Una historia de corsarios con Benjamin Franklin y una monja palmera

«El asunto de los corsarios americanos atacando indiscriminadamente navíos canarios que partían hacia o desde Londres puso a Franklin en un grave aprieto», escribe Carlos Cólogan en su quinta entrega de Virtus Probata Florescit, su columna en PELLAGOFIO. [En PELLAGOFIO nº 59 (2ª época, diciembre 2017)].
Por CARLOS CÓLOGAN SORIANO
Escritor e investigador especializado en el comercio atlántico del siglo XVIII a partir de la amplia documentación legada por su familia
El año de 1778 no se conoce por ser muy relevante en la historia de España, salvo que fue el año previo a la entrada de nuestro país en la contienda entre Inglaterra y sus Trece Colonias norteamericanas. Hasta ahí todo normal, salvo que en las islas Canarias, a medio camino entre Europa y América, fuimos testigos o, mejor dicho, sufrimos algunos daños colaterales no muy divulgados. Entre esos episodios, me enternece este de una monja palmera llamada Francisca Josefa del Sacramento Vinatea.
En ese verano, los americanos ya andaban a la greña con los ingleses y, como estaban muy faltos de barcos de guerra con los que enfrentarse a la poderosa Marina de Guerra británica, idearon un sistema muy barato pero eficaz. El asunto fue armar a muchos de sus barcos mercantes como barcos corsarios y repartir entre ellos patentes de corso, para atacar el comercio británico en el Atlántico. Para organizar semejante “marina” los americanos depositaron en Benjamin Franklin, que entonces estaba en París cerrando alianzas con el gobierno francés y español, el reparto de las patentes.
El conspirador y eficaz americano se apoyó en una red de agentes que se movían entre los puertos franceses y españoles, para recibir a sus corsarios cuando estos hacían una captura británica. Los bergantines americanos eran pequeños y dotados de no más de 20 cañones. Sin embargo, tenían una movilidad enorme que les permitía apresar a cualquier mercante con aspecto británico que se moviera en el Atlántico. Curiosamente muchos de esos capitanes corsarios, caso del famoso Lambert Wickes, eran capitanes de navíos que durante décadas transportaron vinos desde Tenerife y La Palma hasta Filadelfia, por lo que eran muy conocidos en los puertos canarios. Éste en particular trabajó para la familia Franchi.
Repostera de mucha altura
Al tiempo que este enfrentamiento sucedía, la monja catalina Sor Sacramento vivía plácidamente dentro de las paredes del convento de Santa Catalina de Siena en Santa Cruz de La Palma. La religiosa tenía la virtud de ser una repostera de mucha altura. De sus manos salían orzas [tarros] rellenas con exquisitos dulces como membrillos, jaleas o mejunjes de almendras regados con anís. Toda una variedad de confituras, seguramente riquísimas, que las monjas preparaban en el convento. En sus cartas relatan que las preparaban con las frutas disponibles en La Palma, desde naranjas chinas a uvas, cerezas, albaricoques ciruelas o manzanas.
De sus manos salían orzas rellenas con exquisitos dulces como membrillos, jaleas o mejunjes de almendras regados con anís. Toda una variedad de confituras
Los destinatarios de las confituras eran algunos adinerados comerciantes de las islas de La Palma y de Tenerife, que las recibían como pago por las aportaciones dinerarias de éstos a la vida del convento. En ocasiones porque alguna hija estuviera en él, o bien por alguna misa o rezos de difuntos que éstas ofrecían para la salvación de alguna alma descarriada.
Las monjas, necesitadas de todo y con nula capacidad de adquisición, intercambiaban sus dulces y muchas veces recibían de los comerciantes del Puerto de la Cruz, en Tenerife, muchos artículos de importación venidos desde Inglaterra. Entre los más importantes estaban los textiles con los que cosían sábanas, manteles, ajuares, etc. De esa forma saldaban las numerosas aportaciones que recibían y de las cuales dependían.

Durante años fue así, y en el verano de 1778 Sor Sacramento esperaba ansiosa un barco sueco que venía desde Londres a Tenerife, cargado con numerosos fardos de ropa blanca para ser remitidos a varias islas, algunos de los cuales debían ser para su convento. Lo cierto es que el verano pasaba y el navío sueco contratado, llamado Henrica Sophía, dilataba su llegada hasta que la desgracia se confirmó. El barco neutral sueco, contratado por los comerciantes de vinos de Tenerife, había sido apresado por un corsario americano que “lo confundió” con uno británico.
Una noche, estando al ancla a más de doscientos metros de la costa, uno de los marineros suecos se liberaba de los grilletes y saltaba por la borda nadando hasta tierra
Voz de alarma
Los atacantes apresaron a los tripulantes llevándolos a la bodega de su barco corsario y dotaron al navío sueco de nueva tripulación, poniendo a la presa con rumbo a Norteamérica para ser vendida. La noticia se difundió rápidamente por las islas debido a la torpeza del propio corsario, Gustavus Cunngingham, que llegó con su navío La Revenge hasta Santa Cruz de Tenerife. Sucedió una noche que, estando al ancla a más de doscientos metros de la costa, no advirtió que uno de los marineros suecos se liberaba de los grilletes y saltaba por la borda nadando hasta tierra y dando la voz de alarma.
La información llegó a La Palma y Sor Sacramento escribió apenada a Tenerife.
Señor don Juan Cólogan e hijos.
Mui señores míos, recibo la apreciable de Vuestras Mercedes de 9 del que corre con la pieza de anascote que aprecio mucho y quedo confiada de la pieza de crea, resma de papel conforme llegue según vuestras mercedes me prometen, añadiendo el acordarles la pieza de lienzo casero que de antiguo pedí, y de presente dos varas de baetilla verde, doce varas de lienzo del que llamamos acá de a real y de lino fino bueno doce libras, que como la embarcación de Vuestras Mercedes corrió desgracia y ha tardado el repartimiento de todos los años la celda esta falta de todo, Dios quiera libra esa que infiero [roto]eran para lo que no cesaré de rezar hasta saber algo que aun que tibio Nuestro Señor oye al mayor pecador.
Su Magestad dilate la vida de vuestras mercedes los muchos años que deseo. Palma, y octubre 22 de 1778. Besa la mano a vuestras mercedes su mui afecta servidora, Francisca del Sacramento Vinatea.
Puesta en guardia la comandancia, el navío corsario partió muy osadamente desde Santa Cruz al puerto de La Palma y en su travesía apresó a un segundo navío, este sí verdaderamente británico. Desafortunadamente para él, en aquel puerto le esperaban las tropas de infantería españolas quienes lanzaron sus lanchas sobre el navío corsario y su presa inglesa, recuperando al segundo y poniendo a la fuga al corsario.
El Henrica Sophía con sus trapitos llegó finalmente al puerto de Filadelfia y los corsarios trataron de venderlos en pública subasta. Al final eso no sucedió porque allí estaba Juan de Miralles y Trayllón, embajador oficioso de España ante las Trece Colonias y amigo íntimo de George Washington, quien se percató de la “irregular” captura de un barco neutral fletado por la compañía tinerfeña de Juan Cólogan e Hijos. Así lo atestiguó ante la Corte y lo comunicó a Tenerife.
Aquella captura originó, como una pirueta del destino, el reinicio de la relación entre Tenerife y Filadelfia pues Miralles puso en contacto a la compañía tinerfeña con el mayor empresario de la ciudad llamado Robert Morris, luego convertido en padre fundador de los EEUU, además de financiero de la revolución y armador del primer barco de esa nación.
Ese derrotero, muy útil para los exportadores de vinos tinerfeños, causó una gran apertura de las exportaciones a Norteamérica, pese a que no fue la única captura irregular ni la más sonada. Sin embargo, para Sor Sacramento aquel suceso del navío sueco le ocasionó un grave problema de desabastecimiento, pues los textiles británicos tenían una alta demanda en las Islas.
Sor Sacramento nunca oyó hablar de ese señor Franklin, pero los tinerfeños debieron verse con él en París para resolver el apresamiento de mercancía por sus corsarios
En París, Franklin fue advertido de lo irregular de la captura por el embajador de España en Francia, el conde de Aranda. La cuestión es que, en ese invierno, las Trece Colonias negociaban en secreto la incorporación de España a su bando junto a Francia, ya declarada por entonces aliada americana. Sin embargo, el asunto de los corsarios americanos atacando indiscriminadamente navíos canarios que partían hacia o desde Londres puso a Franklin en un grave aprieto, que amenazaba su estrategia de búsqueda de aliados europeos absolutamente vitales, como luego se vio para el desarrollo de la contienda.
Lo cierto es que Sor Sacramento nunca oyó hablar de ese señor Franklin, pero los tinerfeños debieron verse con él en París para resolver su asunto, que no fue otro que cobrar de su mano el valor del barco apresado y llevarle vinos de La Orotava.