Hallada en momias de Gran Canaria una planta nueva y extinta
Forma parte de los ramajes empleados junto a las envolturas de piel, junco y anea en momias de cuevas funerarias de Guayadeque y Acusa

LA HUELLA ABORIGEN. Los estudios que realiza El Museo Canario desde hace años entre las momias de su colección han permitido descubrir, entre los ramajes empleados junto a las envolturas de piel, junco y anea, una nueva especie de ruda que no ha sido posible encontrar aún entre la flora viva de la isla, por lo que se presume que está extinta. [En PELLAGOFIO nº 120 (2ª época, julio 2023)].

■ Pliegos de la ‘Ruta museocanariensis’ El Museo Canario guarda los pliegos con muestras de la nueva ruda, recogidos en dos momias y en varios haces de ramas destinados a la conservación de cadáveres ● |

■ Momia natural de bebé datada en el s. VII-VIII Envuelto completamente en especies vegetales, el exterior son gramíneas atadas con aneas. En el interior, lavanda, cañaheja, agujas de pino canario y la nueva ruda ● |
Por YURI MILLARES
La nueva especie de ruda, que ha sido estudiada en el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo a donde enviaron muestras desde El Museo Canario, ha sido bautizada como Ruta museocanariensis. Esta es la historia de su hallazgo e identificación.
La mayor parte de las momias de los aborígenes canarios son naturales. Tras el proceso de preparación del cadáver, envuelto en pieles de animales, junco y diversas plantas y hojas, los cuerpos eran depositados en cuevas en condiciones de temperatura y humedad tales que favorecían esa momificación natural. En Tenerife, por ejemplo, sólo el 5% de las momias guanches son antropogénicas, es decir, aquellas en las existe una manipulación intencional del cadáver y estaba reservada para aquellas personas de estatus social más alto (ver PELLAGOFIO nº97).
«A nivel de plantas, el de esta ruda sería el primer caso de extinción que tenemos documentado a nivel arqueológico» TERESA DELGADO, conservadora de El Museo Canario
En el marco del estudio que realiza El Museo Canario en los restos humanos de población aborigen «estamos documentando cosas interesantísimas», explica Teresa Delgado, la conservadora del museo. «Hay individuos con mortajas muy ricas que hablan de la importancia de estas personas. También estamos viendo prácticas como la colocación de huesos de otras personas que seguramente fueran reliquias, para vincular a determinados linajes con ancestros. Y en unos pocos individuos, concretamente mujeres en edad fértil, identificamos piezas dentarias de perro, probablemente vinculada a elementos de propiciación de fertilidad y de protección a modo de amuletos».
Estudiar las momias implica, dice, «acercarnos a cómo se preparaba el cadáver, porque gracias a las cuevas se conservan muy bien las mortajas. Nos abre toda una ventana a aspectos que no conocíamos». Con curiosidades como conocer que las pieles empleadas para envolver el cadáver eran, mayoritariamente, de cerdo (y, en menor medida, de cabra y oveja). Y, debajo de esas pieles, todo un armazón que envolvía el cuerpo del difunto: tablones de pino y de drago para dar consistencia al fardo.
Entre las funciones de las plantas en las momias estarían la preservación del cadáver contra los insectos, secantes durante el proceso de putrefacción, eliminar los malos olores o, simplemente, decorativa
«Para nuestro asombro —continúa Delgado— empezamos a ver, en algunos restos humanos momificados (no en todos), elementos vegetales que nos hablan de un mundo de especies de plantas muy rico». Utilizadas en la preparación de algunos sujetos, Delgado destaca que no sólo eran elementos estructurales para dar consistencia al fardo. Entre sus funciones estarían la preservación del cadáver contra los insectos, secantes durante el proceso de putrefacción, eliminar los malos olores o, simplemente, decorativa. Ahí, están, por ejemplo, el tomillo y la lavanda, de propiedades aromáticas. «Aparte de otras percepciones culturales que a nosotros se nos escapan», añade.
¿Y la ruda?
De entrada, las muestras vegetales fueron enviadas al Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo. Allí llegaron a manos del biólogo Águedo Marrero para una identificación precisa. «Si haces un inventario de lo que existe en la momia y haces un inventario de lo que pudieron recoger los aborígenes en el entorno de sus viviendas en Acusa —explica a PELLAGOFIO—, te das cuenta de que allí hay plantas muy abundantes que no están en las momias. Y otras que son extremadamente raras, como la ruda, que sí están. No es casualidad, hay una selección».

La investigación estaba centrada en dos momias. La número 10, procedente del barranco de Guayadeque (de adulto del siglo VI-VII, del que sólo se conservan las extremidades inferiores) y la número 49.991 de Acusa (de bebé de un año del s. VII-VIII). Con 12 taxones identificados «de plantas que existen hoy» en esas dos momias, había otra que podía ser un asterácea. ¿Lo era? ¿cuál?
«A pesar de los 1.500 años de recogida y conservación junto a un cadáver, todavía conservaban caracteres que se podían observar» ÁGUEDO MARRERO, biólogo del Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo
«Cuando empezamos a ver el material físico, seco, hay hojas. Las hojas tienen texturas. Hay restos de flores. A pesar de los 1.500 años de recogida y conservación junto a un cadáver, todavía conservaban caracteres que se podían observar. Pero no encontramos asteráceas, que es por donde ellos habían venido investigando», detalla Marrero.
Observando muestras en la lupa binocular y entre las propias plantas cultivadas en el Jardín Canario, «empezamos a comparar y observamos lo que parecían ramas simples como las del balo, pero no era eso. ¡Lo que estábamos viendo era una hoja compuesta con pinnas! Era una hoja pinnada. Eso ya fue un salto».
La siguiente observación fue detectar que las muestras estaban punteadas en negro. «Cualquier ramita estaba llena de puntitos, ¿propios de la planta o adquiridos con el paso del tiempo?», se preguntaba. Resultó que «eran propias de la estructura de la hoja, glándulas como en todas las rutáceas y pensando en plantas glandulosas fuimos a mirar rudas». En Canarias hay varias rudas endémicas, «pero en este caso, con hojas pinnadas, con pinnas tan estrechas, tan filiformes, era única».
Las cápsulas fueron la clave
Después de un año dándole vueltas al tema, «llegados a este punto todo empieza a concordar. En el fondo de la momia vieron cápsulas de semillas desprendidas de las ramas del arbusto. Y la ruda de Gran Canaria (Ruta oreojasme) es la única de Canarias con cápsulas. Pero había un detalle que no encajaba: el tamaño. «Las cápsulas eran significativamente más pequeñas que las de la Ruta oreojasme».
Se trataba de una ruda nueva, desconocida. «Hicimos una búsqueda en los sitios del entorno donde la planta podía haber estado —asegura Águedo Marrero—. Porque conocemos la isla, pero no metro a metro, y nos podemos llevar sorpresas. Todavía estamos describiendo especies nuevas». No hubo éxito.
«A nivel de plantas, el de esta ruda sería el primer caso de extinción que tenemos documentado a nivel arqueológico», afirma Teresa Delgado.