Cerámica pompeyana, arpones y huesos de cetáceos en Lobos
El taller de púrpura, datado a mediados del siglo I a. de C. indica la presencia romana en Canarias

ROMANOS EN CANARIAS. El hallazgo fortuito, por parte de unos turistas, de cerámica antigua a torno en una playa del islote de Lobos ha permitido, tras cinco campañas de excavaciones, datar que a mediados del siglo I a. de C. ocupó sus doradas arenas un asentamiento romano que levantó paredes, extrajo púrpura, cazó rorcuales y cocinaba y comía en vajilla itálica. [En PELLAGOFIO nº 96 (2ª época, mayo 2021)].
Por YURI MILLARES
Las islas Canarias eran conocidas por el mundo romano desde la Antigüedad (la primera cita en un documento escrito, el primer mapa donde se sitúan con exactitud), así que no puede extrañar el hallazgo de evidencias de su arribada a las costas de este archipiélago. Es lo que ocurrió en torno al año 50 a. de C. en Lobos, un islote de apenas 6 km2 situado al norte de la isla de Fuerteventura y próximo también a la de Lanzarote, que fue el destino de una empresa romana (muy probablemente gaditana) de explotación de un recurso marino muy apreciado entonces: la púrpura que proporciona un pequeño molusco y de la que se obtenía el tinte que lucía en sus ropas la alta sociedad romana, desde importantes magistrados a generales victoriosos.
“Quien organiza semejante empresa, si viene a Canarias es porque ya la conoce de antemano y piensa que aquí puede instalar esta actividad”, destaca la arqueóloga Carmen del Arco, catedrática de Prehistoria de la Universidad de La Laguna y corresponsable de las investigaciones del taller romano de púrpura en Lobos.


«Hay restos interesantísimos de rorcual y de lobos marinos que indican que están explotando otros recursos además de la púrpura» CARMEN DEL ARCO
Es la gran importancia de este yacimiento: gran parte de los talleres de púrpura que se conocen en la zona del Estrecho son espacios secundarios, vertidos que se van generando en áreas de desecho tras una actividad de producción intensa; pero en Lobos está todo en su sitio, entre unas construcciones en forma de L con paredes cerradas al norte y al este y paredes medianeras en el interior, con montículos de conchas, estructuras de combustión para el procesado de la púrpura y áreas de preparación de alimentos, “porque la gente que vive en este espacio hace todo en el lugar, hay una parte que es tecnológica in situ de los propios talleres de púrpura y otra parte que es para el sostenimiento del grupo”, insiste Carmen del Arco.
Desde el primer momento, la abundante presencia de cerámica era de producciones muy concretas y muy estudiadas del mundo romano y, además, está todo “perfectamente en posición primaria, que es como decimos los arqueólogos cuando las cosas están en el sitio del momento de la ocupación y después no se alteran al abandonar el lugar”, continúa.
«Aparecen restos de ovicaprino que habían sido procesados para alimentación; la hipótesis es que se traían su ganado» CARMEN DEL ARCO
Las cerámicas encontradas son todas romanas (recipientes elaborados en la bahía gaditana y en el bajo Guadalquivir, principalmente; también hay cerámica itálica, por ejemplo, vajilla de mesa sigillata y pompeyana) y permiten establecer una cronología de la ocupación de este taller de púrpura, que va desde mediados del siglo I a. de C. hasta el año 30 d. de C, aproximadamente.
La cronología se completa con otros objetos que también han sido datados, en este caso de restos de fauna. Aunque habían venido con suministros para su alimentación, “hay restos interesantísimos de cetáceos (rorcual) y de lobos marinos (Monachus monachus) que indican que están explotando otros recursos”, explica. “Y empezamos a encontrarnos restos de fauna doméstica, de ovicaprino y, muy poco, pero también de cerdo, que habían sido procesados para alimentación y aparecían partes anatómicas diagnósticas que nos decían que se habían sacrificado in situ”. El hallazgo, además, de esferulitas de ganado herbívoro (restos de excrementos) “quiere decir que había ganado en régimen de suelta y la hipótesis es que se traían su ganado”. En cualquier caso, se está realizando el estudio de ADN de estos restos óseos para poder determinar su posible procedencia.

El resto del material excavado es romano: ánforas paras las provisiones, cerámica doméstica, incluso vajilla suntuaria, y, por supuesto, instrumentos correspondientes a las labores tecnológicas que se desarrollaron allí: desde un variado instrumental de pesca (anzuelos, pesas de red, agujas de coser redes, arpones), al necesario para la obtención de la púrpura (piezas de recipientes para el procesado y cocción de los moluscos, en especial un caldero de plomo con restos de púrpura en una de sus caras, “una pieza única”). En el sedimento asociado a uno de los concheros, también aparecen restos violáceos. “Se le hizo analítica en el Departamento de Química Analítica de la ULL y está bien definido que es dibromoindigo, una sustancia que corresponde a ese material purpurígeno. Un sedimento que parece corresponder a la labor del proceso de cocción y de limpieza de la espuma durante la ebullición”, detalla.
