Totoyo, en busca de las raíces de la música popular

Totoyo Millares, el Maestro del Timple, no sólo es el mayor virtuoso del instrumento representativo de la música popular canaria. También ha sido un incansable investigador que ha recorrido islas como Tenerife, La Gomera o La Palma buscando lo más puro del folclore. [En PELLAGOFIO nº 28 (2ª época, febrero 2015)].
Por YURI MILLARES
Toda su vida lleva Totoyo Millares recorriendo el archipiélago canario, buscando en la tradición oral y en los músicos de cada lugar los aires populares de estas islas. Pero sin duda su época más intensa en esta labor se dio durante los años 60, una década en la que el desarrollismo echaba a andar en lo económico por todo el país y la migración del campo a la ciudad marcaba el inicio de un cambio en la cultura popular, con la consiguiente pérdida de muchas de sus manifestaciones.
“Empecé por las islas occidentales”, relata para PELLAGOFIO de una serie de viajes que, en aquellos años, lo llevarían, en primer lugar, a Tenerife. Allí fue a ver en 1963 a Los Alzados, “un grupo extraordinario al que le dieron el Premio Canarias. Es lo más puro que hay tocando el tanganillo en Tenerife. De ahí me fui a La Laguna a entrevistar a Sebastián Ramos El Puntero, una voz única cantando todos los aires populares canarios, sobre todo la isa, la malagueña, la folía y el tanganillo. En eso era una voz que no se repetirá jamás en Canarias”.
«Sebastián Ramos El Puntero era una voz única cantando los aires populares canarios, sobre todo la isa, la malagueña, la folía y el tanganillo»TOTOYO
Eran viajes de reportero etnográfico, portando una grabadora con la que hacía entrevistas y recogía canciones y romances. Y estando en Tenerife, “como me quedaba cerca, cogí un correíllo y me fui a La Gomera”. Le habían dado un contacto con alguien que estaba allí “con el tema del silbo y el tambor”. La cita fue en “un bochinche”, recuerda, en una San Sebastián de La Gomera donde “en aquella época no había más que cuatro gatos y me alojé en un fondajo”. Pero en aquel bar conoció a Virgilio Brito, que casualmente apareció por allí y con el que hizo gran amistad.
En busca del tambor gomero
Eso hizo que volviera de nuevo a la isla colombina y se alojara en casa de Brito, donde descubrió la miel de palma y con quien recorrió la isla en su “fotingo” (así llama Totoyo a su coche de entonces, un diminuto Fiat 500 de color rojo que llegó en la cubierta del correíllo, a bordo de cuyo buque tuvo que ser izado dentro de una red con una maquinilla).
Invitado por aquel señor, se sentó en el banquito, a convencerlo de que le vendiera un tambor que tenía, “porque en La Gomera lo difícil era conseguir un tambor”. Asegura que el tambor gomero “ha cambiado mucho con los años, después lo han hecho con los aros más gordos, más ancho de altura y más estrecho de cuerpo, pero en aquella época eran como éste del viejito, que era muy especial y me gustó”.
Pero el viejito de la cueva decía “que no puede ser, porque este tambor es un recuerdo de mi hijo, que se lo llevó con él a Cuba cuando estuvo allá y murió en la guerra”.
“Que no sé qué guerra pudo ser. ¿La de Fidel contra Batista de los años 50?”, se preguntaba Totoyo. Y de aquel soldado muerto en aquella guerra que no terminaba de identificar, alguien le envió a sus padres las cosas desde allá, entre ellas el tambor y unas chácaras de caoba que habían sido fabricadas en La Gomera por el abuelo del viejito,en el siglo XIX.
El viejito y su mujer “no querían venderlo, me parece lógico que quisieran conservar una cosa del hijo que había muerto. Pero yo seguía intentando convencerlos, diciéndoles que así el tambor podría seguir sonando”. Al final accedieron a venderle las chácaras y el tambor. Que por cierto, una de las chácaras se le rompieron años después a uno de los componentes Los Gofiones, durante un ensayo, y ahora están pegadas y ya no suenan como antes.
«Grabé a Inés Mata cantar en el sirinoque un romance del s. XVI: ‘Una vieja se murió / y dejó en el testamento / que la entierren con la parra / para chupar del sarmiento…'»TOTOYO
El sirinoque en La Palma
Otro viaje que fue de gran importancia para el rescate de los aires populares canarios en aquella década es el que realizó a Las Tricias, en La Palma, acompañado por el periodista palmero Luis Ortega. “Él me orientó mucho, me habló de unos pagos escondidos por Garafía donde se podía conseguir algo”.
De camino a Garafía se encontraron con un viejito, que Totoyo y Luis llamaban “el informante”, que les dijo que “el que sabe todo eso es Felisindo, porque es el cartero y conoce a todo el mundo, y además es el que toca el tambor”. Corría el año 1969 y en efecto, hasta la casa de Felisindo llegaron para descubrir el sirinoque más puro. “El sirinoque es un estribillo que se canta a coro y es repetitivo, se para de cantar y tocar y entonces entra el solista que canta el romance”, explica. Felisindo llamó a una vecina suya, Inés Mata “que sabía los romances como nadie” y así fue como los grabó, interpretando y rescatando un romance del siglo XVI. “Grabé a Felisindo con el tambor y a Inés cantando el romance, con unas sobrinas de él que se sentaron a hacer el coro: Guárdame bien la manada / que me lleva la serrana. Se para el tambor y el coro y empieza Inés Mata: Una vieja se murió / y dejó en el testamento / que la entierren con la parra / para chupar del sarmiento…”.
Viajes por La Palma (1969 y 1978)




