Semillas arqueológicas confirman la agricultura aborigen en toda Canarias
Cuando una solitaria lenteja se convierte en un gran hallazgo

LA HUELLA ABORIGEN/Semillas arqueológicas. Una sola semilla de cebada hallada en el yacimiento arqueológico de la Cueva de Villaverde o una minúscula lenteja en el del Tendal han permitido confirmar que los aborígenes de las islas de Fuerteventura y La Palma, respectivamente, sí tenían agricultura, aunque los conquistadores no lo vieron al llegar. [En PELLAGOFIO nº 115 (2ª época, febrero 2023)].
Por YURI MILLARES
Los últimos 20 años, continuando el camino ya iniciado por otros arqueólogos en Canarias, lleva Jacob Morales buscando, identificando y datando semillas arqueológicas en Canarias de cultivos aborígenes. «Con diferentes cronologías, esos restos de semillas nos dan una visión general de cómo llegó la agricultura al archipiélago entre los años 100 al 400 de nuestra era y cómo evolucionó», explica este arqueobotánico.
La arribada de los primeros pobladores, con su paquete colonizador de semillas (trigo, cebada, habas, lentejas, arvejas, higos) y animales (cabras, ovejas, cerdos, perros) para asentarse y emprender una nueva vida, coincide en el tiempo en torno a una misma época, según las dataciones de las propias semillas halladas hasta ahora.

«El reducido paquete de cultivos que llegan a Canarias son las plantas más comunes y más importantes de las poblaciones bereberes incluso actuales —dice—. Indican, además, que son los cultivos más importantes que había en aquel momento en el norte de África». Se trata, sobre todo, del trigo duro de zonas áridas con el que se hace el cuscús (denominado en las Islas morisquillo o trigo morisco) y la cebada «que hemos demostrado, mediante el estudio de su ADN, que están emparentadas con las semillas que se cultivan en Gran Canaria en la actualidad, estudio que estamos haciendo ahora con la lenteja», añade.
Eran «la base de la agricultura de los bereberes y, lo que hace interesante este episodio de la colonización de Canarias, supone la última y más occidental expansión de ese paquete de cultivos que definen a las poblaciones neolíticas en época clásica, antes de la llegada de Colón a América», insiste, en un paquete que, al trigo y la cebada, suma las citadas habas, lentejas y arvejas, y, sólo en Gran Canaria, los higos.

Isla a isla
Yendo por islas, las semillas de trigo y cebada están en casi todas ellas en el primer milenio de nuestra era, a lo que se añaden las otras sólo en algunas [ver mapa]. Así, en las de Fuerteventura y La Palma también había lentejas y habas antes del año 1000, islas que habían perdido su agricultura en el siglo XV como constatan las crónicas de los conquistadores. Además, en esos últimos siglos antes de la conquista ya habían desaparecido semillas como el trigo de El Hierro o La Gomera.
«A partir del año 1000 la diversidad agrícola de cada isla va disminuyendo, con los casos extremos de La Palma y Fuerteventura en donde desaparece, mientras en las otras sólo destaca la cebada, la más resistente a la aridez», dice. ¿Qué había pasado? ¿Y por qué en Gran Canaria no hay pérdida de semillas y es la única isla con higueras?

La explicación tendría que ver, sobre todo, con el aislamiento total al que se vieron sometidas las Islas con el transcurso de los siglos, especialmente después del año 1000 (antes de esa fecha hay constancia, según estudios de ADN, del intercambio de semillas entre Gran Canaria y Tenerife, por ejemplo), «pues provoca que la pérdida de un cultivo no se pueda reponer con semillas de otro lado».
Que en Gran Canaria hubiera más diversidad y un potencial agrícola que requería incluso de lugares de almacenamiento fortificados y vigilados, los graneros, tiene que ver con la evidencia de que es la única isla donde hay riego agrícola en época aborigen. «Los registros etnográficos indican que riegan y tienen acequias y cuando tras la conquista se inicia el cultivo de la caña de azúcar y de la Isatis tinctoria —la hierba pastel para el color añil— se aprovecha esa red de riego».
Flotación y microscopio
La localización e identificación de todas esas semillas es una tarea compleja. Así, al ser Gran Canaria la única isla del archipiélago con graneros donde se conservaron muestras en buen estado de granos, espigas y paja, en el resto ha habido que documentar su existencia entre los restos carbonizados de los hogares aborígenes. «Al tostar el grano, si cae alguno al fuego se calcina, pero si cae al lado (y está sometido a temperaturas entre 200 y 300 grados y con poco oxígeno) se transforma en carbón: el tejido orgánico se convierte en antracita y es una piedra que se conserva miles de años».

A las semillas carbonizadas no se les puede extraer ADN, pero sí se pueden datar en su contexto e identificar para conocer su especie y variedad. «En El Tendal, entre todos los sedimentos recogidos, apareció ¡una sola lenteja! —ríe pensando en el diminuto detalle de un gran hallazgo—, bueno, una y media, porque había otra lenteja partida a la mitad; además de trigo y cebada que apareció bastante». Igual ocurrió en los dos yacimientos de Fuerteventura con semillas, donde se encontró una sola haba en el de la Cueva de Villaverde y una única semilla de cebada en el de la Punta del Mallorquín. ¿Cómo?
Semillas de higos
La labor comienza con la recogida de sedimentos, vaciando después la tierra de diferentes estratos en un depósito de agua. «Las partículas vegetales flotan porque son menos densas que el agua, las piedras y otros sedimentos. Esas partículas (carbones, restos de madera, restos de semilla) las recojo con malla y las separo al microscopio una a una, ese es el mayor trabajo».
En el caso de las semillas de higos de época aborigen, «son tan pequeñas que no se pueden datar. Pero hemos encontrado en varios individuos de Temisas, de Acusa y de Guayadeque semillas de higos dentro de las caries de sus piezas dentales: lo que hemos hecho es datar los huesos de esos individuos y así tenemos dataciones desde el siglo VI: había higueras y comían bastantes higos como para producirles caries».
«La visión que tenemos tiene muchos datos de Gran Canaria y pocos del resto, sólo es una visión preliminar que tenemos que ir ampliando», señala. Eso es así, sobre todo, de las islas con menos información, pues en El Hierro, La Palma o Fuerteventura sólo se han excavado en busca de semillas en dos yacimientos de cada isla, mientras que en Tenerife proceden de cinco yacimientos y en Gran Canaria de quince.