Pervivencia de huertas aborígenes canarias tras la conquista castellana

LA HUELLA ABORIGEN. Comparando el paisaje rural actual y los protocolos notariales de mediados del siglo XVI de los pueblos de Agüimes y Temisas, en el sureste de Gran Canaria, Ignacio Díaz (Universitat Autònoma de Barcelona) ha podido reconstruir las huertas aborígenes, distinguiendo los campos irrigados por los nativos de los que lo fueron por los colonos europeos. [En PELLAGOFIO nº 88 (2ª época, septiembre 2020)].
Por YURI MILLARES
“La conquista castellana transformó de forma radical los paisajes de las islas Canarias. Los colonos europeos dedicaron la tierra arrebatada a la población indígena de forma preferente a la producción para la exportación de un reducido número de cultivos con un alto valor comercial. En el caso de Gran Canaria fueron la caña de azúcar, la viña y la hierba pastel, de la que se extraía el tinte añil”, explica Ignacio Díaz Sierra, investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Para su tesis doctoral, este arqueólogo ha estudiado las huertas que rodeaban los pueblos de Agüimes y Temisas “con el objetivo de describir la gestión que los primeros colonos hicieron de estos espacios, a finales del siglo XV y principios del XVI, y determinar si había conexiones con las prácticas agrícolas indígenas”. Para ello, explica a PELLAGOFIO, ha tenido que localizar y estudiar los campos utilizados “durante la época colonial temprana, combinando el análisis de la documentación escrita y del registro arqueológico disponible, con el estudio del paisaje moderno y de las prácticas agrarias tradicionales”.
Como los protocolos notariales más antiguos que se conservan para el señorío de Agüimes son de los años 1540, ha tenido que trabajar “de forma regresiva –indica–: primero, he reconstruido las huertas de Agüimes y Temisas en la segunda mitad del siglo XVI (un período que está bien documentado), para luego retroceder hasta finales del siglo XV”.
«Las villas y plantaciones coloniales sepultaron los paisajes que habían sido construidos y gestionados por la población indígena de Gran Canaria»IGNACIO DÍAZ SIERRA
Al explicar el desarrollo de sus investigaciones, señala que “las villas y plantaciones coloniales sepultaron los paisajes que habían sido construidos y gestionados por la población indígena de Gran Canaria”. Entonces, ¿cómo organizaban los canarios la producción agrícola?
Los arqueólogos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), destaca Díaz Sierra, han hecho uso de la arqueobotánica, la arqueoentomología, la dendrología y la bioarqueología. Últimamente, también “los análisis de isótopos, para estudiar la dieta de los canarios, el repertorio de especies de plantas y animales domesticados que manejaron y cómo procesaban y almacenaban las cosechas y frutos recolectados”, dice.
Pese a todos estos avances, “hay un aspecto fundamental de la agricultura indígena que desconocemos ¿dónde trabajaban los canarios antes de la conquista?”. Esa ha sido su línea de investigación. “Ignoramos la localización y las dimensiones de los campos de cultivo indígenas y de las infraestructuras hidráulicas que construyeron, como acequias y albercones”, insiste, ya que las fuentes etnohistóricas y los repartimientos “ofrecen muy poca información sobre los paisajes agrarios de los canarios”.
Hay referencias aisladas a topónimos que están asociados a caminos, acequias, albercas y estructuras ganaderas de época prehispánica
Hay referencias aisladas a topónimos que están asociados a caminos, acequias, albercas y estructuras ganaderas de época prehispánica. Datos que, por sí solos, “no ofrecen información suficiente para situar y describir los espacios donde los canarios desarrollaban sus actividades agrícolas antes de la conquista”.
Para este investigador, “conocer la ubicación, las dimensiones, la morfología y la organización interna de los sistemas de campos indígenas es crítico para entender cómo organizaba su reproducción la sociedad canaria y en qué medida difería del sistema impuesto por los europeos tras la conquista”.
Campos y acequias de los canarios
El estudio de los paisajes agrícolas modernos, combinado con el análisis de la documentación escrita que ha llevado a cabo Ignacio Díaz, “no permite retroceder más allá de los primeros compases de la colonización europea”, explica, pero aporta información que permite estimar que las huertas coloniales identificadas por el autor en Agüimes y en Temisas “fueron, al menos en parte, construidas por la población indígena”.

Por un lado, tenemos que los campos irrigados de La Ladera (Agüimes) y del Juncal Alto (Temisas) se destinaron a producciones comercializadas “inmediatamente después de la conquista”, destaca. “Construir ex novo todas estas heredades habría requerido grandes inversiones de dinero y trabajo en un corto espacio de tiempo, en una época que ambos contaban con una población reducida”.
Los sistemas hidráulicos posteriores a la conquista «fueron diseñados para crecer de forma ininterrumpida hasta irrigar toda la tierra que rodeaba la villa».
Por otro lado, observa, “el diseño de estos campos parece obedecer a una lógica diferente a la que rigió la construcción de los espacios de trabajo coloniales. Esto es particularmente evidente en el caso de Agüimes.
Los campos de La Ladera estaban encajados entre el barranco de Guayadeque y la Acequia Real, que iba a desaguar al mismo barranco, de manera que su crecimiento potencial estaba severamente limitado por su ubicación y el diseño de los canales de riego”. En cambio, los sistemas hidráulicos posteriores en los terrenos de Santa María y Los Parrales, “fueron diseñados para crecer de forma ininterrumpida hasta irrigar toda la tierra que rodeaba la villa”.
Por lo tanto, concluye, las infraestructuras de la huerta de 12 hectáreas de La Ladera parecen haber sido construidas “por unos códigos sociales diferentes a los de los colonizadores europeos, que tenían como objetivo crear sistemas de campos que pudieran ser ampliados de forma ininterrumpida”. En efecto, “los colonos superaron está limitación establecida por los fundadores mediante la construcción de los sistemas hidráulicos de Santa María y Los Parrales en los márgenes de la Ladera, fuera de la huerta original”.
«Los primeros campos de cultivo usados por los colonos para producir caña, viñas y pastel en Agüimes y Temisas eran de construcción indígena»IGNACIO DÍAZ SIERRA
Que los primeros campos de cultivo usados por los colonos para producir caña, viñas y pastel en Agüimes y Temisas fueran de construcción indígena es coherente, además, con las prácticas empleadas por los conquistadores cristianos en la península Ibérica, señala Díaz Sierra.
“La práctica habitual durante la conquista de al-Ándalus era apropiarse de las tierras trabajadas por el campesinado andalusí para empezar a producir de forma inmediata. En ocasiones, los colonos tardaban siglos en construir nuevos campos de cultivo o en modificar de forma substancial los espacios construidos por los andalusíes. Pero, a pesar de la congruencia de esta propuesta, será necesario realizar estudios arqueológicos adicionales para confirmar que las primeras huertas coloniales de Agüimes y Temisas fueron construidas y gestionadas originalmente por la población indígena aniquilada por los conquistadores”.
La Vega de Agüimes y el Heredamiento de Temisas*
Por IGNACIO DÍAZ SIERRA
Universitat Autònoma de Barcelona
Cuando los primeros colonos se establecieron en el poblado aborigen de Agüimes en los años 1480, los campos irrigados estaban limitados a una estrecha franja de terreno de 12 hectáreas que se encontraba situada entre el pueblo y el Ejido, al sur, y el Barranco de Guayadeque, al norte, en la conocida como La Ladera (plano 1).
Aquí están documentadas las propiedades de los primeros colonizadores del señorío –Alonso de Matos, Orrigo Riso, Diego de Carmona, Pedro Álvarez Osorio, juan Vélez de Valdivieso y Martín Ibáñez de Arístegui–, que usaron las tierras para producir caña de azúcar y, después, viña. Actualmente, el casco histórico de Agüimes oculta la mayor parte de estos terrenos, que fueron urbanizados entre los siglos XVII y XIX.
Las tierras de La Ladera se regaban desde la “Acequia Real de Guayadeque” o “de Agüimes”. La Acequia Real no estaba incluida en el reparto de las heredades de Santa María y Los Parrales y su agua no se encerraba en los albercones, construidos como muy tarde a principios del siglo XVI.
El hecho de que este canal gozase de un régimen extraordinario de distribución del agua, sumado a la denominación de “Acequia Real,” sugiere que su fundación es anterior a los sistemas hidráulicos de las heredades de Santa María y Los Parrales. Ambas redes de canales fueron construidas en los márgenes de los huertos de la Ladera y crecieron a su alrededor, envolviéndolos.

La huerta antigua estaba estrictamente limitada por la línea de rigidez que marcaba la Acequia Real muy difícilmente se podía ampliar más allá de las 12 hectáreas. Los sistemas hidráulicos de Santa María y Los Parrales, en cambio, fueron diseñados para superar esta limitación. El origen de ambas redes de riego se encuentra en derivaciones del acueducto general de Agüimes para cubrir los terrenos que se encontraban por encima y por debajo de la Ladera y expandirse de forma continuada, hasta cubrir toda la tierra disponible.
El núcleo original de la Temisas colonial es el barrio del Callejón o del Convento
La huerta de Temisas se componía de cinco partidas de riego y sumaba 32,4 hectáreas de tierra a mediados del siglo XX. La primera referencia escrita conocida data de 1514, cuando se registró la venta de un heredamiento de tierras de riego homónimo [1]. La propiedad incluía una plantación de pastel (Indigofera tinctoria) con un ingenio para molerlo y una dotación de cuatro esclavos africanos, nueve caballos y un mulo. Ha sido posible aproximar los límites y las dimensiones del heredamiento y de la plantación gracias a la documentación notarial generada durante el siglo XVI, a medida que se fragmentaban la propiedad.
El núcleo original de la Temisas colonial es el barrio del Callejón o del Convento, que se encuentra al este del centro del pueblo actual. Allí se encontraban, seguramente, las casas de purgar del ingenio, un horno de teja y algunas casas de los primeros colonos que se establecieron en Temisas. Es probable que ya existiese entonces el Tanque de las Casas, el albercón que usa la heredad del Juncal Alto para organizar los turnos de riego.
Las tierras de riego del heredamiento se extendían alrededor y por debajo del Barrio del Callejón hasta llegar al valle de La Sorrapada (plano 2). En total, el heredamiento sumaba ocho suertes de tierra de riego (11,6 hectáreas). El resto de sistemas hidráulicos fueron construidos después de 1600, hasta sumar las más de 30 hectáreas que tenía la huerta hace unas pocas décadas.
La plantación y el ingenio de pastel referidos en la carta de venta de 1514 desaparecen del registro documental entre 1519 y 1592, cuando la biznieta del propietario original vendió una suerte de tierras de riego en Temisas conocida como el “Ingenio Quemado.” La plantación se encontraba en las terrazas inferiores de Los Ramírez, sobre la confluencia del Barranco de Temisas y el Barranco del Chorrillo (plano 2).
La plantación de 1514 medía, aproximadamente, 1,6 hectáreas y parece que el ingenio se encontraba situado en su interior. La falta de documentación no permite saber cuándo ni cómo dejó de funcionar la plantación de pastel. Lo más probable es que el ingenio se incendiase en algún momento indeterminado entre 1519 y los años 1540 y que los propietarios optasen por substituir el pastel por viñas e higueras.
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* Investigación financiada por la beca predoctoral de la Fundación Obra Social ‘la Caixa’ LCF/BQ/ES15/10360007 y por el proyecto del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad Órdenes agrarios y conquistas ibéricas (siglos XII-XVI). Estudios desde la arqueología histórica (HAR2017-82157-P).