Arqueología

Los majos cultivaban cebada y comían cabras y focas monje

El yacimiento arqueológico del tubo volcánico de la Cueva de Villaverde y el asentamiento exterior continúan aportando información

LA HUELLA AGORIGEN El tubo volcánico de la Cueva de Villaverde, yacimiento arqueológico de los majos (aborígenes de Fuerteventura), sigue aportando información. Descubierto en 1979, las nuevas campañas de excavación desde 2018 confirmaron la agricultura en la isla. Pero necesita obras de conservación para asegurar el lugar y continuar investigando. [En PELLAGOFIO nº 118 (2ª época, mayo 2023)].

Por YURI MILLARES

El descubrimiento de la Cueva de Villaverde fue un hecho casual. El Ayuntamiento de La Oliva realizaba obras para instalar el saneamiento público en un barrio de casas con pozos negros. Al emplear dinamita para abrir hueco bajo una calle, apareció un profundo agujero. Resultó ser un tramo de tubo volcánico de 190 metros con restos de cerámica y huesos de los majos. El ingeniero al frente de las obras informó de inmediato.

Aquel mismo año, 1979, comenzaron las labores de excavación bajo la dirección de Francisca Hernández y Dolores Sánchez, que integraban un equipo de cinco arqueólogas. Durante los dos primeros años de aquellas excavaciones hubo que acceder al tubo volcánico por aquel agujero, empleando una escalera. Y por allí sacar el material arqueológico para su identificación y datación.

La cueva llevaba cerrada cientos de años, conservando en su interior vestigios de habitación. Lo majos habían utilizado este espacio de forma ininterrumpida, al menos, 800 años desde el s. III

Burbuja del tiempo
Lo que se encontraron aquellas arqueólogas fue una burbuja del tiempo. La cueva llevaba cerrada cientos de años, conservando en su interior vestigios de habitación. Lo majos habían utilizado este espacio forma ininterrumpida, al menos, desde el s. III (según las dataciones realizadas en los años 80) y hasta el XI (s. IX en aquellas primeras dataciones). Después, en el XII, se usó como lugar de enterramiento: fueron encontrados los restos óseos de una mujer de entre 38 y 48 años, y los de una niña de seis.

Cuando ya no se usaba como lugar de habitación, el tubo volcánico fue lugar de enterramiento. Han aparecido los restos óseos de una mujer de entre 38 y 48 años, y de una niña de seis. | FOTO JOSÉ JUAN TORRES

Construyeron dependencias y levantaron paredes en un amplio espacio de la cueva. Pero, ¿por dónde accedían sus moradores al interior del tubo volcánico?

En 1981, en la tercera de las cinco campañas que realizaron (financiadas por el Ministerio de Cultura), lo localizaron y abrieron el hueco. Se trataba de un jameo, un derrumbe natural del techo del tubo volcánico que los majos acondicionaron para entrar. Había sido colmatado de tierra con los siglos y estaba debajo de una gavia (huerto con paredones para retener el agua de la lluvia), donde un vecino de Villaverde cultivaba.

Declarado Bien de Interés Cultural, no volvió a recibir más atención desde la quinta campaña de excavación, en 1988, hasta 30 años después, cuando se retoman los trabajos arqueológicos. Ahora, con participación del Gobierno canario, el Cabildo de Fuerteventura, el Ayuntamiento de La Oliva, la Universidad de La Laguna y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

«En 2018 se presentó la oportunidad y empezamos. La última campaña que hicimos fue el verano de 2022 —explica la arqueóloga Rosa López—. Ahora estamos esperando a que el yacimiento tenga asegurada su conservación para proseguir excavando». Las últimas lluvias han causado destrozos y la cubierta de hierro que protege el jameo está muy deteriorada y oxidada.

«Excavando en el fondo del tubo, encontramos algo muy interesante por primera vez en la isla: cerámica con restos de almagre que los mahos usaron para decorar el exterior de sus piezas» ROSA LÓPEZ, arqueóloga

Diversas vasijas y vasos de distintos tamaños se han localizado tanto en la cueva como en el asentamiento exterior, como esta microcerámica, ¿para ungüentos?, ¿un juguete? «No lo sabemos», dice la responsable de la excavación. | FOTO JOSÉ JUAN TORRES

Lo que comían
Las nuevas campañas han servido para «reconstruir la secuencia estratigráfica. Sabemos que es un yacimiento que se ocupa continuamente durante más de 800 años. Y se va transformando, la planta que tiene va cambiando a lo largo del tiempo. Hemos hecho dataciones radiocarbónicas, topografía 3D», detalla.

Y, «excavando en el fondo del tubo, encontramos algo muy interesante por primera vez en la isla: cerámica con restos de almagre que los mahos usaron para el exterior de sus piezas (antes de la cocción y después de la cocción). Y desde el siglo XII, cuando se enterraron esos dos cuerpos, no volvió a entrar nadie. Por eso no hay cerámicas posteriores, ni a torno. Todo es de época aborigen y se ha conservado muy bien», añade.

Eso incluye los restos de huesos de muchos animales, tanto consumidos como de otros que poblaban originariamente el lugar. Entre los primeros hay de cabra, oveja, cerdo, aves e, incluso, de focas monje, cetáceos y tortugas. Además de conchas de mejillones, lapas y burgados. Entre los segundos destacan muchos huesos (regurgitados por lechuzas) del ratón del malpaís (Malpaisomys insularis), que se extinguió tras la arribada de los aborígenes y ya no quedaban cuando llegaron los europeos (1).

Gracias a nuevas técnicas (en este caso, la detección de las semillas mediante flotación de sedimentos) se han encontrado de cebada, trigo y lenteja

Semilla carbonizada de cebada encontrada en el tubo volcánico de la Cueva de Villaverde. | FOTO JACOB MORALES

Lo que cultivaban
En el interior del tubo volcánico, destaca, observaron «la existencia de una serie de hogares que se han conservado muy bien. Eso ha favorecido, a su vez, que se hayan conservado semillas carbonizadas de cebada, trigo y lenteja».

Gracias a las nuevas técnicas y metodologías (en este caso, la detección de las semillas mediante flotación de sedimentos y su identificación, realizada por el arqueobotánico Jacob Morales) se ha podido descartar la creencia de que los aborígenes de Fuerteventura desconocieran la agricultura.

Lo más curioso de todo, sin embargo, es que la Cueva de Villaverde no es un yacimiento, sino dos. «Es un tubo volcánico ocupado en el interior. Pero, además, los majos construyen fuera un asentamiento alrededor de la cueva», señala Rosa López la parcela entre calles del yacimiento, con huecos de numerosas catas arqueológicas realizadas en el exterior. Era todo un poblado con sorpresa: apenas a 20 centímetros de profundidad se halló una gran vasija entera de unos 1.000 años de antigüedad.

Lo más curioso de la Cueva de Villaverde es que no es un yacimiento, sino dos. «Es un tubo volcánico ocupado en el interior. Pero, además, los majos construyen fuera un amplio asentamiento alrededor de la cueva», señala Rosa López. | FOTO ARENISCA.ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO

«El asentamiento sigue por debajo de la carretera y no sabemos hasta dónde llega. Todo lo que se ha descubierto fuera son muros y estructuras de diferentes épocas aborígenes, con diferentes momentos de ocupación», dice.

Para próximas campañas de excavación, entre otras cosas, «nos falta hacer análisis para saber si tuvieron animales estabulados en el interior. Lo importante es hacer una microestatigrafía que nos permita saber si hay excrementos».
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(1) «En este caso muy particular, los primeros habitantes de Lanzarote y Fuerteventura pudieron haber causado su extinción de forma indirecta ya que todo apunta a que ésta se produjo como consecuencia de la introducción en la isla de ratones domésticos (Mus domesticus). Esta extinción se sitúa hace unos 800 años, fecha anterior a la colonización europea», explica Juan Carlos Rando en su artículo “Protagonistas de una catástrofe silenciosa. Los vertebrados extintos de canarias” (El Indiferente, nº 14, enero 2003)

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