Camello canario o ‘tacho’, el tractor del campo isleño

EN BUSCA DE LAS RAZAS CANARIAS DEL MUNDO RURAL. Llegó tras la conquista de las islas de Lanzarote y Fuerteventura. En los siglos siguientes se extendió por todo el archipiélago, donde modificó su fisonomía como fuerza de trabajo en el campo isleño. Desde hace cerca de 40 años permanece aislado y sin mezcla, ya que por motivos sanitarios la importación de dromedarios africanos está prohibida. [En PELLAGOFIO nº 69 (2ª época, noviembre 2018)].


■ Los primeros en Australia El primer camello que llegó a Australia, en 1840, venía de Canarias. Pero la mayoría de los que, después, fueron llegando procedían de Afganistán y la India, de donde también llegaron camelleros, como los de esta fotografía de 1885, donde se ven camelleros y camellos afganos en la ciudad agrícola y ganadera de Bourke (Nueva Gales del Sur), donde servían como medio de transporte ● |

■ En las ocho islas canarias De La Graciosa a El Hierro, el camello ha estado presente en todo el archipiélago los últimos siglos (¡nueve islas, si contamos el islote de Alegranza!). En la fotografía, del libro de Margaret D’Este In the Canaries with a Camera (1909), unos camellos transportan arena en La Orotava. En la actualidad sólo hay en Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria y Tenerife ● |

■ Los camellos del rey En 1906 el rey Alfonso XIII viajó a las islas de Lanzarote y Fuerteventura a bordo del lujoso vapor Alfonso XII. El Ayuntamiento de Puerto Cabras regaló al monarca una camella que fue izada de esta forma al bordo del buque que lo llevaría de regreso a la Península. En Arrecife de Lanzarote visitó las obras de las Maretas del Estado subido en uno del que hizo caer al ministro de la Guerra ● |
DESPLEGABLE + INFO
«En Arrecife, agua ‘zangoloteada’, y en Antigua, ‘tabloniando’»
Lanzarote y Fuerteventura son las islas con una vida rural más vinculada al camello canario desde que éste llegó al archipiélago. De ello dan testimonio Juan Brito Martín y Andrés Rodríguez Berriel, que lo vivieron e investigaron.
Por YURI MILLARES
Tras la conquista de las islas de Lanzarote y Fuerteventura apenas comenzado el siglo XV, dieron comienzo las expediciones a Berbería a realizar las cabalgadas que darían como fruto la captura de esclavos… y dromedarios, el camello de una sola joroba. Dada la corta distancia desde la costa sahariana a Fuerteventura (apenas 95 km) y que la inestabilidad de las pequeñas embarcaciones que se acercaban a la orilla no permitía subir en ellas a estos animales, existe la creencia, transmitida oralmente de generación en generación entre los camelleros del archipiélago, de que el transporte de los animales se realizó ¡remolcándolos! “Muchas veces no llegaban sino el cuero y los huesos si aparecía algún janequín, un tiburón o una sarda, que se lo merendaban –según el investigador y escritor Andrés Rodríguez Berriel –. Desde que le hacían un poco de sangre llamaba a otros y terminaban con él. Hasta que empiezan a aparecer barcos más grandes, los pailebots y todos esos, con el sistema de la maquinilla, que con la pluma lo arriaban y lo dejaban en la bodega o sobre cubierta”.
Lo que sí está documentado es que los camellos canarios eran remolcados por embarcaciones a remo para su traslado entre las islas más orientales (La Graciosa, Lanzarote y Fuerteventura). Incluso la serie documental Senderos isleños, producido y emitido por Televisión Española en Canarias (TVE-C), lo recreó y filmó. “Esto era gracias a la flotabilidad que le confieren sus estómagos al actuar como bolsas de aire; también gracias a la capacidad que tienen de cerrar herméticamente las fosas nasales, lo que impedía que se ahogaran”, explica el veterinario Francisco Fabelo.

‘Moros’ y ‘tachos’
Los agricultores y camelleros de Lanzarote y Fuerteventura distinguían entre dos tipos de camellos según su forma, explica Fabelo. “Uno al que llamaban moro, que provenía directamente de África, con unas extremidades largas y era ligero; y otro más codiciado, el camello de la tierra, canario o majorero, que en general correspondía a animales más fuertes y huesudos, con extremidades más cortas, también más anchos de pecho, compactos y de los que se decía que eran tachos por esto”.
Trabajando en entre fuertes pendientes desarrolló sus características: mayor desarrollo pectoral, una fuerte musculatura y menor crecimiento en altura
El camello tacho transformó el paisaje de estas islas, trabajando muchas veces en difíciles condiciones al tener que moverse entre fuertes pendientes, lo que acentuaba aún más sus características (mayor desarrollo pectoral, una fuerte musculatura y menor crecimiento en altura), llegando a hablarse durante un tiempo de un camello diferenciado, el hariano. “Gozaba de buena fama el camello de la zona norte de Lanzarote o hariano, gracias al cual se realizaron las terrazas en Haría. También tenían estas características los camellos que trabajaban en tahonas. Por el contrario, los camellos más altos y desgarbados, que venían del continente africano, eran buenos caminantes”, detalla Fabelo.
En el siglo XXI el camello es un animal todavía presente en la isla, aunque dedicado a pasear turistas al haber perdido la utilidad como medio de transporte y fuerza de trabajo. La famosa imagen de filas de camellos llevando visitantes al Parque Nacional de Timanfaya es una actividad harto conocida. Un paseo que ya se practicaba en el s. XIX, como escribió el naturalista francés Charles Alluaud: “31 de enero de 1890. A las 8 de la mañana (…) dejamos Yaiza montados en camellos para ir a visitar la famosa Montaña de Fuego. (…) ¡Qué camino para el pobre camello!”.

En otras islas del archipiélago también quedan camellos para esta función turística, aunque en Fuerteventura y dentro del zoológico Oasis Park se desarrolla un proyecto singular, DromeMilk, para el estudio de los principios activos de la leche de camella y su posible aplicación sobre enfermos de diabetes.
Carne colorada y ‘bisteces’ grandes
Desde Fuerteventura y Lanzarote el camello pasó al resto del archipiélago, sobre todo como bestia de carga por su gran fortaleza, aunque también para labores agrícolas, así como mover norias y tahonas. Llegó incluso a El Hierro, donde de la presencia de estos camellos en La Frontera ya supe en 1997 cuando visité la bodega de Julio Fleitas, por una anécdota que me llamó mucho la atención. Uno de aquellos camellos, me contó, “enfermó de la corcova” así que “lo mataron aquí debajo donde le dicen Tigaday y uno que tenía muchos hijos y, claro, tendría su pobreza como todos, fue y sacó del camello unas bolas de carne, las metió en unas cestas y se las llevó a casa”. Se puso a asarla en una hoguera y “salía un olor que daba miedo y hubo más gente que comió, viendo la carne aquella colorada y unos bisteces grandes. Fue un tenderete grande”.
“Un camello vive 33 años, 3 horas, 3 minutos y no se sabe [los segundos]. Entra en la gallanía y allí muere”RAMONCITO, camellero

¿Cuánto duraba un camello trabajando?, le pregunté al camellero Ramón Hernández (Ramoncito), una noche de octubre de 2000 que iba al norte y estaba acampado cerca de Ampuyenta (Fuerteventura) con dos de sus camellos. “Un camello vive 33 años, 3 horas, 3 minutos y no se sabe [los segundos]. Entra en la gallanía y allí muere”, fue su sorprendente respuesta.
Leche de camella con gofio
Lo que sí era frecuente aprovechar era la leche de camella. “Es buena si se padece de azúcar”, decía Ramoncito. Siendo niño, Andrés Rodríguez Berriel tuvo “un tifus –recordaba en una entrevista a principios de 2018–, entonces mi abuelo trajo dos camellas para darme leche de camella y estuve cerca de tres años tomándola. Cada mañana la ordeñaban y aparte de eso yo iba después por allí, la ordeñaba y me la bebía. Teníamos una lucha constante el guelfo y yo –ríe–. No me podía ver”. Lo normal era que te dieran esta leche “si estabas enfermo, débil o inapetente”, añadió.
Una leche que variaba mucho de sabor según lo que comiera la camella, “si comía aulaga era amarga, si comía barrilla o cosco era salada y si comía palotes de millo o paja ya era más dulce”. De una u otra forma, él se la tomaba a diario mezclada con gofio.
El primer camello que llegó a Australia vino de Canarias y desembarcó en Adelaida en 1840, para explorar las tierras de Nueva Gales del Sur

De la fortaleza y resistencia del camello canario da idea una anécdota tan curiosa como que el primer camélido que llegó a Australia –donde se acabó convirtiendo en una plaga, al ser liberados cuando no tuvieron más utilidad– llegó desde este archipiélago. En 1836, el gobierno de la colonia de Nueva Gales del Sur quería traer camellos que ayudaran en la colonización de zonas áridas e inhóspitas del interior australiano. También se pensó importarlos desde la India, pero finalmente se optó por una ruta más cómoda que pasaba por Canarias, islas muy bien conectadas con la metrópoli británica.
‘Harry’, el primero en Australia
Los hermanos Phillips (Henry, George y G. M.) compraron en 1840 nueve camellos en Tenerife y cuatro o seis de ellos fueron embarcados en el SS Apolline, barco fletado por el primero de los hermanos en Londres. El navío, al mando del capitán William Deane, llegó al puerto australiano de Adelaida el 12 de octubre de 1840, pero sólo sobrevivió uno que recibió el nombre de Harry.
El explorador John Ainsworth Horrocks incorporó a ‘Harry’ a su expedición que se dirigía al lago Torrens, sumándolo a la caravana de seis hombres, dos carros, seis caballos y doce cabras que la integraban
Fue el primer camello en pisar suelo australiano y en 1846 el pastor y explorador John Ainsworth Horrocks lo incorporó a su expedición que se dirigía al lago Torrens, sumándolo a la caravana de seis hombres, dos carros, seis caballos y doce cabras que la integraban. Pese a que durante el viaje demostró su eficacia para el transporte de pesadas cargas y su resistencia para estar sin agua varios días, los expedicionarios (y hasta las cabras) pronto sufrieron el mar humor de Harry en forma de mordidas. El propio Horrocks se disparó a sí mismo accidentalmente cuando el camello dio un bandazo de repente. Malherido, murió al cabo de 23 días, no sin antes pedir que sacrificaran a Harry para que no hiriera a nadie más(1).
Se tiene noticia de más camellos canarios que llegaron a Australia, aunque no he podido documentar la creencia, ampliamente extendida en las islas, de que participaron en la construcción del ferrocarril
Se tiene noticia de más camellos canarios que llegaron a Australia, aunque no he podido documentar la noticia (creencia, más bien), ampliamente extendida en las islas, de que participaron en la construcción del ferrocarril, para lo que sí se sabe que llegaron varios miles de ejemplares –también destinados a las obras del telégrafo y otros muchos trabajos– desde países como India y Afganistán. Incluso hubo un cuerpo australiano de dromedarios que sirvió durante la Primera Guerra Mundial y fue desplazado a Palestina y Egipto.

¿Majorero o conejero?
El camello de Canarias fue reconocido como raza por la Comisión Nacional de Coordinación para la Conservación, Mejora y Fomento de Razas Ganaderas, del Ministerio de Agricultura, en marzo de 2011, tras el estudio correspondiente encabezado por Javier Cañón Ferreras, profesor del Departamento de Producción Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Los trabajos que dieron lugar a este reconocimiento comenzaron en 2000, año en el que se pusieron en contacto con él los responsables del zoológico Oasis Park de La Lajita, en Fuerteventura. “El encargo en aquella ocasión fue el estudio del camello majorero, que es algo diferente morfológicamente al africano. (…) Desde un principio se convirtió en el animal de trabajo por excelencia y durante siglos se mezcló con otros dromedarios procedentes de África. Sin embargo, desde hace ya unas tres décadas el camello canario ha permanecido aislado y sin mezcla. Por motivos sanitarios la exportación de dromedarios africanos está prohibida”, podemos leer en la revista de dicha universidad Tribuna Complutense (nº 115, 3 de mayo de 2011).
El estudio realizado por la Universidad Complutense destaca que “los camellos canarios provienen históricamente del continente africano, con un origen genético común al que existe en Tinduf»
Este primer estudio, centrado en el camello majorero, se publicó en 2005 en la revista de recursos zoogenéticos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Dos años después, la Asociación para el Desarrollo Rural de Lanzarote (Aderlan) contactó con los investigadores para realizar el mismo tipo de estudio, pero “esta vez sobre el camello conejero, que es como denominan al dromedario en dicha isla canaria –sigue diciendo la revista–. Cañón Ferreras y el resto de científicos plantearon que lo razonable sería estudiar y reconocer al camello canario no al camello propio de cada isla”. Aderlan aceptó la propuesta.
Así, el nuevo estudio realizado, “Historia, caracterización y situación actual de la población de dromedarios (Camelus dromedarius) de la Comunidad Autónoma de Canarias”, destaca que “los camellos canarios provienen históricamente del continente africano, con un origen genético común al que existe en Tinduf (Argelia). Este tipo de dromedario se diferencia de los otros dos existentes, el asiático y el subsahariano. Lo que distingue a la población canaria es que ha sido utilizada esencialmente para el trabajo desde su llegada a las islas, lo que ha modificado su fisonomía, su fuerza y su musculación”, cita Tribuna Complutense.
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(1) “The Introduction of Camels into Australia”, Burke & Wills Web, the digital research archive of expedition records.