Arqueología

Sin cráneos en el yacimiento del Cementerio de los Canarios (1)

En una intervención promovida por el Cabildo de Gran Canaria se han recuperado los huesos de 170 individuos desperdigados por la cavidad o que habían caído rodando por el exterior

LA HUELLA ABORIGEN. Tras el ‘redescubrimiento’ mediático de una cueva con miles de huesos de los antiguos pobladores del barranco de Guayadeque, el Cabildo de Gran Canaria acometió la tarea de retirar los restos óseos que corrían riesgo de pérdida o mayor deterioro. Ahora se procede a su estudio para conocer más sobre esta población. El artículo continúa en «Un viaje al pasado indígena estudiando sus huesos» [En PELLAGOFIO nº 93 (2ª época, febrero 2021)].

Por YURI MILLARES

El Cementerio de los Canarios es un conjunto arqueológico donde la cueva con miles de huesos diseminados es sólo una parte. “Es un lugar famoso y de referencia desde finales del siglo XIX”, señala la arqueóloga forense Verónica Alberto. “El barranco de Guayadeque en su conjunto es una referencia arqueológica en toda Canarias por la cantidad de restos humanos que han salido de ese lugar. El grueso de la colección osteológica de El Museo Canario procede de aquí, pero también en otros muchos museos del mundo hay restos esqueléticos humanos de Guayadeque, o incluso en colecciones privadas”, añade.

«Lo que se ha realizado es una actuación, de consideración y de respeto, para salvar de la destrucción lo que estaba en peligro, no se trata de ir y vaciar la cueva»VERÓNICA ALBERTO, arqueóloga forense

La importancia de este barranco radica en que es uno de los primeros lugares a los que se dirige la población de origen norteafricano que llega por primera vez a la isla de Gran Canaria y se asienta en ella. “Guayadeque es de los primeros pocos lugares elegidos y ahí van a permanecer por más de mil años”, destaca esta arqueóloga. Por eso ha sido “un lugar referencial para la bioantropología y el estudio de los restos óseos. No hay otros lugares en Canarias que se puedan comparar en cuanto a número de cuevas funerarias y restos óseos”.

Esa importancia “no se ha traducido en un conocimiento certero y exhaustivo de cómo vivieron esas poblaciones que ocuparon el barranco durante tantos siglos”, dice. De hecho, los primeros exploradores que a finales del siglo XIX la visitaron y estudiaron se limitaron a extraer las calaveras y las momias mejor conservadas. “Los cráneos eran el elemento más apreciado que se iba a buscar a las cuevas funerarias para conformar las colecciones [de los museos], influenciados por teorías de tipo racial, que es lo que primaba en los estudios de antropología de la época”, explica.

Aunque “nunca se perdió su recuerdo ni su valor arqueológico, por ejemplo en los años 70, 80 y 90 se hicieron inventarios de cada cueva del barranco de Guayadeque y uno de los conjuntos más importantes y más conocidos es éste”, insiste Verónica Alberto, el redescubrimiento de la cueva y la denuncia de posibles expolios que recibe el Cabildo de Gran Canaria hace que éste encargue un informe diagnóstico, para conocer la situación y cuáles son las afecciones que pueden alterar y perjudicar el contenido arqueológico.

Preparando el acceso mediante escalada para los arqueólogos a la cueva funeraria principal del Cementerio de los Canarios en el barranco de Guayadeque (Gran Canaria). | FOTO TIBICENA ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO
Para acceder a la cueva hay que salvar una altura de 7 metros desde una empinada ladera. | FOTO TIBICENA ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO
Esto ocurría en 2019 y para acceder a la cueva, colgada a nueve metros de altura sobre una empinada ladera, hubo que implementar medios de escalada. No se encontraron evidencias de expolio reciente, aunque sí de que había sido visitada en otras épocas y los depósitos de huesos alterados: a simple vista se podía observar que los esqueletos habían sido desbaratados y se habían amontonado los huesos por tamaños y grupos (fémures, costillas, etc.), siendo los cráneos casi inexistentes. “A estas cuevas subían en el siglo XIX los enriscadores que contrataban los conservadores de El Museo Canario para que extrajeran los huesos y conformar esas colecciones. Pero no había evidencia de presencia humana reciente”, confirma Verónica Alberto, que participó en la investigación realizada por técnicos de la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio.

Detalle de la plataforma exterior de la cueva, donde se aprecia la superficie inclinada y el deslizamiento de los restos óseos hacia el borde, provocando la precipitación y pérdida de los materiales fuera de la cavidad. | FOTO TIBICENA ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO
Lo que sí pudieron comprobar es que había una situación de peligro de carácter natural. Al estar la cueva expuesta, sobre todo en su parte exterior, a los agentes ambientales (lluvia, sol, excrementos de palomas, etc.) y en una situación de pendiente que provocaba la pérdida de restos óseos que caían a la plataforma varios metros más abajo, desperdigándose ladera abajo y perdiéndose, el informe diagnóstico recomendó dos cosas: la recuperación y estudio de los huesos que estaban sueltos con peligro de fractura o pérdida, y la aplicación de medidas de protección para el resto de las piezas óseas, que debían dejarse in situ sin alterar.

Así se hizo en una segunda intervención promovida y financiada por el Cabildo de Gran Canaria, recuperando más de 8.000 huesos sueltos en la cavidad y más de 1.000 que habían caído rodando por el exterior: en total unos 10.000 huesos que sumarían, haciendo un cálculo conservador, el equivalente a 170 individuos (30 de los cuales, infantiles). “Lo que se ha realizado es una actuación, de consideración y de respeto, para salvar de la destrucción lo que estaba en peligro y que estos huesos nos cuenten sus biografías y sus historias, minimizando el daño. No se trata de ir y vaciar la cueva, ese no es el propósito de la arqueología en la actualidad”, insiste Verónica Alberto.

Clasificados y ordenados para su estudio, algunos de los huesos de la cueva funeraria aborigen en Guayadeque. | FOTO TIBICENA ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO
Por delante queda un trabajo ingente de años para estudiar y obtener información de un volumen tan grande de restos óseos –en los que sólo hay ¡dos cráneos enteros! y algunos fragmentos– rescatados de la destrucción (sólo una pequeña parte de lo mucho que quedó en la cueva de 17 metros, un mucho imposible de estimar).

En una primera fase ya se han obtenido numerosos datos que confirman o amplían conocimientos que se tenían del estudio de huesos de otros cementerios aborígenes. “Estamos ante una cueva de enterramiento de carácter colectivo que se usa durante mucho tiempo por muchas generaciones, enterramientos primarios pues a la cueva se subía y se colocaban los cuerpos una vez preparados en fardos hechos con piel de animales y tejido de junco”.

El perfil demográfico, la actividad cotidiana de hombres y mujeres, el dimorfismo sexual o, especialmente, la huella de enfermedades de tipo metabólico por dietas proteico-calóricas deficientes o enfermedades infecciosas prolongadas desde la niñez que “en esta población de Guayadeque tienen una incidencia altísima, hasta el punto de que podría llegar a considerarse sistémica”, son algunas de las observaciones que están siendo registradas y analizadas.

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