre e Hijo, con la siguiente carta explicativa:
Muy Señores Nuestros
De orden de Don José María de Zuaznávar, fiscal de nuestra Real Audiencia remitimos a Vuestras Mercedes en este Bergantín San Eugenio, su Maestre Eugenio Perera Romero un barril de Vino Malvasía producto de estas Yslas muy viejo y superior. Como Vuestra Merced verá por el adjunto conocimiento y factura. A la llegada de dicho Bergantín Vuestras Mercedes se servirán disponer se transborde a qualquier buque que haga viaje para Bilbao a fin de que allí se embie a Pamplona a Don Manuel Vidarte y siempre que dicho Señor Fiscal disponga que Vuestras Mercedes paguen su anticipo, se servirán Vuestras Mercedes hacerlo en efectivo a Don Jacobo Gough, calle Gamonales expresando ser el recibo de nuestra casa y con su recibo o de su apoderado Don Pedro Domecq dispongan de Vuestras Mercedes y nos alegraremos que en esta distancia recurra en que poder complacerles. Nuestro Señores les guarde muchos años.
Juan Cólogan e Hijos
La siguiente pregunta sería, ¿le gustó al Señor Vidarte el malvasía añejo de calidad superior de las islas Canarias? Sólo hubo que esperar unos meses para saberlo. Reconozco que me estaba causando cierta ansiedad. Pasaban los meses. El 29 de noviembre de 1796 el pobre don José María no tenía noticias de la entrega, pues no había recibido carta alguna sobre el asunto.
En marzo de 1797 llegaron noticias de Cádiz confirmando la entrega del barril de malvasía al señor Vidarte de Pamplona
¿Y cómo le supo el vino?
En marzo de 1797 llegaron, al fin, noticias de Cádiz confirmando la entrega del barril de malvasía al señor Vidarte de Pamplona, pero sin más datos y, mucho menos, su opinión. Desconozco si el señor Vidarte fue maleducado o, simplemente, que la guerra se les echó encima y por ello no llegaron sus cartas.
Ahora eso ya me da igual, lo más seguro es que Vidarte se bebió el malvasía y lo disfrutó. Y yo, de camino, he aprendido a apreciar el verdadero perfil del fiscal, un hombre culto, muy bien informado, que en sus cartas con su amigo Tomás me ha alumbrado muchos datos mil veces más interesantes que la propia anécdota del malvasía. Ansiando llegar a la cima, al final te das cuenta que siempre se disfruta más del camino. Que, en mi caso, ha sido aprender de un personaje de gran trascendencia para las islas Canarias.