Lavas que alumbraron los cuchillos de los antiguos canarios
Las rocas eruptivas, origen de la obsidiana con la que fabricaban sus utensilios cortantes

LA HUELLA ABORIGEN. Sin minerales para fabricar objetos de metal, los primeros habitantes de Canarias se valieron de rocas eruptivas para disponer de herramientas. Lavas y piroclastos que se enfrían muy rápido dan lugar a la obsidiana con la que hacían sus afilados cuchillos. En Gran Canaria incluso cavaron y entibaron galerías, dando lugar a las minas de Hogarzales. [En PELLAGOFIO nº 101 (2ª época, septiembre 2021)].
«La obsidiana se produce cuando la lava que emite un volcán, o en los piroclastos que lanza al aire, la roca se enfría tan rápido que no le da tiempo a cristalizar y forma un vidrio perfecto» AMELIA RODRÍGUEZ, catedrática de la ULPGC
Por YURI MILLARES
Las primeras poblaciones que colonizaron el archipiélago canario llegaron del norte de África y, “por las dataciones que estamos obteniendo de su llegada”, ya conocían los metales, señala la arqueóloga y catedrática del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Las Palmas (ULPGC) Amelia Rodríguez. “Cuando llegaron aquí traerían sus instrumentos de metal, pero si no podían renovarlos porque en Canarias no hay ningún mineral con el que hacer objetos de metal, echaron mano de la tradición tecnológica que tenían y empezaron a fabricar sus instrumentos de piedra, tanto tallados como pulimentados”.
«Los primeros pobladores no tenían el conocimiento de lo que son unas islas volcánicas, porque en el norte de África los volcanes llevan millones de años extinguidos» AMELIA RODRÍGUEZ
En el caso de los primeros pobladores, “y si hubo más de una arribada también les pasaría –dice–, no tenían el conocimiento de lo que son unas islas volcánicas, porque en el norte de África los volcanes llevan millones de años extinguidos. Estaban acostumbrados a rocas de otro tipo (metamórficas, sedimentarias), pero no eruptivas”, detalla.
Llegaron aquí y se encontraron con un paisaje geológico muy diferente, pero pronto tuvieron que adaptarse al nuevo territorio.
“Hace años participé en un proyecto que dirigía Jorge Onrubia en el sur de Marruecos y allí estuvimos excavando una necrópolis de túmulos. La datación nos dio entre los siglos II y IV d.C. En uno de ellos estaba inhumada una mujer, que tenía objetos de metal como ajuar y, también, tres lasquitas de sílex perfectamente colocadas. Con esto quiero decir que puedes conocer y usar el metal, pero no implica que hayas olvidado la tradición de explotación de recursos líticos”.
En Gran Canaria la población indígena llegó a excavar más de cuarenta galerías para su obtención en la cima de la montaña de Hogarzales (1.062 m)
Entre los diversos materiales expulsados en una erupción volcánica (basalto, fonolita…) se encuentra la obsidiana, geológicamente un vidrio volcánico –ojo, no confundir con el cristal– del que se obtienen lascas que cortan como el más afilado de los cuchillos y hasta bisturíes.
“La obsidiana se produce cuando la lava que emite un volcán, o en los piroclastos (nubes ardientes) que lanza al aire, la roca se enfría tan rápido que no le da tiempo a cristalizar y forma un vidrio perfecto”, explica.
Conocedora de la industria lítica (objetos elaborados en piedra) de La Palma –sobre la que hizo su tesis doctoral– y de Tenerife, donde la materia prima con la que benahoaritas y guanches fabricaban sus herramientas cortantes era una obsidiana de características similares, a Amelia Rodríguez le llamó la atención que en la otra isla del archipiélago donde hay obsidiana, Gran Canaria, presenta unas características diferentes y se dedicó a estudiarla .

Más aún, en esta isla la población indígena llegó a excavar más de cuarenta galerías para su obtención en la cima de una montaña en lo que se conoce como la mina de Hogarzales.
“Tenían un color muy particular (gris-azulado, en vez de negro) y eran brillantes, pero nada traslúcidas como las otras, y empecé a averiguar. “Supe de las minas de Hogarzales, en La Aldea, gracias a varios artículos científicos anteriores y, fundamentalmente, a los trabajos de la antigua Comisión de Historia y Arqueología de Canarias, y en la ULPGC decidimos hacer una expedición arqueológica en 2000 para topografiarlas y hacer un sondeo en la boca de una de las minas, para intentar ver cómo era la explotación de esa obsidiana”, detalla.
Al campamento en helicóptero
Sin camino ni sendero por donde llevar hasta lo alto de la montaña de Hogarzales el equipamiento para la expedición, contaron con la colaboración del Ejército del Aire, que transportó en helicóptero todo el material para montar el campamento (tiendas de campaña, comida, agua, material de campo) y volvió a recogerlo 15 días después junto con las muestras que habían recuperado.

La obsidiana de tipo ignimbrítico –que significa “nube ardiente”– de esta mina de Gran Canaria no se formó como las obsidianas de Tenerife en una colada que se solidificó muy rápido, sino que vinieron por el aire con el material piroclástico y se depositó junto con la ceniza. Por eso la mina está muy cerca de la cima de la montaña de Hogarzales.

Durante la erupción, la ceniza se depositó en lo alto de la montaña formando lo que en Canarias llamamos toba o tosca, relativamente fácil de excavar por la población aborigen como atestiguan sus cuevas de habitación o sus graneros.
En Hogarzales, entre esa tosca se encuentra una capa fina de obsidiana asociada a otro nivel de roca también eruptiva que es la traquita, de color verde claro. La población nativa de la isla conocía la existencia de ese material y excavaron túneles por debajo de la traquita y de la obsidiana, de modo que iban arrancando del techo uno y otro material pues aprovechaban tanto la obsidiana como la traquita.
«Una de las cosas más bonitas de observar fue que hacían trabajo de entibado para sostener los techos» AMELIA RODRÍGUEZ
“Una de las cosas más bonitas de observar fue que tenían mucho cuidado en el mantenimiento de esas minas y hacían trabajo de entibado, construyendo columnas y paredes de piedra para sostener los techos y que no se desfondaran”, describe su experiencia en el lugar, donde son pocas las minas que se conocen en la actualidad “en el sentido de haberlas podido explorar”. Y es que, aunque hay localizadas más de 40 bocas de mina alrededor de la cima de Hogarzales, sólo se ha podido entrar en unas pocas.
“En muchas ha habido derrumbes o, con el paso de los siglos, los sedimentos han invadido la entrada y está taponada –dice–. Pero en las que hemos entrado hemos visto que han excavado siguiendo la veta, unas en línea recta, otras en ramales, en ocasiones se abren cámaras más grandes, otras son muy estrechitas. Todo depende de lo que iban encontrando”.
Tres montañas con obsidiana para toda una isla
La mina de Hogarzales se utilizó para abastecer a toda la isla. Este vidrio volcánico lo extraían de las galerías que excavaban, en zonas llanas del exterior hacían el trabajo previo de limpieza de los bloques (allí siguen los restos de obsidiana y de traquita, lasquitas con córtex) y después llevaban los nodulitos de obsidiana a prácticamente todos los poblados.

Analizada químicamente, esta obsidiana se encuentra en la cima de tres montañas en la zona de La Aldea (Hogarzales, la más conocida y con más minas; pero al lado está la montaña del Cedro donde también hay minas que siguen la misma pauta –prospectadas y documentadas en otra expedición posterior–, aunque su cima es más reducida y hay menos minas; y la montaña de las Vacas, donde la obsidiana está en superficie).
“Creemos que fue el mismo evento eruptivo el que depositó a la vez esa obsidiana junto con las cenizas”, estima Amelia Rodríguez.
Hay un segundo tipo de obsidiana más negra y con tonos verdes, lo que no se sabe es dónde la obtenían, pues tiene signos de erosión de haber rodado por barrancos
Esta obsidiana traquítica –por estar asociada a vetas de traquita–, denominada “del tipo Hogarzales” pero químicamente la misma en las tres montañas, “está en casi todos los yacimientos estudiados en Gran Canaria”, dice.
“El único donde no la hemos encontrado es en El Pajar de Arguineguín, aunque sí está presente en los yacimientos que están alrededor”. En este lugar de modo exclusivo (y en otros de la isla de modo secundario), lo que hay es un segundo tipo de obsidiana más negra y, vista al trasluz, con unos tonos verdes. “Le hemos hecho análisis y en vez de ser traquítica, es fonolítica, de eventos eruptivos diferentes”. Lo que no se sabe es dónde la obtenían, pues es una obsidiana rodada (con signos de erosión de haber rodado por barrancos).
Por cierto, como anécdota curiosa, recuerda Amelia Rodríguez que el ingeniero militar Leonardo Torriani escribió, a finales del s. XVI, una observación personal que incluyó en su libro Descripción e historia del reino de las Islas Canarias y es que los campesinos de Gran Canaria se seguían afeitando con lascas de piedra. “Esas observaciones son muy valiosas, porque te indican la pervivencia de algunas cosas”, sonríe.