Un debate abierto, ¿navegaban los aborígenes canarios?

LA HUELLA ABORIGEN. Para acompañar el reportaje “Canarias, el único archipiélago sin navegación indígena… ¿o no?”, PELLAGOFIO ha pedido a algunos historiadores y arqueólogos una pequeña reflexión acerca de esta gran interrogante: ¿Navegaban los aborígenes canarios entre las islas del archipiélago? [En PELLAGOFIO nº 89 (2ª época, octubre 2020)].
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JOSÉ FARRUJIA
Profesor de la Universidad de La Laguna
Paradigmas científicos vs. Fuentes escritas
CARMEN GLORIA RODRÍGUEZ
Directora-conservadora del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada de Gáldar
Pesca e ictiofauna en la etapa canario-amazige
JORGE PAIS
Director científico del Parque Arqueológico de Belmaco en La Palma
Viajes que explicarían cerámicas y obsidianas
MARCO MORENO
Gerente de Tibicena Arqueología y Patrimonio SL
Sin rastro de barcos, todavía nos queda el ADN
JAVIER VELASCO
Inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria
¿Isleños sin navegación?
Paradigmas científicos vs. Fuentes escritas
Por JOSÉ FARRUJIA
Profesor de la Universidad de La Laguna
El estudio del primer poblamiento humano de Canarias ha girado básicamente en torno a algunas cuestiones, como son: el problema de la procedencia y la filiación cultural, el momento cronológico en que se produce la llegada y los medios náuticos para llegar a las islas.
En el caso concreto de la navegación, la propia historia de la investigación refleja cómo la respuesta que se ha dado a este problema ha estado condicionada por los propios paradigmas científicos. Es decir, cuando se creía que los indígenas canarios llegaron a las islas durante el Neolítico, se daba por buena la hipótesis de una arribada autónoma, en pequeñas embarcaciones. Sin embargo, cuando las dataciones absolutas empiezan a reflejar que el poblamiento fue más reciente en el tiempo, a partir de mediados del primer milenio antes de la Era, una buena parte de la comunidad científica considera que los primeros pobladores fueron traídos a las islas por pueblos navegantes como los púnicos o los romanos. Se plantea como hipótesis el desconocimiento de la navegación por parte de los indígenas canarios.
Si comparamos Canarias con el poblamiento humano de otros archipiélagos cuyos indígenas conocían el arte de navegar, quizás deberíamos cuestionar este enfoque
Si comparamos el caso canario con el del poblamiento humano de otros archipiélagos del planeta, en donde las comunidades indígenas conocían el arte de navegar, quizás deberíamos cuestionar este enfoque. Es decir, ¿desconocían los indígenas canarios la navegación desde el momento de la arribada a las islas o bien fue un conocimiento que se perdió con el tiempo, por causas que aún no hemos podido clarificar? ¿Qué sector de la sociedad indígena conocía el arte de navegar? ¿Era una práctica común? Las evidencias arqueológicas disponibles aún no permiten avanzar al respecto.
Las fuentes escritas, sin embargo, a pesar de lo parcas que son en información al respecto, ofrecen algunos datos interesantes. Está el caso de la obra de Leonardo Torriani, quien a finales del siglo XVI habla de la existencia de barcos de árbol de drago de factura indígena, o la referencia también a una barca de drago, que figura recogida en un documento de obligación realizado en Tenerife, en 1525. Sobre estos aspectos ha escrito un artículo recientemente Francisco García Talavera.
Pesca e ictiofauna en la etapa canario-amazige
Por CARMEN GLORIA RODRÍGUEZ
Directora-conservadora del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada de Gáldar
Los estudios de los restos de ictiofaunas arqueológicas recuperados en los yacimientos de Gran Canaria permiten acercarse a la práctica de la pesca entre la población canario-amazige que en ella habitó y, sin lugar a dudas, ofrecen datos de interés vinculados al siempre controvertido asunto de la navegación en estas sociedades.
Las especies ícticas que hasta ahora se han determinado en los contextos arqueológicos precoloniales fueron capturadas en los entornos litorales y, en su gran mayoría, están relacionadas con los sustratos rocosos. En definitiva, un conjunto de especies bentónicas que no requerían el uso de embarcaciones para su captura (viejas, sargos, morenas, salemas, abadejos). Incluso, las pocas especies pelágicas determinadas (sardinas, longorones, chicharros, palometas, pejerrey) se acercan también a la costa. Además, las estimaciones de las tallas de los ejemplares cuyos elementos óseos se incorporaron al registro arqueoíctico, no hacen sino confirmar esta apreciación (por ejemplo, las sardinas Sardina pilchardus determinadas en el yacimiento Cueva Pintada son de pequeña talla; sabemos que los bancos de estos ejemplares se acercan a la costa, hasta el punto de apreciarlos de forma evidente bajo el agua; la pesca resultaba exitosa, si, tal y como comentan los textos del siglo XV, se empleaban estrategias comunitarias al echar las redes desde las playas).
La posibilidad de adentrarse con una balsa algunas decenas de metros fue, sin duda, posible para estas gentes, pero ¿es lícito hablar de navegación?
Así, los estudios arqueoícticos no parecen apuntar al empleo de embarcaciones que pudieran permitir la ampliación de las especies consumidas por las mujeres y hombres que habitaron esta isla antes del siglo XIV. Resulta, además, elocuente que una vez que en los niveles arqueológicos empiezan a menudear los repertorios coloniales (cerámicas, metales, vidrios) también hay un cambio en la composición íctica, pues aparecen tallas considerables de ejemplares que, hasta ese momento, eran capturados pero con un rango de longitudes menor, es el caso de algunas de género Dentex spp., en especial Dentex gibbosus (sama de pluma o pargo).
¿Se navegaba en estas costas antes de la llegada de las embarcaciones que empezaron a frecuentar las aguas de Canarias en el siglo XIV? Es curioso que esta pregunta no tenga aún una respuesta contundente, quizás debido al estrecho vínculo de hombres y mujeres de la isla con el medio marino; así lo pone de manifiesto tanto la arqueología como las fuentes escritas contemporáneas a la “reinvención” de Canarias en la Baja Edad Media: las manifestaciones lúdicas, la explotación de los recursos que brinda el litoral (ictiofauna y malacofauna), las prácticas de carácter propiciatorio… En este contexto, la posibilidad de alcanzar una baja con algún genero de balsa, adentrarse algunas decenas de metros en las aguas tranquilas del Atlántico… fue, sin duda, posible para estas gentes, pero ¿es lícito hablar de navegación en estos casos? Sinceramente, no parece pertinente.
Viajes que explicarían cerámicas y obsidianas
Por JORGE PAIS
Director científico del Parque Arqueológico de Belmaco en La Palma
La navegación entre islas en el archipiélago canario es un tema problemático y complejo sobre el que se han vertido infinidad de opiniones, la mayoría de las veces muy encontradas. Es cierto que no existen vestigios arqueológicos que avalen este tipo de viajes si bien y, aunque no se pueda hablar de conexiones constantes y programadas, sí es muy posible que, en determinadas épocas del año, coincidiendo con el buen tiempo y las calmas de septiembre, un reducido número de personas de una isla pudiese arribar a las otras más próximas.
Una posible explicación a estos hallazgos es que pudieran provenir de las Cañadas del Teide
En este sentido, en Benahoare [como denominaban a la isla de La Palma sus primeros pobladores] contamos con una serie de apéndices y vertederos, de las fases cerámicas más antiguas, que recuerdan poderosamente a las que nos encontramos en Tenerife. Así mismo, en los últimos años se han descubierto unos núcleos de obsidiana, de gran tamaño y muy buena calidad, que no tienen nada que ver con las delgadas y quebradizas vetas que aparecen en Benahoare. Una posible explicación a estos hallazgos es que pudieran provenir de los afloramientos de las Cañadas del Teide.
Sin rastro de barcos, todavía nos queda el ADN
Por MARCO MORENO
Gerente de Tibicena Arqueología y Patrimonio SL
Se hace difícil pensar que los aborígenes canarios no navegaban entre las islas. Esto conllevaría que estamos ante el único archipiélago del mundo donde no hay navegación entre sus islas, existiendo intervisibilidad entre las mismas. Por otro lado, redunda o se basa en la idea de que cada isla fue colonizada de forma independiente. Desde una postura lógica esto no parece mantenerse, si bien es cierto que no existen restos arqueológicos que permitan mantener el contacto entre las diferentes islas, más allá de las referencias escritas en las fuentes etnohistóricas.
Cada vez se hace más patente que la isla pudo acoger en diferentes momentos a nuevas poblaciones
Quizás este panorama cambie en breve. Los estudios de ADN, así como la reinterpretación del registro arqueológico sobre todo de islas como Gran Canaria, sugieren que quizás debemos matizar, y mucho, el concepto de aislamiento insular. Cada vez se hace más patente que la isla pudo acoger en diferentes momentos a nuevas poblaciones. Por lo que a la navegación se refiere es evidente, al menos para llegar. Pero volvemos a la pregunta inicial: y si eso es así, ¿dónde están los barcos?
¿Isleños sin navegación?
Por JAVIER VELASCO
Inspector de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria
Como otras muchas preguntas sobre nuestro pasado más remoto, saber si los antiguos canarios conocían o no las artes de navegación es un interrogante difícil de contestar de forma rotunda. Por ahora no cabe un sí o un no definitivo, pues a la parquedad de datos que aportan algunas fuentes narrativas –el barco de drago de Torriani, por ejemplo– se suma que es una materia, como así se describe para otros contextos costeros e insulares, con serios problemas para ser probada desde el punto de vista arqueológico.
Hemos avanzado poco siguiendo la vía argumental de que los canarios tenían los conocimientos para fabricar elementos equiparables a una embarcación
Ha de reconocerse que hemos avanzado poco siguiendo la vía argumental de que los canarios tenían los conocimientos para fabricar elementos equiparables a una embarcación, dominaban el trabajo de la madera o que ciertos componentes del registro funerario pudieran asimilarse a sencillas embarcaciones (tablones de pino o drago). Proponer cualquier respuesta sobre qué tipo de naves emplearían, cómo las desplazarían y qué clase de navegación practicarían es entrar en el mundo de la especulación, y aunque a veces pueda ser un buen ejercicio intelectual, no podemos confundirlo con la construcción de hipótesis sobre esta materia.
En este sentido podemos plantear, incluso, que la fabricación de algún elemento flotante y que esporádicamente hubiera sido usado por estas poblaciones está muy lejos de equiparase a lo que son conocimientos sobre navegación (un elenco complejo de saberes y tecnología que va bastante más allá).
Esta pregunta ha estado también estrechamente ligada al primer poblamiento insular. Si estas gentes llegaron del norte de África por sus propios medios la pregunta siempre ha sido: ¿olvidaron los conocimientos náuticos? ¿Por qué? ¿Quizá por las dificultades de navegación entre islas o las que entraña volver al continente? ¿Miedo, tabúes? ¿O simplemente porque llegaron por fortuna en frágiles elementos flotantes? Aún no hay respuesta.
En más de un milenio viviendo en este lugar rodeado por el océano, ¿no intentaron desarrollar esta tecnología en unas islas con una fuerte intervisibilidad?
La explicación era más sencilla si se aceptaba que fueron traídos por pueblos navegantes, lo que justificaría que no hubieran practicado aquí las habilidades marineras, pues a priori no las utilizaban en sus lugares de origen. Tampoco hay una respuesta definitiva. Y sea como fuere, en más de un milenio viviendo en este lugar rodeado por el océano, ¿no intentaron desarrollar esta tecnología en unas islas con una fuerte intervisibilidad?, ¿se resistieron a experimentar, a explorar?
Aunque en los últimos años se ha avanzado en la precisión del origen geográfico y la cronología de los primeros pobladores del archipiélago, poco hemos progresado en el conocimiento de los medios que pudieron emplearse para ello. Por esta razón, dar una respuesta definitiva a la pregunta de partida aún no es posible. Tampoco hemos tenido demasiada suerte volviendo la mirada al continente, pues no abunda la información que ayude a esclarecer esta cuestión o establecer paralelos desde los que hacer propuestas con sentido histórico. Alguna alusión a los grupos de pescadores zenagas y otras referencias etnográficas no son suficientes para contar con un punto de partida sólido desde el que afrontar esta cuestión.
Con todo, algunas de estas informaciones pueden empezar a cobrar nuevos sentidos a la luz de la información cronológica y arqueológica disponible a partir de las dos últimas décadas, sobre todo para el caso de Gran Canaria. Por ello, quizás merezca la pena reorientar la forma de abordar esta cuestión y, desde la información disponible, reformular las preguntas que podemos hacernos.
En Gran Canaria los asentamientos más antiguos no se instalaron en el litoral, sino en las zonas del interior de la isla
A día de hoy el establecimiento de población permanente en la isla no puede remontarse más allá del siglo III d.C., lo que obliga a un contexto histórico de referencia en el norte de África algo diferente al que habíamos mantenido hasta hace muy poco. Pero quizás lo más interesante para el tema de la navegación es que los asentamientos más antiguos se localizan en las medianías y la cumbre de la isla (Acusa, Bentayga, Fortaleza, Angostura). No sabemos si los trajeron o vinieron por medios propios, pero lo cierto es que no se instalaron en el litoral, sino en las zonas del interior de la isla, desarrollando una economía de corte agropastoril, donde aparentemente los ganados tenían una especial importancia.
Todo apunta a que estas poblaciones norteafricanas se asentaron precisamente en aquellos territorios más semejantes a los de sus eventuales lugares de origen, tratando con ello de minimizar con su bagaje cultural los riesgos e incertidumbres que supone la colonización de un nuevo territorio. Es muy probable que buscaran los paisajes que más se pareciesen a aquellos en los que habían vivido y que, en principio, les ofrecerían más posibilidades de supervivencia en esta isla. Además, teniendo en cuenta la información disponible, la ocupación del litoral es escasa y más tardía.
Debemos pensar que vivir en una isla no tiene porqué significar una vida junto al mar, ni estrechamente ligada a las posibilidades que ofrece. No se quiere decir con ello que estos primeros canarios vivieran de espaldas al mar, pues es evidente que fue una fuente de alimentos al que se recurrió en estos primeros siglos, posiblemente como recurso complementario a la ganadería y la agricultura. Pero tampoco parece que pueda hablarse de unas formas de vida en las que el contacto con el mar, y más aún la navegación, fuera una necesidad, una tradición arraigada o parte de unos hábitos que marcaban la existencia cotidiana. Todo apunta a que durante los primeros compases del poblamiento de Gran Canaria podemos hablar de gentes que preferían las medianías y la cumbre a la costa.
Los cuatro últimos siglos que preceden a la conquista hay un destacado aprovechamiento del marisco y, sobre todo, de la pesca
No será hasta cientos de años después, a partir de los siglos X-XI d.C, cuando se produzca un cambio significativo en el paisaje humano de Gran Canaria, caracterizado, grosso modo, por una extensa ocupación de la franja costera asociada a una intensa explotación de las principales vegas agrícolas y de los recursos alimenticios que ofrecía el mar. Ahora sí. Las evidencias arqueológicas para los cuatro últimos siglos que preceden a la conquista son contundentes al señalar que no solo se vive y se muere junto al mar, sino que también hay un destacado aprovechamiento del marisco y, sobre todo, de la pesca.
Hay núcleos y personas que tienen una relación tan estrecha con el mar que me atrevería a decir que pueden calificarse de pescadores, produciendo más de lo que consumirían y procesando esos productos para intercambiarlos por alimentos o materias primas con otros lugares de Gran Canaria. Con todo, tanto los estudios de restos humanos (p.e., prevalencia de las exostosis auriculares), algunos elementos tecnológicos asociados a la pesca (anzuelos), como los estudios de las especies capturadas por los antiguos canarios, indican que no se pescaba con embarcaciones. Sobre este aspecto abundaría la mayor parte de descripciones que encontramos en las fuentes narrativas, lo que le proporciona una mayor solidez a esta propuesta.
Pudieron haber empleado alguna embarcación como a la que alude Torriani, pero no debió ser una práctica importante en su cotidianidad; no hay huella material de su empleo
Quizás conocieron la navegación, pero aparentemente no emplearon embarcaciones en una de las actividades económicas más importantes de los últimos siglos antes de la conquista. Se pescaba desde la orilla o tendiendo las redes a nado. Ello no quita que, en Gran Canaria o en cualquier otra isla, pudiera haberse empleado esporádicamente algún elemento flotante semejante al de algunas descripciones eruditas del siglo XIX e incluso fabricado una embarcación monóxila como a la que alude Torriani. De haber sido así, no debió ser una práctica importante en su cotidianidad, sobre todo en aquellas estrategias de explotación del mar que les garantizaron su supervivencia. Pudieron conocer la navegación, al menos durante un tiempo, pero no hay huella material de su empleo.
Ni en Gran Canaria, ni en el resto del archipiélago, hay pruebas concluyentes de relaciones o intercambios entre islas antes de la presencia de navegantes europeos
Ni en Gran Canaria, ni en el resto del archipiélago, hay pruebas concluyentes de relaciones o intercambios entre islas antes de la presencia de navegantes europeos en las aguas canarias, y mucho menos de una comunicación frecuente o regular. Pudieron conocer la navegación, pero no formó parte de su vida cotidiana. No sé si es un ejemplo válido, pero en sus lugares de origen es muy probable que conocieran los instrumentos de metal e incluso que en el momento de llegar a las islas portaran este tipo de materiales con ellos. Pero fue una tecnología que no tuvo continuidad en estas islas por razones conocidas.
Tampoco sería extraño que en sus lugares de origen hubieran conocido los caballos (y quizás así lo reflejaron cuando los grabaron en las piedras de Balos), pero no formaron parte de su cabaña ganadera cuando llegaron a las islas. Las formas de expresión, de relación y de materialización del conocimiento, del bagaje cultural, varían a lo largo del tiempo, en el curso de los procesos históricos y a raíz de lo experimentado por cada población.
Los saberes, sus expresiones, la tecnología, las formas de relacionarse con el entorno, las innovaciones y las novedades, la obtención de alimentos… constituyen un escenario complejo a lo largo de la Historia, en particular en el de estas islas donde los procesos culturales que aquí tienen lugar conjugan desarrollo local y vínculos con un complejo panorama histórico en el continente que, por lo que intuimos, no solo se limitaron al momento de la primera arribada de gentes con la intención de quedarse en este lugar.