La primera muerte violenta hallada in situ, datada en los siglos XI-XII

LA HUELLA ABORIGEN. ¿Qué papel juega la violencia en las sociedades indígenas de Canarias, como mecanismo social regulador en un territorio de recursos muy limitados y de aislamiento? Es lo que está investigando desde hace unos años un grupo de historiadores y arqueólogos. Más allá de los restos óseos y objetos que estudian en los museos, la única evidencia localizada hasta ahora en su escenario original está en un acantilado de Fuerteventura. [En PELLAGOFIO nº 72 (2ª época, febrero 2019)].
Por YURI MILLARES
El hallazgo casual de unos huesos humanos por unos pescadores, que caminaban bajo el acantilado de La Tonina (al sur de las dunas de Corralejo, en Fuerteventura), llevó a la Guardia Civil hasta el lugar, también a técnicos de Patrimonio del Cabildo. Se trataba de un esqueleto facial, un fragmento de cráneo y un fémur. ¿Qué había ocurrido? ¿A quién pertenecían esos restos? Al certificar los técnicos que su antigüedad era superior a 100 años, dejó de ser un caso policial para quedar en manos de los arqueólogos que han tenido que reconstruir los hechos, igualmente, mediante técnicas forenses.
El descubrimiento tuvo lugar en 2014 y la datación de los huesos, realizada por la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio, situó al individuo entre los años 1030 a 1210, es decir, entre el siglo XI y principios del XII. La excavación arqueológica propiamente dicha comenzó sus trabajos en 2016. Lo primero que se descubrió es que el lugar del enterramiento había sido alterado con posterioridad al hallazgo de los pescadores y los restantes huesos –que debían estar aún enterrados– habían desaparecido de la fosa.

Los primeros datos sorprenden
Localizados dichos huesos, destapada la fosa del enterramiento original y analizado el contexto en que se sitúa, los primeros datos comienzan a sorprender a los arqueólogos. Se trata de un enterramiento solitario –en vez de lo más habitual, en necrópolis colectivas o en cuevas funerarias– al pie de un acantilado de muy poca altura, donde la erosión ha creado un hueco, que no llega a ser cueva, de 17 metros de largo y un metro de fondo. Apenas está a unos metros del mar por lo que, en momentos de mareas muy altas o de temporales, el agua llega hasta ahí. Eso sí, aunque muy expuesta, la tumba ha estado algo resguardada de la influencia marina gracias a un gran bloque caído del acantilado justo al lado.
Se trata de un joven de unos 17 años y 1,81 m de altura, con un gran desarrollo muscular que llegó a deformar la arquitectura del hueso
Sumados los huesos que ese alguien amontonó en una esquina a los minúsculos huesos y restos que quedaban en la tumba (el yunque y el martillo del oído, dientes, piezas ínfimas de cráneo y mechones de pelo, entre otros) reconstruyen un cuerpo con unas medidas y complexión física llamativas. Se trata de un joven de unos 17 años y de gran estatura: 1,81 metros de altura. “Los cronistas y los estudios antropológicos (que no son muchos, porque no se han hallado muchos restos óseos en Fuerteventura) constatan que los majos era la población más alta de todo el archipiélago, pero este individuo era realmente alto”, dice la arqueóloga forense Verónica Alberto, en referencia a los indígenas de las islas de Lanzarote y Fuerteventura.
“No sabemos si estaba en una mortaja, ya que no estaban los huesos en su sitio. Porque, aunque los restos de la mortaja no se hubieran conservado, por la posición de los huesos somos capaces de saber si estaba envuelto o no. Pero la posibilidad es alta de que haya sido así”, continúa, dado el buen estado de conservación de los mismos. “También la sal, en este enclave junto al mar, y un ambiente estable en cuanto a humedad y temperatura son buenos conservantes”, añade.
Lo que sí ha constatado, por los huesos, es que este individuo “tenía un desarrollo muscular brutal debido a un patrón de actividad cotidiana muy intenso que, incluso, llegó a deformar la arquitectura del hueso, dejando la impronta del esfuerzo físico”. Así pues, “era una persona robusta que hacía un trabajo físico duro y los huesos tienen huellas de patologías relacionadas con ese esfuerzo mecánico de los huesos”, afirma esta arqueóloga, que lo atribuye al modo y medio de vida de la población de la isla, dedicada fundamentalmente al pastoreo.
El cuerpo fue enterrado tan largo era, dejando las piernas fuera pero cubiertas también con piedras, razón por la que al esqueleto, casi completo, le faltan las extremidades inferiores
Esta fosa aislada es de reducidas dimensiones, apenas tiene 1,35 m de largo y 25 cm de hondo y no cabe un cuerpo estirado. Fue excavada sin dedicarle un especial esfuerzo y, más curioso aún, es que el cuerpo fue enterrado tan largo era, dejando las piernas fuera pero cubiertas también con piedras –razón por la que al esqueleto, casi completo, le faltan las extremidades inferiores, salvo el fémur izquierdo, que no se han conservado–, confirma Verónica Alberto.
Después de retirar todos los restos humanos de la tumba “queda lo que se llama el fondo de deposición (donde se apoya el cadáver) y está lleno de fauna cadavérica, los insectos que comen carne putrefacta”, dice. “Esto nos revela –continúa– las condiciones ambientales del enterramiento. Significa que quedó a la intemperie en las primeras fases del proceso de putrefacción. Si lo hubieran enterrado y cubierto con tierra después de la muerte, no encontraríamos estos insectos. Esto indica que cuando pusieron el cuerpo ahí simplemente lo taparon con piedras”. En definitiva, “ni lo enterraron, ni lo dejaron ahí sin más, sino que fue una cosa intermedia: le cavaron una fosa que acondicionaron un poco y le pusieron piedras”.

El tipo de herida, con violencia tan extrema, hace pensar en un hecho con una carga ritual, de violencia reglada: una ejecución
Considerados todos los datos vistos hasta ahora, la conclusión es que podría tratarse de “una tumba de relegación o castigo”, afirma. “Las comunidades entierran a sus muertos agrupados en cementerios de carácter colectivo –sigue explicando–. Este lugar, abierto y expuesto al mar, indica un tratamiento especial. El tamaño de la fosa también es elocuente, un lugar de reposo que no está adaptado a su cuerpo”.

Al estudiar los huesos, especialmente tras la reconstrucción de lo que quedaba del cráneo, toda la información encaja e indica que se trata de una muerte violenta por ejecución. “Tiene heridas antemorten, es decir, que las sufrió en vida, pero se recuperó y sobrevivió. Se le rompió un diente por un golpe que le provocó un acortamiento de la raíz y una infección importante. Un accidente que se produce por impactos frontales que la literatura clínica forense relaciona con impactos por caídas. Una herida normal fruto del trabajo en una sociedad pastoril que requiere desplazamientos por el terreno, a veces rápidos detrás del ganado. O el golpe en algún tipo de exhibición lúdica”, explica.
«El cráneo presenta señales de golpes, lo reconstruimos y encontramos las evidencias de dos traumatismos deprimidos contusos muy importantes que le ocasionaron la muerte»VERÓNICA ALBERTO, arqueóloga forense
Pero también tenía unos dientes astillados en lo que es una herida perimortem, que se produjo en el momento de la muerte al caer contra el suelo. “Esto por sí solo no nos dice mucho, pudo caerse y morir. Pero esto sí: el cráneo presenta señales de golpes, lo reconstruimos y encontramos las evidencias de dos traumatismos deprimidos contusos muy importantes que le ocasionaron la muerte. Son heridas que no buscan abatir al oponente, sino matarlo. No es resultado de una pelea”. Se trata de dos golpes simétricos asestados con la misma arma, uno seguido de otro de forma inmediata por alguien que estaba por encima para darle en la parte superior de la cabeza a un chico de 1,81 metros. “Debía estar en una posición agachada (tal vez arrodillado), o el agresor subido a algo”, dice.

Según las crónicas, las ejecuciones no son ajenas a estos pueblos. Y cita Verónica a Abreu Galindo [«…la ejecución de justicia se hacía en la costa del mar, tendiendo al delincuente sobre una piedra o losa y con una piedra redonda el ejecutor de la justicia le daba en la cabeza haciéndosela pedazos…»] que “describe la forma de hacer justicia de los majos y concuerda con nuestro caso, pues le hicieron la cabeza pedazos junto al mar, que tuvimos que reconstruirla con mucho esfuerzo. Es lo que permitiría explicar la contundencia de los golpes, la víctima no está en movimiento ni se defiende”.
Hay que analizarlo, dice, “desde la perspectiva del aislamiento y la condición insular, muy importante en el desarrollo y organización de estas poblaciones y cómo evolucionan en un contexto cerrado, donde no reciben ayuda del exterior, ni pueden salir; en un ambiente geográfico con sus recursos limitados”.