Arqueología

La población indígena de Gran Canaria arribó en distintos siglos

La huella aborigen en el conjunto arqueológico de La Fortaleza data cambios culturales radicales que tendrían esa explicación

LA HUELLA ABORIGEN. El aislamiento de la población indígena de la isla no fue tan continuado como se pensaba. Excavaciones arqueológicas en La Fortaleza suman datos a la hipótesis de que no hubo una sola arribada desde el norte de África. Hubo dos, al menos, en los siglos VII-VIII y X-XI. [En PELLAGOFIO nº 112 (2ª época, noviembre 2022)].

Por YURI MILLARES

El conjunto arqueológico de La Fortaleza, en la Caldera de Tirajana, es ampliamente conocido y visitado desde hace más de un siglo. Pero sólo ha empezado a dar a conocer parte importante de la gran información que atesora tras las excavaciones de los últimos años. Conformado por tres roques —La Fortaleza Chica, La Fortaleza Grande y La Fortaleza de Abajo—, los dos primeros son los que contienen la mayor parte de los vestigios arqueológicos de quienes lo habitaron y utilizaron. Su uso, distintas actividades habitacionales, sepulcrales y rituales durante más de 1.100 años.

Las excavaciones más recientes han sacado a la luz, además, durante 2021 todo un poblado de abigarradas casas asomadas a tres calles con una treintena de estructuras en 1.500 m2; y en 2022, graneros con semillas de cebada, trigo, lenteja, haba e higo, así como cuevas de enterramiento utilizadas entre los siglos V al XIV entre las que entre las que se encontró una con los huesitos de, al menos, 20 neonatos.

En la cima de La Fortaleza Grande, el santuario que los aborígenes construyeron en el s. VII. | FOTO TIBICENA. ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO

Un santuario en la cima
La llegada a la isla de Gran Canaria de sus primeros pobladores habría tenidos lugar en torno a los siglos I-II. Es lo que dicen las dataciones de que se dispone, aunque el conjunto de La Fortaleza no habría sido habitado hasta más tarde: ya en el siglo V. Su ocupación se prolonga hasta el siglo XV.

En una primera etapa, hasta los s. VII-VIII, tenemos población que vive en cuevas y se entierra en cuevas. Después hay un cambio en el resto de la isla y aparecen los cementerios en túmulos. Mientras, en la cima de La Fortaleza se construye un santuario con estructuras circulares destinadas: los hallazgos encontrados indican cremaciones posiblemente rituales de animales domésticos.

Después, a partir de los s. X-XI, aparecen en la isla los cementerios en fosas y en cistas, así como las casas cruciformes, los ídolos de barro, las pintaderas y la cerámica decorada, resume Marco Moreno (director de Tibicena Arqueología y Patrimonio, la empresa que realiza estas excavaciones y prospecciones).

«El santuario se deja de utilizar en el s. XIII, cuando a las construcciones circulares que había en La Fortaleza le sucedieron las casas cruciformes. Estamos viendo dinámicas sociales que cambian de registro y son cambios radicales», explica.

Pero mientras en el resto de la isla se pasa a enterrar en fosas y cistas individuales, en la fase final de la sociedad aborigen, en La Fortaleza se siguen enterrando en cuevas comunitarias. «El enterramiento se convierte en un elemento de identidad. La población que se estableció aquí desde el siglo V genera unos modos de pensar y de ver el mundo. Una especie de sentimiento de comunidad diferente, porque ahí están todos tus ancestros. Pero aparecen las casas cruciformes y se incluyen en su bagaje cultural», dice.

«De enterrar a sus muertos en cuevas, ¿se les ocurre de repente “vamos a enterrarnos diferente”? Hay una evolución, pero acelerada por nuevas llegadas de grupos» MARCO MORENO

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En este poblado de La Fortaleza, las casas cruciformes aparecen en el s. XIII sobre otras de estructura redonda. | FOTO TIBICENA. ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO

Varias llegadas, según el ADN
Hay que replantearse que la población aborigen de Gran Canaria estuvo aislada durante quince siglos, estima Moreno, cuando hay varios cambios culturales y sociales radicales.

«De enterrar a sus muertos en cuevas, ¿a alguien se le ocurre de repente “vamos a enterrarnos diferente”?», se pregunta. «Hay una evolución interna, pero acelerada y modificada por nuevas llegadas de grupos. ¿Cuántas personas? No lo sabemos. Tal vez no una oleada, sino grupos pequeños. El ADN identifica dos posibles llegadas, pero no dice cuándo. Para eso tenemos que fijarnos en la arqueología insular, y esta nos dice que dos hay seguro, pero que pensar en una tercera, cada vez, se hace más pertinente, procedentes siempre del norte de África».

Y se dan en contextos internacionales, destaca. «Muy curiosos» y poco casuales. Los bereberes que poblaron las islas forman parte de un grupo étnico que tuvo conflictos con Roma al principio de nuestra era. Pero los s. VII-VIII coinciden con la llegada de los musulmanes al norte de África. «Y los siglos X-XI fueron también bastante convulsos, con la entrada de almohades y almorávides. Además, cada vez se tiene más claro que el mundo musulmán conocía las islas ya desde el siglo IX y X. Es una hipótesis, pero poblaciones que se vieron presionadas pudieron venir».

El ritual funerario, indicador de cambios culturales
El contexto histórico permite arropar estas hipótesis «y la arqueología de las islas orientales —destaca— parece que puede ir en consonancia con esta propuesta. De momento, el ritual funerario se ha transformado en un magnífico indicador cultural, que nos permite acercarnos al fenómeno de la diacronía y de la evolución del poblamiento insular, algo impensable hace apenas 10 años».

Lo mejor que se puede observar en La Fortaleza, dice, «son estos cambios y la evolución en las islas orientales puede ir en consonancia con nuestra propuesta: las tres grandes categorías de enterramiento (cuevas, túmulos y cistas) indicarían la llegada, en distintos períodos del poblamiento aborigen de la isla, de nuevos pobladores con sus respectivas tradiciones mortuorias».

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