La Cerera, siglos de alfarería y cereales en dos excavaciones

LA HUELLA ABORIGEN. Con una de las ocupaciones más tempranas y prolongadas que se han datado en Gran Canaria, La Cerera es el único yacimiento de la isla con una estratigrafía de más de dos metros de alto de depósitos arqueológicos “bastante clarificador del desarrollo económico y de la evolución tecnológica de la cerámica” en la sociedad indígena, según el decano de la Facultad de Geografía e Historia de la ULPGC. [En PELLAGOFIO nº 77 (2ª época, julio/agosto 2019)].
Por YURI MILLARES
Las obras de construcción de la sede de una asociación de vecinos en Arucas descubrieron, entre los cimientos que se estaban preparando para sostener al edificio, los restos de lo que era una casa y una cueva habitados por los indígenas canarios. Corría el año 1995 y, como recuerda Pedro González Quintana (en la actualidad decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), eran tiempos en los que “no había un duro” para excavaciones arqueológicas. Pero entre él, Marco Moreno y Antonio Jiménez se pusieron al frente de un equipo científico que iba a desentrañar mucha información del inesperado hallazgo.
La Cerera, nombre de una calle que atraviesa el norte del casco urbano de la ciudad Arucas, situado en la falda sur de la montaña de Arucas, dio nombre a este yacimiento arqueológico que, como singularidad inicial, “fue la primera excavación que se hizo en Canarias financiada por una empresa privada (Unelco) a fondo perdido”, dice.
«Era la primera vez que podíamos determinar la secuencia evolutiva de la sociedad [indígena] a lo largo del tiempo»PEDRO GONZÁLEZ QUINTANA
Segunda singularidad, tras los primeros trabajos de excavación, vieron que era “el primer yacimiento en Gran Canaria con una estratigrafía de depósitos arqueológicos de más de dos metros de alto”, destaca.
“No había otra en ese momento en la isla y no lo sigue habiendo hoy. Tiene un valor patrimonial y sobre todo de investigación importante, porque era la primera vez que podíamos determinar la secuencia evolutiva de la sociedad [indígena] a lo largo del tiempo”, sigue explicando.
Tercera singularidad, tras las dataciones del carbono 14 se comprobó que el lugar había sido ocupado y utilizado por los indígenas canarios desde el siglo III hasta casi la época de la conquista castellana, nada menos que durante doce siglos. “Es un yacimiento bastante clarificador del desarrollo económico de esa zona y casi de Gran Canaria, y de la evolución tecnológica de la cerámica, aportando una gran cantidad de datos a la investigación. Incluso tenemos materiales de metal de esa época”.
La datación obtenida (siglo III d.C.) documenta una de las ocupaciones más tempranas de la Arqueología grancanaria
No eran sino los restos de una casa de piedra y de una cueva, pero con mucho que ofrecer y llegó una segunda excavación en 2004, financiada por la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno regional y por la Unidad de Patrimonio del Cabildo de Gran Canaria.
Fases y evolución cerámica
Quienes allí vivieron y trabajaron era una comunidad de pocas personas que tenían un conocimiento del territorio, que consumían semillas, fruta, lapas; que iban a buscar materias primas a otros lugares de la isla, como obsidianas de la montaña de Hogarzales o madera de pinares y del monteverde para hacer las hogueras; y que dejaron muchos restos de cerámica con una evolución de doce siglos de elaboración, materiales, decoración.
“Queda una parte del yacimiento por excavar al que se le puede sacar más todavía. Las técnicas van evolucionando y mejorando. Nosotros lo vimos en este yacimiento entre la excavación de 1995 y la de 2004”, estima González Quintana.

Los arqueólogos han dividido esos doce siglos de La Cerera en tres fases de estudio. La más antigua se iniciaría “en momentos anteriores a la datación obtenida (siglo III d.C.), por lo que se documenta una de las ocupaciones más tempranas de la Arqueología grancanaria”.
Estaríamos ante un espacio secundario del poblado, “cuya funcionalidad principal pudo ser la de acoger las tareas de trabajo, sobre todo las referidas a la elaboración de instrumentos líticos o la producción cerámica” destacan Pedro González y Marco Moreno en las conclusiones de esas dos únicas excavaciones (sólo apareció un grano de trigo, tal vez por la poca importancia de este grano en los cultivos de aquel momento).
De esta fase no encuentran cerámica pintada, pero sí bruñidores con marcas de almagre, “lo que podría significar que existe cerámica pintada, pero que está reservada para ciertos ambientes y funciones”. Además, los restos de carbón indican una gran interactuación con el pino canario y, en menor medida, con especies del monteverde como el madroño o el brezo.
En la fase cercana a la ocupación final las piezas cerámicas son de mayor calidad, con tratamiento exterior en el que predomina el bruñido
La fase intermedia la sitúan entre mediados del s. VII y principios del VIII. Aparece cerámica decorada en color rojo dibujos verticales y oblicuos, también cierto número de piezas líticas y herramientas para trabajar la cerámica. Y aunque apenas hay registro de granos, la variedad en esta fase es mayor y citan nuevos cultivos, como las lentejas, y mayor consumo de higos.
Motivos geométricos
La fase más cercana en el tiempo “se corresponde con la ocupación final y abandono del emplazamiento, que al igual que la fase anterior, mantiene un contacto con las poblaciones europeas”, explican. Las piezas cerámicas son de mayor calidad, con tratamiento exterior en el que predomina el bruñido. Se percibe, dicen, una “preocupación por el acabado exterior” y hay mucha decoración, en especial con pinturas.
“Frente a los motivos decorativos simples de la segunda fase, ahora aparecen diversos motivos geométricos tales como, triángulos de color rojo en posición vertical, vinculados con bandas paralelas, bandas verticales y oblicuas, bandas horizontales a modo de metopas, bandas rellenas de motivos geométricos, y líneas en zigzag”.
Cada geometría, cada combinación de las misma debió tener un mensaje claro, que no podemos leer
Esta complejidad de los motivos decorativos, llama la atención de González y Moreno que se realice en esos “momentos finales de la sociedad aborigen”, donde hay tensiones sociales avivadas con la llegada de visitantes europeos. Resumiendo sus conclusiones, “tuvieron un código perfectamente legible para la sociedad que las creo. Cada geometría, cada combinación de las misma debió tener un mensaje claro, que no podemos leer. No tienen marca de haber sido expuesta al fuego, lo que redunda en nuestra hipótesis de que la decoración funciona como transmisora de algún tipo de mensaje que debe estar visible”.
De esta fase destaca también el gran volumen de granos de cebada documentados (“lo que apuntaría a una intensificación de la producción del cereal de cebada”) y que aparece por primera vez la arveja (guisante).