Arqueología

El Cenobio de Valerón y el tesoro que guarda bajo sus pies

Intervención en el mayor silo indígena canario para restaurar su estado original en el entorno

LA HUELLA ABORIGEN. La tercera intervención para restaurar el Cenobio de Valerón en 17 años pretende devolver este granero aborigen, por fin, a su estado original abierto a las imponentes paredes escarpadas. Eliminar la plataforma de acceso que sujeta una gruesa pared está descubriendo en el relleno de tierra infinidad de restos. [En PELLAGOFIO nº 116 (2ª época, marzo 2023)].

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■ 1974, relleno de la escalera
Para hacer visitable el Cenobio de Valerón en una época en la que el turismo despegaba como actividad económica, se decidió hacer una gran escalera. En la imagen, los trabajadores que la construyeron, ayudados por dos mulas, colocan las piedras a la pared de la plataforma en el granero (archivo Arqueocanaria) ●

■ 2009, hallazgo de idolito
En los últimos años se han realizado otras dos intervenciones. En 2020 se extrajeron 800 kg de estiércol de paloma. Antes, en 2009, se realizaron trabajos de conservación y excavación del conjunto, descubriéndose una pequeñísima figura femenina en barro guisado. Fotografía: Juan Antonio del Pino ●

■ 2023, cerámica pintada
La existencia de graneros y la cerámica pintada son dos singularidades de la sociedad aborigen de Gran Canaria, que no se daban en las otras islas del archipiélago canario. En la imagen, una de las piezas encontradas entre el material revuelto que se ha podido recuperar ahora entre los sedimentos cribados. Fotografía: Y. M. ●
Dentro del hueco que va quedando al extraer la tierra, los arqueólogos criban los sedimentos con ayuda de cedazos. | FOTO ANDRÉS CRUZ

Por YURI MILLARES

Algunos quisieron ver en el denominado Cenobio de Valerón una especie de convento para las jóvenes vírgenes de clase noble de la sociedad aborigen grancanaria, que se alojaban aquí a modo de estancia previa de preparación antes de su casamiento. Estaban al cuidado de unas sacerdotisas, las harimaguadas. De ahí el nombre que se le dio, el vocablo cenobio es sinónimo de monasterio. No fue hasta el siglo XX que se impuso una visión menos romántica y más científica de este conjunto de cuevas.

Los aborígenes excavaron con piedras y maderas alrededor de unas 300 cámaras o silos en los que guardaban granos y otras pertenencias de valor

«El mal llamado Cenobio de Valerón es, en realidad, un impresionante granero fortificado realizado y utilizado por los antiguos canarios, que aprovecharon las condiciones geológicas de un cono volcánico conocido actualmente como Montaña del Gallego, en el que la erosión creó un solapón de unas dimensiones de 20 m de altura por 27 de ancho», leemos en el primer proyecto de restauración de este yacimiento arqueológico en los últimos 17 años. Fue redactado en 2006 por Valentín Barroso y Consuelo Marrero (Arqueocanaria SL), aunque no se ejecutó hasta principios de 2009.

«En este solapón—continúa el documento—, los aborígenes excavaron con piedras y maderas alrededor de unas 300 cámaras o silos en los que guardaban granos y otras pertenencias de valor». Alfredo Mederos y Gabriel Escribano contabilizan, exactamente, 298 compartimentos (con una capacidad de entre uno y tres metros cuadrados) en este complejo sistema de cuevas distribuidos en ocho pisos (Los aborígenes y la prehistoria de Canarias, 2002).

Una simple observación de las cuevas invalida automáticamente» la hipótesis de que fuera un convento, por el reducido tamaño de las mismas

El modelo de los graneros bereberes
Una simple observación de estas cámaras —destaca la memoria citada de Arqueocanaria— «invalida automáticamente» la hipótesis de que fuera un convento. «Por el reducido tamaño de las mismas, que imposibilita el que una persona pueda permanecer dentro de una de ellas». Sí existen, señala, «unas cuatro o cinco cuevas de dimensiones lo suficientemente grandes para permitir la vida en ellas. Pero con casi total seguridad pertenecieron a los guardianes del granero que lo vigilarían continuamente».

Este dato casa perfectamente con el modelo de graneros de las tribus bereberes de zonas pre saharianas del sur de Marruecos. Han sido utilizados todavía hasta hace pocas décadas en el Alto Atlas y estudiados por arqueólogos canarios como Jacob Morales (Ver «Los graneros bereberes que explican el modelo de los indígenas canarios», en Pellagofio nº 80, noviembre 2019: «La labor de vigilancia era vital para la salvaguarda de tan importante recurso y la persona que lo desempeñaba era elegido por la tribu», escribíamos entonces).

Declarado Monumento Histórico Artístico por Real Decreto del 14 de octubre 1978 (hoy, Bien de Interés Cultural), este yacimiento arqueológico es citado por primera vez en 1880, en el tomo 1 de la Revista del Museo Canario. En aquella ocasión firmaba la información el historiador Agustín Millares Torres. Desde entonces ha sido profusamente estudiado, citado, visitado y excavado (a veces, de aquella manera) por numerosos investigadores, visitantes y curiosos.

«Adolfo, el viejillo que estaba de guardián en el Cenobio, me contaba: “Todo lo que estaba en las cuevas, la tierra, la cogimos para meterla de relleno”» VALENTÍN BARROSO, arqueólogo

La ‘destrucción’ de 1974
El aspecto original de la inmensa oquedad con sus silos tenía a sus pies unas imponentes paredes escarpadas hasta el fondo de un profundo barranco. Eran su defensa natural. Desde 1974 y hasta principios de 2023 lo que tenía al pie de las cuevas era una plataforma de observación para visitantes, sustentada por un gran muro. Hasta ahí se llega aún por una interminable escalera de 200 peldaños. Ni uno más, ni uno menos.

Los operarios que realizan en relleno de la plataforma al pie de la oquedad del granero del Cenobio de Valerón. | FOTO ARCHIVO ARQUEOCANARIA

¿Qué ocurrió en 1974? «Se realizan en el yacimiento una serie de obras y actuaciones con el fin de protegerlo y hacerlo visitable para el público en general. Desgraciadamente, y aunque resulte paradójico, esta determinación supuso la mayor destrucción registrada en la historia del Cenobio», constataron ya en 2006 los arqueólogos Barroso y Marrero.

En aquella intervención, hace casi medio siglo, «se actuó sin el más mínimo rigor arqueológico, vaciándose y limpiándose literalmente cada una de las cuevas y silos, en pos de una mal entendida presentación pública, en la que se asimilaba la ausencia de tierra como la situación ideal para que el visitante no se llevase una idea de suciedad», señala la memoria que estamos citando.

Lo que ocurrió fue que se construyó la escalera de acceso y la plataforma al pie de las cuevas utilizando como relleno toda la tierra que se sacó de las cuevas aborígenes. ¡Con todos los materiales arqueológicos que habían quedado sepultados por depósitos de tierra desde hacía siglos!

«Yo sabía que todo eso estaba relleno con los materiales que se sacaron de ahí. Porque Adolfo, el viejillo que estaba de guardián en el Cenobio, fue una de las personas que trabajó construyendo la escalera y la plataforma. Él me contaba: “Todo lo que estaba en las cuevas, la tierra, la cogimos para meterla de relleno”», dice Valentín Barroso en 2023, cuando Arqueocanaria está llevando a cabo los trabajos de restauración de la base de la oquedad y la recuperación y cribado de esos sedimentos. Una iniciativa del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria con la colaboración de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias.

«Probablemente podamos reconstruir cerámicas a partir del reconocimiento visual de piezas que identifiquemos por su parecido» VALENTÍN BARROSO

Material revuelto
«Todo lo que estamos encontrando enterrado es un material revuelto», dice. La ventaja es que su clasificación por tipos de material permite tener una visión global de esos restos. «Y probablemente podamos, incluso, reconstruir cerámicas a partir del reconocimiento visual de piezas que identifiquemos por su parecido».

Una gran grúa, que sólo llega al primer mirador, retira la tierra ya cribada. | FOTO ARQUEOCANARIA

Tan solo en el hueco que han abierto bajo la plataforma (donde apareció una primera pared, pequeña, que se hizo en 1954) han encontrado una cantidad ingente de materiales.

«Todo eso estaba debajo de nuestros pies. Y lo que quedará. Piensa que todas las escaleras están igual. Lo suyo sería, con tiempo, ir abriendo poco a poco las escaleras para recuperar todo lo que hay. Pero no ahora, porque el patrimonio tiene otras muchas más necesidades. Sabemos que está ahí y en el futuro otros arqueólogos podrán excavar también».

Es «una fatiga —suspira—, porque empiezas a sacar tierra… No podemos tirar la tierra sin cribarla. La cribamos ahí mismo y cada cierta cantidad cogemos muestras en bolsas para flotarlas y recuperar también semillas. Y con un carro que nos hicimos bajamos en sacos [hasta la carretera] los 200 escalones con el material de la criba. Todo viene a la sede de Arqueocanaria y se va clasificando y lavando».

Han aparecido molinos, alguno incluso a medio construir, de piedra de la cantera aborigen del valle Agaete, la misma piedra rojiza con la que se hizo después la fachada de la iglesia de Agaete

El ‘tesoro’
De cerámica, hay restos de recipientes (por ejemplo, el trozo de un colador) y han aparecido seis pintaderas. De hueso, una treintena de punzones de hueso de cabra y otros de cochino, muchos cuernos de cabra y algún diente de cochino. De malacofauna, lapas, burgados y espinas de pescado.

De piedra, molinos (alguno incluso a medio construir, de piedra de la cantera aborigen del valle Agaete, la misma piedra rojiza con la que se hizo después la fachada de la iglesia de Agaete), morteros, obsidianas grandes que llaman la atención y, más raro que aparezca en Canarias, sílex. También piedras muy pulidas que no se sabe para qué se usaron y el resto de un gran pico con el que abrían las cuevas; así como lisaderas para trabajar el barro.

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